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RAMIREZ

Una obra que todos esperaban: un libro que recoge el itinerario de la obra del escultor santandereano.

11 de febrero de 1985

Ramírez Villamizar. Museo de Arte Moderno.
Flota Mercante Grancolombiana. Diseño de Benjamín Villegas.
Bogotá, 1984. 221 páginas.
La obra de Eduardo Ramírez Villamizar sólo se podía acceder muy accidentada y fragmentariamente. Imaginemos que alguien -y son muchos- estuviese interesado en seguir el itinerario de la obra de Ramírez Villamizar. Este sujeto hipotético tendría por delante un camino casi imposible de recorrer.
Si una parte de la obra de Ramírez Villamizar se haya enclavada en importantes edificios públicos, en las diversas ciudades del país -en parques y otros lugares públicos- la otra parte de su obra es casi inaccesible pués es la que corresponde a diversas colecciones privadas. De otro lado las exposiciones, generalmente, han dado una idea de una etapa o de un tránsito en su obra, pero de su obra de pequeño formato, ya que, como las esculturas de Ramírez Villamizar aspiran a los grandes espacios abiertos, éstas se hallan en lugares poco usuales y no siempre de fácil acceso; su museo sería el mundo entero, abierto al hombre de la calle y al hombre de la naturaleza.
Ahora bien, estaba por realizarse ese itinerario ideal: la empresa de recoger en un libro ilustrativo la obra artística de Eduardo Ramírez Villamizar. Era una tarea urgente, dispendiosa, tan justa como trascendental, pero que había carecido hasta ahora de un adecuado mecenazgo para una labor que exigía el concurso de no pocas cualidades.
Felizmente, como aporte cultural de la Flota Mercante Grancolombiana y con la impecable concepción gráfica de Benjamín Villegas, el Museo de Arte Moderno de Bogotá presentó recientemente el libro "Ramírez Villamizar" en donde se recoge buena parte de la obra del gran escultor colombiano. Este libro convierte a sus poseedores en espectadores de una admirable muestra retrospectiva que abarca 35 años de trabajo artístico.
Con un ensayo de Federico Morais, "Utopía y forma en Ramírez Villamizar", y con el despliegue de más de 220 fotografías realizadas por 26 profesionales especializados, el libro es un catálogo completo -La Summa, se diría- de la admirable obra de Ramírez Villamizar.
El ensayo de Morais y las ilustraciones se complementan armoniosamente, como es necesario, a lo largo de estas páginas. En ellas podemos encontrar todas las etapas de la obra de Ramírez Villamizar, desde los inicios del artista y su primera gran ruptura, lo que significó el encuentro definitivo con su más alta y categórica forma de expresión: el constructivismo.
El constructivismo libera a Ramírez Villamizar de la visión y de las amenazas del caos, ya desde su época de pintor, cuando reacciona contra las formulaciones del expresionismo. "Reaccioné -dice Ramírez Villamizar- contra la violencia del expresionismo mostrando su contrario y el contrario de la violencia es construir, es orden, es civilización".
Hacia 1960 la obra de Ramírez Villamizar presenta un tránsito hacia la abstracción. En la forma, en la forma pura -"simplifcación de los elementos pictóricos reducidos a planos únicos" (Marta Traba)- Ramírez Villamizar encuentra los medios por los cuales su arte transforma, sin vacilaciones ni subjetividad, la experiencia del hombre y de la naturaleza en experiencia artística. La abstracción de sus formas -y su evolución es un espectáculo sugerente- parte de la naturaleza o del movimiento, y a la naturaleza o al movimiento regresa, ya sea por su inserción en un paisaje natural o por las denominaciones y las leyes con que define la estricta geometría de sus esculturas.
El constructivismo de Ramírez Villamizar no es una formulación estática acerca de la intersección y desarrollo de planos teóricos, ni es una respuesta geométrica al problema mimético del arte, pero aún así participa de ambas categorías. Así lo podemos comprender en los pasos que marca uno de los más lúcidos ciclos evolutivos del arte colombiano. Entre 1968 y 1978 la actividad plástica de Ramírez Villamizar llega a su plena madurez artística.
El libro "Ramírez Villamizar" nos llega en su mejor momento. Es un testimonio de la capacidad evolutiva del artista y en ella las variaciones y el carácter del cambio son puras sugerencias visuales a partir del modelo constructivo. El libro es un "deleite visual", si; pero -y ésta sería su ley- es también un estímulo para la comprensión de sus esculturas en ese dominio en apariencia impensable: la abstracción en el arte. Estímulo y comprensión en la medida en que el concepto de armonía construida se desarrolla, y se descubre a sí misma, en relación con el entorno.
Con el arte moderno, con la escultura de campos abiertos, el artista no pretende dar la espalda al orden natural, sino derivar de allí sus leyes en una lógica que las desarrolla bajo otro dominio: el del arte. Una lógica que si como en Ramírez Villamizar, se resuelve en un orden geométrico, es porque en él se han conservado las leyes de proporción, armonía, ritmo, equilibrio y duración ocultas en la naturaleza misma. Así encontramos cómo el espacio interior de las esculturas de Ramírez Villamizar deviene espacio exterior, orden, perspectiva que sugiere -como lo anota Morais- el poder de síntesis del haiku y que es como un elan que nos da "una calma alerta, que nos aligera" (O. Paz).
La colección de ilustraciones de la obra de Ramírez Villamizar y el breve pero elocuente espacio en que Morais reflexiona sobre la obra, conforman en definitiva un libro excepcional: es una invitación para la contemplación del arte moderno a través de uno de sus mejores ejemplos: Ramírez Villamizar.