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"Los norteamericanos no estamos contentos"

Ricardo Silva Romero, de SEMANA, conversó con Michael Moore, duro crítico de la vida en Estados Unidos, sobre su más reciente trabajo, el controvertido documental 'Bowling for Columbine'.

3 de agosto de 2003

Michael Moore no terminó la universidad. No la necesitaba. Nació el 23 de abril de 1954 en Flint, Michigan, en el norte de Estados Unidos, y muy pronto, a los 18 o los 19 años, se dio cuenta de que para convertirse en activista político y hacerles preguntas incómodas a los poderosos bastaba con tener un poco, sólo un poco, de sentido común. Eso, nada más, fue lo que hizo. Les preguntó "¿por qué?" a los dueños de las multinacionales desde los periódicos y las revistas de su ciudad. Y, en 1989, cansado del temor de los editores, vendió su casa, jugó al bingo y empeñó todo su sueldo para terminar su primer documental, Roger y yo, que reveló la indolencia de la omnipotente General Motors frente a la pobreza causada en las plantas de Flint por centenares de despidos injustificados. Aquel largometraje lo convirtió, de paso, en una estrella del cine norteamericano.

A Moore le fascinan las cifras. Y, en especial, las cifras que tienen que ver con sus propios logros. Su último trabajo, el estupendo Bowling for Columbine, que se estrenará en Colombia el próximo 8 de agosto (ver reseña), recibió el premio Oscar al mejor documental y ha abierto, en todo el mundo, el debate sobre la peligrosísima forma como los medios de comunicación invitan al consumismo y a la paranoia al mismo tiempo, pero él no puede evitar confesar que su página de Internet, www.michaelmoore.com, "recibe más visitas por día que la página de la Casa Blanca".

Moore odia con todas sus fuerzas a George W. Bush, "el presidente ficticio". "¿De verdad cree que somos tan estúpidos como parecemos?", se pregunta: "Nuestra fascinación por los 'reality shows' podría indicar que tenemos las cabezas huecas pero cuando se trata de mentirnos para llevarnos a la guerra exigimos un poco de esfuerzo y uno que otro argumento".

No obstante sus críticas contundentes al sistema de vida norteamericano los estadounidenses parecen sentirse orgullosos de Bowling for Columbine. Se ha convertido, sin duda, en el documental más exitoso de la historia del cine: ha recaudado 22 millones de dólares en taquilla y ha permanecido nueve meses en cartelera. La primera pregunta que habría que hacerle, para estar a la altura de sus atrevimientos, es si no teme que, al centrar todo en su propia imagen de gordito común y corriente que siempre dice la verdad, sus durísimas críticas al consumismo norteamericano se conviertan, como las de programas de televisión como Los Simpson o South Park, en camisetas, esferos y cuadernos.

SEMANA: ¿No es este éxito una manera de convertir la película en parte del establecimiento? ¿No se crea una paradoja cuando la protesta es celebrada por un país que no cambia?

Michael Moore: Sí, pero aquí están las buenas noticias: después de su cuarta semana en los teatros de Estados Unidos y de haber roto el récord de taquilla para un documental, que había sido impuesto por Roger y yo, más personas habían visto Bowling for Columbine que cualquier otra de su género en la historia del cine. Entonces hicieron una encuesta para averiguar quiénes estaban viéndola. Y más de 50 por ciento de los entrevistados aseguraron no haber ido nunca a una sala de cine a ver un documental. Sí, Bowling for Columbine le ha llegado a una audiencia mucho mayor que la que uno esperaría para este tipo de películas. Lo mismo ha ocurrido con mi libro, Blancos estúpidos, que estuvo durante 32 semanas en la lista de best sellers en The New York Times. Y si cito esos números no es para darle estadísticas sino para decirle que no está hablando con un norteamericano excepcional. Soy parte, creo, de la mayoría: estamos llenos de descontento, no nos gusta lo que está pasando, no quisimos una guerra con Irak y no elegimos al tipo que se sienta en la Casa Blanca.

SEMANA: Uno de los diálogos más interesantes del documental es el que usted sostiene con Marilyn Manson, el cantante, a quien acusaron de inspirar la masacre de Columbine. ¿Cree que una ficción puede contribuir a la formación de un asesino?

