Evento especial
Sobre el Concurso Internacional de Violín, una competencia que enaltece espíritus, charlamos con Santiago Trujillo
El certamen inédito reúne en Bogotá a 20 excelsos violinistas sub-30 del planeta, que se medirán pero también compartirán su camino con jóvenes músicos. Al respecto, dialogamos con el violinista fuera de concurso que lo impulsa: el secretario de Cultura de la capital.
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NADA ASÍ HA sucedido antes aquí, por lo que recibirlo con amplio interés se justifica. Bogotá congrega en competencia a 20 de los mejores violinistas sub-30 del planeta, que vienen a mostrar su talento, a aspirar por una bolsa considerable, pero también a asombrar al público bogotano con algo que jamás ha presenciado. Además, por medio de clases y encuentros, dejarán un legado inspirador para los jóvenes que hoy abrazan ese instrumento.
Entre los competidores, el bogotano Iván Orlín Ariza, que representa al país y compartirá su camino. En charla con SEMANA (que puede leer completa en este enlace), Orlín destaca que ese elemento educativo no es común en estas competencias y que pondrá a prueba la capacidad de muchos grandes músicos de transmitir. Si un evento así ha de tener un diferencial, que sea este, es loable.

El concurso abrió el 30 de octubre y se desarrolla en tres fases: la primera, se extiende hasta el 2 de noviembre; la segunda tiene lugar el 4 y el 5 de noviembre, y la final sucede el 7 de noviembre en el Teatro Mayor, que coronará entre tres finalistas al ganador.
Detrás de este evento está un hombre que en violín ha visto desde niño a un compañero de viaje. Santiago Trujillo está cerca de cumplir dos años al frente en una Secretaría de Cultura desde la que ha liderado proyectos culturales ambiciosos de esta administración (entre varias, una Bienal de Arte y un Festival de Artes Vivas).


Al respecto de aspectos notorios de este glorioso instrumento y la dimensión de un evento nuevo y emocionante, esto nos dijo.
SEMANA: Háblenos de su conexión con el violín…
SANTIAGO TRUJILLO: No hay nada más afortunado en una sociedad que un niño o una niña pueda tener cerca el arte desde la primera infancia (la danza, el teatro, el audiovisual, la literatura o, por supuesto, la música).
Tuve la suerte de tener cerca la música y un violín. Desde los 5 años me fascinó el instrumento y me adentré en su universo. También toqué piano, la tuba y otros instrumentos, pero con el violín construí una relación que mantengo hasta hoy.
SEMANA: Esto explica solo en una pequeña parte por qué nace el Concurso Internacional de Violín…
S.T.: Es el instrumento más numeroso de la Orquesta Sinfónica (mientras hay dos oboes, hay 24 violines). La razón principal de hacer el concurso es que la Filarmónica de Bogotá tiene hoy un programa de formación sinfónica para 30.000 niñas y niños del Distrito, y el instrumento más tocado es el violín. Había una expresión mayoritaria del instrumento en el proceso de formación musical de la Filarmónica, así como en los procesos orquestales, juveniles e infantiles del resto del país.

Por otro lado, es un instrumento muy versátil que forma parte del repertorio universal. Porque todos los grandes compositores o tienen un gran concierto para piano o tienen un gran concierto para violín, y ha sido investigado musicalmente por Bach, Vivaldi, Corelli, Haydn, Mozart, Beethoven, Chaikovski… Además, está presente en las músicas populares. En América Latina, es protagonista con el bandoneón del tango, con el guitarrón en la trompeta del mariachi. El violín caucano aparece en el Pacífico colombiano y suena en el Petronio Álvarez, y es clave en la charanga, el forró brasileño y las músicas gitanas del mundo. En términos sonoros, el instrumento forma parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Cada instrumento tiene un universo mágico, pero escogimos el violín por estas razones.
SEMANA: Es ambicioso, un certamen con aspiración continental, alcance global e impacto local…
S.T.: Que vengan los 20 violinistas jóvenes más importantes del mundo a concursar es fundamental porque queremos poner a Bogotá en el mapa de la música sinfónica en el planeta como una ciudad con un ecosistema musical sólido. Queremos hacerla una de las pocas ciudades que tienen concursos instrumentales de alto nivel (Moscú, Nueva York, Toronto y el Reina Isabel en Bélgica).

