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Opera y... ¡olé!

Un montaje realista de 'Carmen', que mezcla el toreo en vivo con la ópera, se presenta en Bogotá.

23 de septiembre de 2002

Audaz es el mejor calificativo que puede darse al espectáculo montado por el director sevillano Salvador Távora y que se presentará en la Plaza de Toros de Bogotá los próximos 26, 27 y 28 de septiembre. Távora, sevillano de pura cepa, se propuso reaccionar contra las versiones del drama de Carmen la cigarrera, elaboradas en lo literario por el escritor francés Prosper Mérimée y en el operático por el compositor, también francés, Georges Bizet, por considerar que presentan una visión confusa del gitanismo, que enredan lo andaluz con un españolismo de cliché y que ignoran y deforman la realidad profunda y seria del barrio de Triana, de Sevilla, sus gitanos y la cultura andaluza en general.

Távora ve en la ópera de Bizet una visión romántica, viciada y complaciente con una realidad que es cruda y áspera, mil veces agredida y falseada por el equívoco. Así, fue a las fuentes y luego de una paciente investigación documental de la vida sevillana entre 1800 y 1839, años en que se producen los hechos que dan origen a la leyenda de Carmen, obtuvo los datos y argumentos para elaborar su propia versión. Carmen, según esas investigaciones, es el prototipo de una nueva clase, un proletariado femenino formado por mujeres independientes, no sujetas a la autoridad de un hombre. Y, en el caso concreto de la cigarrera, ésta encierra una carga erótica, destructora del orden establecido que se une al potencial revolucionario de esa nueva clase.

Tal es la visión de Távora, que se aleja bastante de la mujer concebida por los creadores franceses, quienes muestran a una gitana seductora, que vive sólo para el presente, se consume en el encuentro con sus propias emociones, considera el amor como un antojo transitorio y cuyo atractivo lleva fatalmente a los hombres a la perdición. Para Távora hay un buen trecho entre la Carmen pendenciera y bruja que reparte amores entre militares y bandoleros por tabernas y pasajes siniestros y la Carmen que asumió posturas políticas progresistas que la llevaron a liderar importantes conquistas en el campo de las incipientes libertades de la mujer andaluza. Incluso la obra incorpora el tema histórico-político, con cañas y guitarras por soleá que celebran al famoso general Rafael de Riego, sublevado en 1820 en el pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan, en el marco de una conspiración a favor de la Constitución de Cádiz de 1812, derogada en 1814 por Fernando VII.

Aún así hay que reconocer que el mito de Carmen se le debe a Merimée y a Bizet y a los guionistas de éste último, Henry Meilhac y Ludovic Halevy, y que a partir de esa propuesta ha tenido una vigencia, como figura arquetípica, similar a la de Fausto y Don Juan, por ejemplo. Tal vez por esta última razón, por ser un mito instalado ya en una vastísima cultura, Carmen se presta para diferentes interpretaciones.

Pero siempre queda la esencia. Esa que recrea el drama de una hermosísima gitana, trabajadora de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, de la que se enamora un militar vasco, llamado José Lizarrebengoa, quien tras participar en una redada de gitanos en el barrio de Triana, se siente atraído por la belleza de la mujer y evita su detención. Por el amor de Carmen, José deserta del ejército y se convierte en contrabandista y bandolero. Pero José quiere no sólo el cuerpo sino también el alma de la gitana. Ella, se sabe, sólo obedece a antojos sentimentales, y por tanto se niega a profundizar la relación y despide al amante, hecho que lleva a éste a acuchillar a la inconstante cigarrera en un arrebato de celos.

Esa Carmen de Távora, revolucionaria e independiente, es mostrada en la versión del director sevillano con su entorno más auténtico: tambores y cornetas, martinetas, deblas y tonás con letras de la época que revelan la realidad popular andaluza; bailes, sangre, dolores, hechos y costumbres de su momento y de su barrio de Triana. En materia musical el espectáculo presenta apenas unos extractos de la ópera de Bizet, pues la mayor parte es obra del propio Távora, de Rafael Soto Reyes y José Ramón Pérez Soto.

Y no sobra anotar que en su conjunto conserva la misma estructura de la ópera de Bizet, conformada por las tres partes del drama: seducción, conflicto y resolución trágica. El virtuosismo llega a tal punto que el caballo del picador deslumbra marcando el ritmo de la famosa marcha operática con los movimientos de sus patas. Como otra audacia, este espectáculo incorpora una corrida en vivo, que en Bogotá se hará con un toro de la ganadería San Martín y con la actuación del legendario rejoneador Angel Peralta.

La Cuadra de Sevilla, como se llama el grupo que presenta el espectáculo, trabaja desde hace 25 años y ha puesto en escena 12 montajes que son portavoces de una cultura específicamente andaluza. La Cuadra ha obtenido numerosos premios internacionales y se ha presentado en cerca de 30 países y en 126 festivales internacionales. Ahora se verá a sus 55 integrantes en las arenas de la Santamaría, dando esta fiesta de ópera, bailes y cantos andaluces. Y ¡olé!