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Los imponentes paisajes de la reserva indígena de 'Wind River', en Wyoming, son el escenario de esta historia.

CINE

Muerte misteriosa

Una muchacha encontrada sin vida en una reserva indígena de Estados Unidos es el punto de partida de esta película de detectives dirigida por el guionista de ‘Sicario’. **

Manuel Kalmanovitz G.
9 de diciembre de 2017

Título original: Wind River
Año: 2017
Director: Taylor Sheridan
Guion: Taylor Sheridan
Actores: Elizabeth Olsen y Jeremy Renner
Duración: 107 min

Al comienzo de este filme se ven unas ovejitas ansiosas –y son ovejitas no ovejas, menudas y de ojos grandes– en un paisaje nevado mientras unos lobos merodean. De pronto, de la nada, un disparo y uno de los lobos da un giro en el aire y cae muerto en la nieve. Además de su sobria belleza, con la nieve y las ovejas y el tipo vestido de camuflado que se pierde en el paisaje, resulta ser una metáfora obvia de lo que sucederá a continuación.

El protector de las ovejas es Cory (Jeremy Renner), un cazador que trabaja para el departamento de pesca y fauna silvestre y que recorre melancólicamente la reserva nativa de Wind River en Wyoming donde todo tiene lugar, matando animales depredadores con ese aire taciturno que tienen en las películas quienes han vivido eventos traumáticos.

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Pero esto no se trata de cazar animales. Mientras sigue a una leona de monte, encuentra las huellas y luego el cadáver de una muchacha de la reserva y termina reclutado por Jane Banner (Elizabeth Olsen), la joven agente del FBI encargada del caso, para ayudar en la investigación.

Olsen tiene una cualidad etérea y fantasmal, con ojos tan grandes como los de las ovejitas, que menoscaban la dureza que requiere su papel. Podría uno hacer un paralelo con la figura de Jodie Foster en El silencio de los inocentes, solo que ella tiene algo afilado y terco y nervioso que cuando Olsen intenta replicarlo resulta impostado y poco convincente.

Además de la tensión fallida entre los dos protagonistas, la cinta hace un retrato de las lamentables condiciones en las que viven los nativos confinados en la reserva, con pobreza, problemas de alcoholismo y drogadicción, sufriendo de un desempoderamiento absoluto. “Aquí no existen los refuerzos, Jane”, le explica el jefe de Policía a la agente, “acá estás por tu cuenta”.

Pero, curiosamente, la película misma refuerza ese de-sempoderamiento. Los nativos aparecen solo brevemente y mal delineados: son o figuras desesperanzadas echadas a la pena o ayudantes secundarios en la investigación del crimen. Tal y como las ovejitas del comienzo: necesitan de alguien de afuera para protegerlos de los lobos que las amenazan. Así, queda en manos de los dos agentes federales muy blancos ir encontrando las pistas para desenmarañar la muerte de la muchacha.

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El director, Taylor Sheridan, ya había trabajado como guionista de Sicario y Hell or High Water y su debut tras la cámara muestra elementos similares: un interés por las subculturas, una preocupación por la justicia social y una exploración de cómo los hombres sobreviven en un presente incierto.

Pero a esta Muerte misteriosa le hace falta la fluidez visual de las otras películas y, así, los clichés de los que parte se hacen más evidentes. Recubierto de un sentimentalismo fácil, usando a sus víctimas de relleno y aprovechando bien los paisajes nevados, hace que uno termine sintiéndose frente a uno de esos filmes de relleno que se encuentran tan fácilmente en la televisión de cualquier festivo.

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