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LOS MANGLARES DE HERNANDO TEJADA

UNA OBRA AMABLE Y JUGUETONA QUE COMPRENDIA FELICIDAD Y ECOLOGIA.

1 de abril de 1996

Hernando Tejada ha sido una personalidad aparte en la escena artística colombiana. Su trabajo mezcla pintura y escultura, cuestiona la difundida idea de que el arte no puede ser utilitario, y hace perceptible una noción creativa que involucra cierta manualidad, cierto carácter artesanal, en claro desacuerdo con el rumbo intelectual y desmaterializado que ha tomado la producción artística en las últimas décadas. A comienzos de los años 60, después de haber incursionado en la pintura al óleo de corte academista y en el muralismo de influencia mexicana, Tejada encontró en la escultura en maderas tropicales un lenguaje que le permitía dar rienda suelta a su lúdica creatividad. Sus primeras obras en dicha técnica fueron trabajos frontales como la pintura, los cuales representan bodegones compuestos por flores, frutas, objetos y animales como pájaros y sobre todo gatos, los cuales constituyen una especie de emblema dentro de su producción. Poco después sus trabajos fueron apoderándose del espacio, alejándose del muro hasta convertirse en obras tridimensionales completamente exentas, o hasta transformarse en objetos funcionales como armarios, cofres, camas y espejos, ornamentados con figuras como las de sus bodegones. A partir de ese momento es evidente que su obra es una fiesta y que su aproximación al arte no puede ser sino hedonista, gozosa y jovial, como Cali, la ciudad donde ha vivido desde su temprana infancia. A este tipo de trabajos pertenece la serie de mujeres mueble, esculturas femeninas que manifiestan una clara consideración erótica y que combinan bocas jugosas y senos enormes con las funciones que riman con sus nombres. "Paula la mujer jaula", "Teresa la mujer mesa", "Abigail la mujer atril", "Estefanía la mujer telefonía", y así sucesivamente hasta conformar un verdadero harem, rústico y sofisticado, útil y sensual. En la exposición que tiene lugar actualmente en la galería Diners de Bogotá se incluyen a manera de introducción algunas de estas obras, y se presentan sus últimos trabajos, 'los Manglares', construcciones de gran envergadura en las que Tejada, aparte de resumir sus anteriores objetivos, logra plasmar su convicción de que solo en lo vernáculo se puede encontrar la gran inspiración para una estética latinoamericana. Los Manglares son obras realizadas mediante la adición de piezas elaboradas de manera independiente que van encajando hasta armar intrincados ensamblajes que reproducen los abigarrados tallos y raíces de esta planta acuática, poblados de iguanas, lagartijas, garzas, pelícanos, peces, y cangrejos. Su ejecución jocosa e inocente y su alegre colorido ofrecen una visión ingenua y jubilosa de la naturaleza, plenamente coincidente con la antisolemnidad que caracteriza las relaciones del artista con su entorno. Es claro entonces que la ecología juega un papel importante en estas obras. Aunque Tejada, en lugar de plantear sus argumentos por medio de denuncias y paisajes arrasados, comunica su gran admiración por la fauna y por la flora a través de exuberantes representaciones y de celebraciones por la vida. Con los Manglares Hernando Tejada llega a una cima en su trayectoria, la cual permite comprobar la originalidad de su lenguaje, la coherencia de sus intenciones, y su infinita capacidad de fantasía.