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RACIONALISMO EN DOS DIMENSIONES

La etapa pictórica de Ramírez Villamizar.

EDUARDO SERRANO
27 de septiembre de 1999

Antes de convertirse en uno de los escultores más destacados de la modernidad colombiana
Eduardo Ramírez Villamizar fue un pintor que dejó en sus lienzos un testimonio elocuente de sus primeros
impulsos creativos y de su orientación cada vez más decidida hacia la austeridad y la geometría. Así se
hace manifiesto en la exposición de su etapa pictórica que se lleva a cabo en el Museo Nacional, en la cual
también es perceptible su temprana adhesión a la tesis de Hegel sobre el arte como apariencia sensible de la
idea.
Llama la atención en la obra que inicia la muestra (Naranjas, 1946), la influencia, posiblemente
inconsciente, de Cezanne, por cuanto implica sobre la innata inclinación del artista hacia la problemática de
los planos, la estructura y la composición. Pero la exposición deja en claro así mismo que el futuro escultor
buscaría primero la concreción de sus reflexiones a través de un sensible naturalismo, y sobre todo, de un
enfático expresionismo, y que sólo después de haber experimentado con las posibilidades de estas
modalidades pictóricas se encauzaría definitivamente hacia la consideración de la realidad por medio del rigor
que es reconocido como la principal característica de su lenguaje.
La parte más lograda y fecunda de la muestra se inicia, por lo tanto, con sus trabajos de la década siguiente
y en especial con obras como La copa azul (1953) y Composición dorada (1954), en las cuales se hace
evidente su atracción por los argumentos del cubismo. A partir de ese momento resultan cada vez más
perceptibles sus incursiones en las tesis de otros movimientos de vanguardia, hasta llegar finalmente a la
abstracción pura, producto exclusivo de su imaginación, y hasta desembocar en raciocinios constructivos
elaborados sobre fondos planos que les otorgan una aparente tridimensionalidad, los que hicieron
imperativa su irrupción en los espacios de la vida mediante la exploración de proyectos escultóricos.
Sus pinturas de ese entonces son obras en las que priman la lógica y el orden, permitiendo vislumbrar
su fe en los razonamientos y el progreso de la humanidad. En sus planteamientos la línea recta es el
principal recurso para las delimitaciones cromáticas, aunque también aparecen pequeños círculos y
ondulaciones que les otorgan cierta agitación y que rompen la severidad de los planos más prolongados. El
color _su comportamiento e intensidad, su consonancia y sus contrastes_ se convierte, a su vez, en la
válvula que permite aflorar sensaciones e intuiciones entre los requisitos de la exactitud.
La exposición pone de relieve la solidez y los alcances de las convicciones creativas de este escultor
nortesantandereano que ha expuesto en importantes galerías alrededor del mundo y que ha alcanzado todos
los reconocimientos y condecoraciones que se otorgan a los artistas de Colombia. La inclusión de
demasiadas obras del período formativo, sin embargo, deja en claro que la buena curaduría de una
exposición no consiste en reunir el mayor número de trabajos de un artista, sino en seleccionarlos de
acuerdo con la relevancia de sus implicaciones, en tanto que la presentación de una pintura de factura
reciente patentiza la gran dificultad de los artistas para retomar un determinado rumbo después de haberlo
suspendido durante un extenso lapso.

Evocaciones escultóricas
Tiene lugar en la galería El Museo una aguda exposición de esculturas de Consuelo Gómez, en la cual se
hace manifiesta tanto su capacidad de análisis formal y conceptual como el poder evocador que logra
infundirle a sus proyectos. En su obra se reviven procesos artesanales como la talla y la ornamentación y
se conjugan diferentes materiales, como hierro, vidrio, acrílico, madera y aluminio, con los cuales crea
sugestivos contrastes que complementan las indicaciones de las formas.
Su trabajo parte de un estudio de las facultades de la geometría para generar volúmenes que en algunos
casos aluden a la arquitectura, en otros hacen referencia a la expresión plástica de las civilizaciones
precolombinas, y en otras ocasiones enfatizan el carácter ceremonial de la vida cotidiana. La escala de las
piezas de esta muestra es interior, doméstica, llamando la atención su liviandad dibujística, o mejor, las
reminiscencias que impone del dibujo, pero no como boceto preliminar sino como resultante de su desarrollo
tridimensional. Cierto ánimo poético también es detectable en sus pronunciamientos, por ejemplo, en una obra
en la cual se insinúa el día doblándose sobre la noche, en otra donde las hojas del otoño se esparcen
ordenadamente sobre un muro, e inclusive en un trabajo que visto de frente parece sencillamente un cubo
aunque al recorrerlo por sus lados plantea la paradoja de una casa contenida por una ventana.
Una serie de jarras realizadas según los patrones estilísticos de la vanguardia modernista complementa
la amplia variedad de opciones que explora esta escultora, para quien la originalidad y la visión siguen
siendo el fundamento del trabajo artístico.