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OPERA EPICA

El tema homérico de Ulises fascinó a Monteverdi

7 de noviembre de 1983

Raymond Leppard hizo la dirección del milagro musical.
Homero viajó desde la polvorienta Atenas. Monteverdi llegó con sus madrigales venecianos hacia el atardecer. Los Coros Glyndebourne y la Orquesta Filarmónica de Londres estaban a punto de exhibir su virtuosismo en la obra. "El retorno de Ulises a la Patria" iba a inaugurar la rica melodía de su narración. Y la capital inglesa, estremecida por el escalofrío del Támesis, envolvía al público del Festival Glyndebourne en la luz del tímido verano de 1979. Discos CBS prensó la sinigual coincidencia de esa tarde londinense en un bello álbum de la serie "Master Works", No. 35910, editado el año pasado.
El tema homérico de Ulises que regresa a casa después de haber vivido un intenso y diverso periplo también fascinó a Claudio Monteverdi. Y ha seguido iluminando la imaginación creativa de muchos artistas. En literatura del siglo XX bastan dos ejemplos significativos: el dédalo del lenguaje que trazó Joyce en su novela y el agudo poema "Ithaca" de Cavafy. Queda, pues, disculpado Ronsard por querer beber "La Odisea" como un vino cordial en sólo tres días. Al abrigo especial de la atmósfera veneciana, el gran músico italiano del siglo XVII recreó este mismo tema homérico con un drama musical compuesto en el estío de 1640. Seguramente sin saberlo, como ha ocurrido con tantas otras obras maestras, estaba Monteverdi sentando una de las primeras piedras miliares de la ópera.
Si la polifonía dominó al siglo XVI, el recitativo cantado gobernó al siglo XVII. Nacido en los salones florentinos con el propósito de revivir la tragedia griega clásica, el recitativo pretendió reconstruir una estética platónica apta para el espectáculo teatral en el que la música desempeñara el rol principal. Y lo logró con creces. Jacopo Peri inauguró el recitativo cantado con dos obras que constituyen las primeras óperas en la larga historia de la música: "Dafne" y "Eurídice". El drama musical acababa de nacer en Florencia. Pero sería Claudio Monteverdi quien le diera su plenitud y madurez artísticas, superando el academicismo inicial. "Orfeo" y "Ariadna", compuestas en 1 607, más que obras maestras, son el fruto evolucionado de un artista que se adelantó a su época.
Por ese entonces, se abrieron en las ciudades los primeros teatros con boletos y se conformaron las primeras compañías dramáticas e itinerantes. El drama lírico italiano llegó hasta Viena y París, propiciando una verdadera explosión de espectáculos rivales. La leyenda mitológica y la escena bíblica, las divinidades paganas y las huestes del cielo, los monstruos y las hadas, todo encontró su justo sitio en el cuerno de la abundancia de la ópera: la canción popular, el aire trágico, la evocación bucólica, el himno guerrero, la oda burlesca, el lamento enérgico, los coros solemnes y ceremoniosos.
Autor de 9 libros de madrigales y de las célebres "Vísperas de la Virgen María", Monteverdi tiene una amplia producción dramática inspirada en temas helénicos: "Andrómeda", "Diana y Endimión", "Mercurio y Marte", "El Rapto de Proserpina", "La Boda de Eneas con Lavinia" y "La Victoria de Amor". Su obra póstuma, "La Coronación de Popea", es la primera ópera de que se tiene noticia basada en un acontecimiento real e histórico. El argumento de "El Retorno de Ulises a la Patria", tomado directamente de "La Odisea", es netamente heroico y épico. Opera comandada casi siempre por tumultuosos personajes masculinos acorralados entre el bien y el mal, todo está magistralmente revivido en Londres por el director Leppard, con el feliz encuentro de Homero y Monteverdi en el Festival Glyndebourne.