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Los turistas del sexo

La polémica novela de Michel Houellebecq que pone el dedo en la llaga sobre el turismo sexual europeo.

Luis Fernando Afanador
1 de marzo de 2003

Luis FerMichel Houellebecq
Plataforma Anagrama, 2002
316 paginas

Michel, el protagonista de esta novela, es un parisiense desencantado. Tiene 40 años y un trabajo de funcionario en el departamento de artes plásticas del Ministerio de Cultura. Aunque las cuestiones estéticas y políticas le resbalan: cree que ninguna de ellas podrá cambiar su vida. No se ha casado, no tiene amigos ni grandes pasiones. A veces, disfruta la televisión. Le interesa mucho el sexo pero como evasión, sin compromiso, y no tiene inconveniente en pagarlo. "Por lo general, a la salida del trabajo, me daba una vuelta por algún 'peep-show'. Me costaba 50 francos o a veces, si tardaba mucho en eyacular, 70. Ver coños en movimiento me despejaba la cabeza". Sin ninguna duda, aceptaría ser considerado como un digno representante "del hombre medio europeo".

La obra comienza con la muerte de su padre -"el muy cabrón había disfrutado de la vida"- que le permite recibir un dinero considerable. Desde luego, esa no fue la intención de su padre: él muere asesinado. Con el dinero, Michel decide emprender un viaje. Al igual que todos los habitantes de Europa occidental, también quiere viajar. Pero como simple turista; ya se ha dicho que sus sueños son mediocres. Y para eso está la agencia de viajes Nouvelles Frontières, con sus tentadores catálogos: "Circuitos de la pasión", "Vacaciones en color", "Vacaciones a la carta". Al final escogerá "Trópico tailandés", porque promete un toque de aventura y además las tailandesas son una maravilla: "En Tailandia todo el mundo puede tener lo que desea, y todo el mundo puede tener algo bueno. Se habla mucho de las brasileñas, o de las chicas de Cuba. Yo he viajado mucho, señor, he viajado por placer, y no dudo en decirle que, para mí, las tailandesas son las mejores amantes del mundo".

En su viaje, Michel no sólo obtendrá los míticos favores de las tailandesas no, no se siente ningún explotador colonialista, paga 3.000 baths por la complaciente Oôn, más o menos el precio francés- sino que encontrará al amor de su vida, Valérie, una ejecutiva de Nouvelles Frontières que viajaba de incógnito. Valérie será algo así como su segunda oportunidad sobre la tierra. Inteligente, bonita, cariñosa, dispuesta a complacerlo en cualquier momento y lugar. Por si fuera poco, abierta a lo desconocido: desde el ménage á trois hasta el intercambio de parejas, pasando por la orgía. Eso sí, nada de sadomasoquismo: nadie es perfecto.

Junto con su jefe Jean-Yves, la brillante Valérie será llamada por el poderoso grupo hotelero Aurore para salvar sus decaídos clubes de vacaciones. Durante una estadía en Cuba, donde han ido con Michel para detectar in situ los verdaderos deseos de sus clientes, se les ocurrirá la idea de un megaproyecto de turismo sexual abierto, los clubes Afrodita: "La gente necesita sexo, eso es todo, lo que pasa es que no se atreve a confesarlo". El exitoso proyecto -alemanes, franceses, italianos y españoles corren a comprarlo por anticipado- se iniciará en la paradisíaca Krabi, para extenderse luego por el mundo. Aunque otra cosa dirán los fanáticos musulmanes el día de la triunfal inauguración.

Es imposible dejar de leer esta novela. Detrás de su cinismo, su crudeza y su sordidez, uno cree estar escuchando sin tapujos -al fin, el pensamiento escondido de muchos europeos para quienes el Tercer Mundo no es más que una Disneylandia sexual. El narrador es brutal en lo que dice, pero se siente su profunda honestidad, su valor de poner el dedo en la llaga. Y su testimonio es valioso no sólo por su autocrítica sino por su capacidad de diagnosticar a una sociedad enferma. El rico mundo occidental es incapaz de ofrecer su cuerpo como un objeto de goce, dar placer de manera gratuita. Ha perdido por completo el sentido de la entrega. Por mucho que se esfuerce, no consigue que el sexo sea algo 'natural'. Sólo sabe hacer productos de marca. Y al ser humano, para vivir, únicamente le basta un poco de "alimentos, caricias y amor".