Más allá de las montañas

Título original: Shan he gu ren

País: China

Año: 2015

Director: Zhangke Jia

Guion: Zhangke Jia

Actores: Tao Zhao, Yi Zhang

y Jing Dong Liang

Duración: 131 min

Más allá de las montañas ilustra los peligros y posibilidades de las películas episódicas. Dividida en tres segmentos ambientados en 1999, 2014 y 2025, cada uno filmado en un formato distinto, deja una sensación de decepción por terminar en el segmento más débil, aunque hay suficientes momentos brillantes en los otros dos como para matizar esa idea.

Al igual que en sus otras películas, el director Zhangke Jia retrata acá la incertidumbre de China con personajes que parecen paralizados ante una realidad donde los valores de un presente hipercapitalista se estrellan con los de una cultura tradicional.

La película comienza y finaliza con la canción Go West, de los Pet Shop Boys, acompañada de una coreografía casera, que puede verse como un resumen melódico de la occidentalización de China en décadas recientes y del destino que les tocó a sus protagonistas. En el primer momento es una coreografía esperanzada y en el último resulta más bien el recuerdo melancólico de una esperanza incumplida.

Las tres historias se centran en el personaje de Shen Tao (Tao Zhao), una mujer involucrada en la primera sección en un triángulo castamente amoroso con Jinsheng (Yi Zhang) y Liangzi (Jing Dong Liang).

Este segmeno nos sitúa visualmente en el terreno clásico de las películas de Jia: ciudades polvorientas sin un árbol a la vista, obras espectaculares de ingeniería en medio de la nada y trabajadores resignados a unas condiciones laborales infrahumanas.

Jinsheng es un empresario con una chaqueta de cuero y un auto alemán, y Liangzi, menos pujante pero más dulce, trabaja en una mina de carbón. Las salidas de los tres tienen algo inocente y juguetón, que recibe una dosis de melancolía de su entorno desolado.

El segundo segmento mues-tra el regreso de Liangzi, quien se había ido a trabajar a otra ciudad, y a Tao, que se reúne con su hijo de 6 años después de no verlo por un tiempo.

En la última sección, el protagonista es el hijo, ahora veinteañero, que no habla chino, que cumplió (o se vio obligado a cumplir) el coro de la canción yéndose a Australia y que existe en un limbo angustiado.

Aunque es lógica la división de los segmentos, emocionalmente no termina de funcionar: en las dos primeras secciones las relaciones entre los personajes están hiladas con cuidado y resultan emocionalmente resonantes mientras en la tercera, quizás por el inglés desganado de los diálogos, se sienten planas e impostadas —como si la película misma se contagiara de la sosera de los seres globales, desatados de tradiciones y comunidades—.

Aparte de algunas curiosidades (¡en 2025 habrá agencias de viajes!), el futuro aparece como una serie de postales de paisajes espectaculares pero inertes, con los que resulta difícil conectarse.

Es posible entender las partes de la película como movimientos progresivos de ese viaje al oeste: el primero incipiente, el segundo avanzado y el tercero irreparable. Pero en esta última sección el exceso de dramatismo termina por opacar la devastación de los individuos que han perdido su historia, familia y forma de ser. n

CARTELERA

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