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MARCHA ATRAS

Después de sucesivos cambios, El Colombiano vuelve a algunos de sus viejos moldes por exigencia de los lectores

13 de agosto de 1984

Durante el pasado mes de abril un hecho sacudió al periodismo colombiano: el diario El Colombiano de Medellín se sometía a una delicada operación de cirugía plástica y acoplaba un nuevo diseño.
Otra concepción de los espacios y la tipografía, diferente tratamiento de la noticia, páginas editoriales considerablemente reformadas, en fin, una transformación tan súbita como incómoda para el ágil pero conservador consumidor paisa. El rediseño nunca se impuso completamente. Número tras número se veía un ajuste, un cambio, un acierto o viceversa. El Colombiano habia perdido esa abigarrada imagen de la noticia para convertirse en un aséptico y muy ordenado espacio gráfico donde el lector ya no solamente no debía buscar, sino que dentro de la rigurosa disciplina de ubicación de la noticia, muchas veces ella se disolvía en la similitud de apariencia, más allá de la pretensión de su contenido. Algo perturbaba a El Colombiano, y sin duda la homogeneidad le restaba su "aire" peculiar y autóctono. Los lectores no tardaron en sentir las desventajas y sus editores en replantearlas.
Aunque el esquema básico que incorporó el diseño se mantiene, hay hechos que durante junio se hicieron palpables: se adoptó una letra más negra y evocadora de los viejos tiempos; se vuelve con mayor insistencia al esquema de seis columnas en vez de tres dobles; se abandona el uso de la letra sin series, intermitentemente, para ir acoplando el antiguo romano.
Se destacan menos los subtítulos y sobretodo, se eliminan los blancos espacios generosos entre títulos y fotos o columnas. Hay una tendencia a retornar a esas páginas densas y conocidas, a entregarle al lector más noticias (con el rediseño muchas páginas no pasaban de dos o tres, con lo cual el aire de revista era irrebatible). Al fin y al cabo el lector espera de su lectura que sea legible y amable, antes que demasiado diseñada. El diseño tipográfico exige esa perfección de hacerse invisible. Caso contrario, el usuario detecta el cambio y la lectura se convierte en observación de formas y no en digestión de contenidos. El Colombiano va aprendiendo la lección... de sus lectores.
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EL SEPTIMO CLICK
Una publicación caleña ha llegadc al número siete tras esfuerzos que rayan según sus editores en "un intento de suicidio". No es menos cierto. Son inexistentes las revistas colombianas especializadas en Colombia cuando de cultura se trata. Ni de cine, ni teatro, ni diseño, ni museos, ni de libros.
Todos los intentos abortan. Click se define como una revista dedicada al estudio e información de la historia.
A pesar de los cortos artículos didácticos y a la muy oscilante calidad de -las historietas (en las cuales hay un obvio descuido por la señalización uniforme de los caracteres tipográficos) Click muestra el trabajo de colombianos en el género más leído por los niños de todo el mundo. Y más apetecido por ideólogos y comerciantes. Una diagramación más ordenada y coherente y una rigurosa selección del material harán de Click una insospechable fuente de lectura de humor, tan escaso en este país de trajes negros y hollín en las miradas.
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BUSCANDO A PADILLA
Cuando el pasado mes de marzo el gobierno decretó con motivo del bicentenario del nacimiento de José Prudencio Padilla que se imprimiesen estampillas con la efigie del héroe, nadie sabía de la dificultad del proyecto.
Del célebre almirante nunca hubo iconografía. Apenas descripciones.
Para Germán Arciniegas es un "oscuro mulato".
Los retratos posteriores apenas son aproximaciones, casi que "retratos hablados", del héroe. Por eso sorprende la estampilla puesta en circulación por Adpostal recientemente.
Un Padilla patilludo y casi moreno, apuesto y con hendiduras en la frente.
Con una vestimenta que sabrá el diablo de donde viene, pues nuestra marina de esa época estaba muy lejos de tener almirantes, embarcaciones y más aun uniforme. ¿Qué necesidad de inventar una estampilla figurativa? ¿Algo simbólico y más moderno no era lo real? Antes que estudiar a Padilla preferimos retratarlo, aunque su imagen es lo de menos; y además porque todo lo que lo pintemos sería una recreación, más hábil para fines escolares que para una estampilla de circulación nacional.-
Camilo Umaña Caro -