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MORIR MATANDO

Amor, miedo, maldad y mucho humor negro en "El honor de los Prizzi".

25 de agosto de 1986

En la película "El honor de los Prizzi" hay un momento durante el cual los espectadores se sienten incómodos, anticipan que toda la maldad, toda la lujuria, toda la violencia que venían represadas a través de la crónica burlona sobre esta familia mafiosa, tienen que estallar porque el hombre, llamado Charley Partanna y su mujer, llamada Irene Walker, descubren dolorosamente que el uno tiene que liquidar al otro: él, por simples principios y ella, porque le han pagado y porque además, tiene que reponer de alguna forma el dinero que le ha escamoteado a la Familia. En ese momento, cuando el marido y la mujer identifican mutuamente el miedo, la sorpresa y sobre todo, la decepción, el espectador entiende por qué el entusiasmo mundial que ha circulado alrededor de una película realizada por un muchacho de 79 años, John Huston, el mismo de "El tesoro de la Sierra Madre" y "El hombre que quería ser rey", además de medio centenar de historias en las cuales, otros hombres, otras mujeres también han descubierto la infamia.
"El honor de los Prizzi" está basada en una novela popular de Richard Condon (el mismo autor de "El candidato de Manchuria" y típico exponente de la generación de escritores norteamericanos que ha seguido el camino abierto por Hammett y Chandler), y quiere ser una mirada dura e irónica a ese universo cerrado de la mafia norteamericana pero sin la trascendencia y la monumentalidad de los personajes de Mario Puzo, con más sentido de lo humano y lo doméstico, con una visión más accesible de esos personajes para quienes el honor, la familia, el deber, la sangre, el dinero, la patria, la madre son símbolos de un sistema que debe ser defendido con la propia vida.
Hay cuatro personajes claves en esta historia. Charley Partanna, hijo de un miembro del clan, un muchacho rebelde que se ha convertido bajo la tutela de los demás, en un asesino perfecto, que cumple los encargos sin pensarlos ni discutirlos, que ejecuta sin dejar el menor rastro, que tiene a la Familia por encima de todo, aun de sus sentimientos. Maerose Prizzi, la nieta del "capo", ha vivido durante varios años con Charley y un día decide fugarse con otro a México, desde donde es devuelta, a la fuerza, por dos esbirros del abuelo. Como castigo a su traición es excluida de toda relación con la Familia. El abuelo Prizzi, aparentemente sordo y medio ciego e inválido, maneja los hilos con dureza, con avaricia, con un conocimiento sorprendente de la naturaleza humana. Y la extranjera, Irene Walker, la rubia sensual que es contratada dos o tres veces al año por distintas Familias para que realice una ejecución: ella y Charley son los mejores en su oficio. Aparentemente no deberían conocerse, no deberían andar juntos, no deberían amarse, pero ahí, gracias a Condon y el humor negro de Huston, está la clave de esta película.
Jack Nicholson es Partanna, Anjelica Huston es Maerose y la rubia peligrosa es interpretada por Kathleen Turner. La película se abre con una escena ruidosa, una ceremonia que permite conocer todos los personajes mientras la nieta del clan se casa y lo celebra. Ahí comienza a desenredarse la madeja: Maerose, vengativa por su encierro, colocará a Irene en el camino de Charley porque sabe que ambos, excelentes ejecutores, sabrán eliminarse.
Pocas veces en los últimos años habíamos conocido una película con personajes, situaciones y elementos tan tortuosos. Nadie es inocente. Todos quieren eliminar a los demás con la excusa de salvar la Familia. Todos hacen pactos, cierran acuerdos, logran adhesiones con la mira de ir sobreviviendo a la matanza en cámara lenta que se va incubando desde las primeras escenas. La ironía de todo esto es que una mujer tan sensual como Irene Walker cometa el mismo error de las otras mujeres del monton: se enamora sin darse cuenta, se entrega y en medio del rumor de las sábanas, presiente que una pieza no esta en su sitio.
Más que una película sobre los mafiosos, es un tratado sobre la maldad y el humor negro de quienes siguen representando la imagen deteriorada de un clan que sobrevive porque sigue matando, aun a los suyos, en ceremonias rituales que recuerdan los movimientos cansados de los locos: por eso cuando Charley hace el amor con Irene o con Maerose, agoniza y tiembla como si fueran los estertores finales: la verdad es que desde el comienzo de la historia todos saben que están muertos, demasiado.