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NO SON COMO LOS PINTAN

Vitus Droscher, escritor alemán, explora el mundo animal y desvirtúa creencias erradas.

16 de agosto de 1982

PERRO QUE LADRA TAMBIEN MUERDE, de Vitus B.Droscher.-Planeta 1982-.
En enero de 1981 el hijo del profesor Arthur Krause sufrió un accidente en una pierna y fue enyesado. Desde entonces se le permitió usar el mejor sillón de la casa, prohibido para el perro Hubert, un podenco. Días más tarde, el profesor encontró a Hubert cómodamente instalado en el sillón. Al obligarlo a bajar vio que no solo cojeaba, como el muchacho, sino que se había pegado con saliva a una de las patas un trozo de papel. Su única equivocación consistió en que la pata coja no era la que cubría el papel.
En el curso de un experimento se criaron juntos ratones y gatos. Después se les separó y un año más tarde se llevaron ratitas al sitio donde estaban encerrados los felinos. Unicamente una minoría dio muestras de instintos agresivos. Pero las ratas se salvaron pues los restantes las defendieron, e inclusive las lamieron como si fueran sus hijas.
Los gatos no son ingratos como se dice. La tristeza que les causa la separación de un ser querido puede matarlos. Así estuvo a punto de ocurrirle a Félix, a quien su dueño, por motivo de viaje, dejó en una "residencia" gatuna. Avisado de que el minino se hallaba en trance de muerte por negarse a comer, regresó, pero, al revés de lo que hubiera hecho un perro Félix, terriblemente decepcionado, continuó rehusando el alimento. Fue preciso que su amo le pasara y repasara ante la nariz trozos de carne atados con una cuerda, para que diera por fin un zarpazo y despertara su deseo de vivir.
Este libro de Vitus B. Droscher: es, como los de Konrad Lorenz que le merecieron la distinción del Premio Nóbel, fruto de la erudición, la experiencia y la simpatía aplicadas a los que han sido llamados nuestros "hermanos menores". Su lectura participa en algún grado de la virtud sedante que transmite el trato con éstos, como un oasis en medio de los libros-denuncia, de los libros-testimonio y de los libros eroticos. Tal vez, entre las razones que están induciendo al ser humano a defender la vida animal, aparte de la de atender a la propia integridad, figura tambien la de conservar la visión estable del mundo. Si es cierto que la sociedad se ha construido sobre la mentira, que se archiva a la religión, que la mujer es una competidora y que el niño carece de inocencia, al menos se cuenta todavía con la lealtad del perro, la mansedumbre de la oveja, la solidaridad del caballo, la ternura de la paloma.
Como medio para estudiar las relaciones del simbolismo primitivo con el auténtico conocimiento de la naturaleza, Droscher selecciona muchos refranes y adagios populares, sin llegar no obstante a resultados positivos sobre la materia. No es muy convincente el sentido de observación en ese campo. Así por ejemplo, el proverbio "el hombre es lobo para el hombre" carece de fundamento. Los lobos viven en manada para ayudarse mutuamente. Quien apela al término "lavarse como un gato", falla ciento por ciento. La limpieza corporal demanda a los félidos una atención de aproximadamente hora y tres cuartos diarios, sin contar con que su lengua posee pequeñas protuberancias córneas que sirven de cepillos. Ya se sabe que sus uñas se hallan sometidas periódicamente a la más exigente manicure. Afirmar que alguien es "más estúpido que un asno" tipifica al hombre, ingrato con quien más le sirve. El burro, generalmente mal comido, castigado con crueldad y obligado a transportar cargas superiores a su propio peso, llega a veces a los 40 años sin haber disfrutado de descanso y finalmente nos entrega su carne. (Droscher asegura que todos la hemos probado en salchichón). Según tests muy completos el cuociente de inteligencia del asno supera al del caballo, ensalzado sin embargo por su dueño que le atribuye hasta la capacidad de pensar.
Otra afirmación incongruente es la de decir que alguien "posee más olfato que un perro". Aunque en los envios clandestinos de droga se usen bolas alcanforadas o de amoniaco para dormir el olfato, los perros sabuesos la detectan. También "huelen" cuando uno se asusta, se enfada, se entristece o miente. Tales estados producen emanaciones imperceptibles para nuestro olfato-tan pobre, que ni siquiera el lenguaje posee un término como ciego o sordo, a fin de indicar la deficiencia de ese sentido. El perro que ladra puede morder o no. Nadie es capaz de preverlo. En lo que le concierne, lo importante consiste en hechos como el de que en la actualidad hay hoteles donde ha desaparecido el robo de equipajes, gracias a perros dogos que avisan si el olor de las maletas coincide con el de quienes las transportan.
Cuando se habla de "amor animal" se busca especificar la unión física, desprovista de sentimiento. Nada más lejos de la realidad. Nuestros hermanos menores, demuestran gran apego a las formalidades del cortejo amoroso y algunos son monógamos, como los cuervos, los cisnes y las palomas. A propósito del cisne, no es cierto que no cante sino una vez antes de morir. Por la fuerza de su mito, nadie dispara contra esta ave, en la que Aristóteles creía ver encarnadas las almas de los poetas. En cambio el rinoceronte se halla en via de extinción porque corrió la voz de que su cuerno, reducido a polvo, estimulaba las funciones sexuales. Droscher se irrita contra este grotesco y falso simbolismo, pero Dali solia presumir de que sus cuadros daban exactamente la medida de varios cuernos de rinoceronte.
Desde las fábulas infantiles, los animales son a la vez extraños y familiares. En cada uno se compendian todos, lo mismo que en cada hombre está presente la humanidad.
Elisa Mújica