M.M.: No creo que ninguna ficción contribuya, para nada, a la violencia de un país. Si fuera así los colombianos, los canadienses y todos los demás tendrían más asesinatos de los que sufren. Creo que el problema son los medios, ficciones que se presentan a sí mismas como no ficciones, como realidades, como noticias. Todas las noches dicen "esto es lo que ha pasado hoy" cuando, de hecho, no lo es: esas sólo son las seis historias que han elegido para asustarnos, para sacudir nuestro instinto a pelear o a salir corriendo. Lo necesitábamos hace 10.000 años porque había animales que podían devorarnos. Y ahora, que no le tememos tanto a los depredadores, el instinto sobrevive en nosotros. Adoramos las historias macabras, nos fascinan las películas de terror, nos volteamos a ver cualquier bulto en las calles. Queremos horror. Y los noticieros lo saben: obligan a la gente, a punta de miedo, a comprar más armas de las que necesitan.

SEMANA: Usted confiesa, en las primeras escenas del documental, que practica la cacería y es miembro de la Asociación Nacional del Rifle. ¿Ha tenido problemas con ellos a raíz de la película?

M.M.: La ANR trató de sabotear el estreno y lanzó fuertes protestas porque le tenían mucho miedo a que la prensa se enfocara en los comentarios sobre problemas raciales que, durante la película, hacen algunos de sus miembros. Nuestra sociedad trata de evitar al máximo el tema de las razas. Cuando alguien dice algo racista volteamos la cabeza y esperamos que haya dicho otra cosa. En Bowling for Columbine dos personas dicen, sin asomo de vergüenza, que el problema de Estados Unidos es la mezcla étnica: la ANR hizo lo posible para que nadie se diera cuenta de ello. Pero ¿qué podían decir?, ¿que no hay asesinatos en Estados Unidos?, ¿que no somos racistas?

SEMANA: Los escándalos en Estados Unidos se destapan cuando los protagonistas llevan 30 años de fallecidos. ¿Por qué llegan tan tarde a las verdades?

M.M.: Cuando veo la película lo que más me molesta es que yo estoy en ella. Me pregunto: "¿Cuál es el problema del periodismo en Estados Unidos?". Yo no soy el tipo que debería estar haciéndoles las preguntas difíciles a los líderes de las grandes corporaciones ni al jefe de la ANR. Hay gente con títulos de periodista, mucho más inteligentes que yo, a los que les pagan por hacer este trabajo. Sí, hay algo muy malo en todo esto. A los señores de los medios les debería dar muchísima vergüenza entrar en el teatro y verme haciendo las preguntas que hago.

SEMANA: Su documental es el retrato de una sociedad acorralada por el miedo, agravado por los hechos del 11 de septiembre, ¿pero al tiempo no muestra al norteamericano promedio como alguien tan tonto que resulta peligroso?

M.M.: Sí, cuando veo la película me pongo a pensar que los norteamericanos somos mucho mejores que eso. Usted sabe esto de nosotros: como individuos somos buenas personas. La mayoría de nosotros, por separado, le caería bien. Hay algo encantador y fascinante en nuestra simplicidad y en nuestra habilidad para no guardar ases en la manga. Somos sinceros y honestos cuando estamos solos. ¿Por qué, entonces, cuando nos convertimos en una sociedad, le hacemos tanto daño al mundo? Quisiera que nuestra sociedad se pareciera a nuestro individuo.

SEMANA: El actor Charlton Heston, líder de la Asociación Nacional del Rifle, condecorado por Bush hace unos días, es una de las grandes decepciones de la película.

M.M.: A veces no entiendo por qué la gente habla conmigo, aunque, para ser justos, les doy una muy buena oportunidad de defenderse. Yo no trato de hacer que la gente se vea mal. Simplemente prendo la cámara y comienzan a hablar. No le di a Heston sus líneas ni lo orienté a que dijera esas cosas. Lo dejé hablar y fui respetuoso con él mientras estaba en la habitación. Soy honesto. No le guiño el ojo a la cámara. No muestro cómo soy de inteligente y cómo es de estúpido el tipo que tengo al lado.

SEMANA: Su próxima película explora la relación entre los Bush y Osama Ben Laden. ¿Qué espera encontrar en esta nueva investigación?

M.M.: La película se llama Fahrenheit 911, la temperatura en que la libertad comienza a arder. La idea es demostrar cómo Bush está usando al 11 de septiembre y a aquellas 3.000 vidas que se perdieron como una excusa para abrirle paso a su agenda de derecha.