Esta es ahora la única capital en América Latina con un evento así, que queremos dejar como un legado y un orgullo para una ciudad. Porque somos la capital creativa de la música de la Unesco; tenemos los festivales públicos de músicas populares más importantes de la región con 30 años de existencia; contamos con una bienal internacional de arte y, ahora, con un concurso internacional de violín. Y no es gratuito que esté pasando esto, tenemos un ecosistema que permite que suceda: tenemos en la Filarmónica de Bogotá una de las cuatro orquestas más estables de América Latina, una de las más estables, con mejores salarios y mayor prestigio de la región (con la de México, São Paulo y la de Chile); y contamos con el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo (JMSD), uno de los tres principales teatros de América Latina.
EL CONCURSO ES UNA VITRINA QUE ENALTECE EL ESPÍRITU, Y TRUJILLO ATRIBUYE SU REALIZACIÓN AL ECOSISTEMA MUSICAL DE BOGOTÁ.
Y teníamos que inspirar a los jóvenes que están dedicando su vida a la música. Este concurso no solo entrega recursos a músicos internacionales. Logramos que los concursantes den masterclasses a 51 violinistas de este país, que van a tener 20 violines hechos por luthiers profesionales de primer nivel. Impulsarán sus carreras. Eso es algo muy importante. Por último, el público sinfónico de esta ciudad y este país ha crecido en los últimos años, y el público de la música sinfónica necesitaba otro formato, algo que no hubiese pasado nunca, y lo que nunca había pasado era justamente un concurso como estos...

SEMANA: La competencia en el arte puede generar debates, pero si algo la justifica es tener un jurado de primer nivel...
S.T.: Marta Senn me decía hace unos días, entre mails y chats, que si no hubiese sido por los concursos, ella no hubiera impulsado su carrera como mezzosoprano. Los concursos son vitrinas, y esta no es una competencia por la competencia. Es como cuando vas a los olímpicos y ves la gimnasia olímpica: enaltece el espíritu ver cómo la humanidad se esfuerza por la perfección y se esfuerza por poetizar esa perfección a través del movimiento corporal. Y es lo mismo con el violín y con cualquier ejercicio instrumental: movimientos corporales que cobran sentido a través de la construcción de un sonido. Esto es como unos olímpicos del violín, o como una piquería entre dos acordeonistas en el Festival Vallenato, pero con caprichos de Paganini.
SEMANA: Hay varias fases y una gran clausura, ¿qué recomienda?
S.T.: Las personas se concentran en el concierto de apertura y en la final, pero las eliminatorias son la cosa más bella del mundo. Lo complejo es que algunas pasan en la mañana y otras en las tardes, y mucha gente estará trabajando. Pero otra gente podrá sacar un momento para presenciar las fases de selección de los violinistas ganadores, que son muy bellas porque en una mañana se pueden ver cinco versiones del Capricho n.º 24 de Paganini, interpretadas por cinco violinistas de primer nivel. Eso no se ha visto en Colombia: varias jornadas de poder ver cinco o seis violinistas, una japonesa, una italiana, uno sueco, uno norteamericano y uno ruso, interpretando todos una versión distinta. Recomiendo que la gente disfrute las fases de selección (más que de eliminación, que suena feo), que son en las mañanas y en las tardes, y destaco además el repertorio, que incluye caprichos de Paganini, sonatas de Beethoven, conciertos románticos, sonatas de Ysaÿe (más complejas incluso que las de Paganini). Y ya pueden comprar entradas para la final (el 7 de noviembre en el Teatro Mayor JMSD).
SEMANA: Toca usted violín, ¿cuál pieza escoge si tiene una para interpretar?
S.T.: Hay un concierto que es entrañable, que es el concierto para violín de Chaikovski, una pieza absolutamente potente, y siempre las Sonatas y partitas de Juan Sebastián Bach, clásicos de los clásicos, que siempre están allí, porque son obras demasiado maestras que enaltecen el espíritu.
Cuando pienso en violín, pienso en las Sonatas y partitas de Bach, y cuando pienso en ese violín virtuoso, festivo, luminoso, brillante, pienso en el concierto para violín de Chaikovski...

Bonus tracks: aluviones y orgullo
SEMANA: Secretario, usted traía una experiencia supremamente amplia a este cargo. Ya va para dos años de gestión con muchos hitos. ¿Algo lo sorprendió al asumir este cargo y ejercerlo?
S.T.: Primero, todos tenemos un sueño, y yo siempre he construido los sueños profesionales intentando hacer lo mejor por la cultura y, desde la cultura, hacer lo mejor por el lugar en donde habito (Bogotá). Me encontré con una ciudad absolutamente generosa y resiliente. En los últimos diez años, la capital ha recibido casi 370.000 víctimas, 70.000 excombatientes y, entre registro y subregistro, entre 600.000 y un millón de migrantes, la mayoría de ellos venezolanos. En ese mismo transcurso ha tenido que enfrentar un paro general y una pandemia, y eso ha traído unas dificultades que a veces la gente olvida. A veces sentimos que eso no ha sucedido.
Acabo de venir de Mondiacult, de sentarme en un panel donde dos de mis contertulios estaban preocupados describiendo la crisis humanitaria de sus ciudades, pequeñas ciudades en Europa, porque habían llegado 3.000 refugiados. Yo decía: “Dios, si yo les contara lo que ha pasado en Bogotá y la manera en que esta ciudad ha sido capaz de responder garantizando esos derechos”. Sí, hay un problema de seguridad, hay un problema de residuos y los estamos solucionando porque tenemos gente al frente seria, técnica, responsable. Hay mucho que la gente no dimensiona, olvida todo lo que ha pasado.
Y hemos asumido esa situación compleja. ¿Cómo actúa allí la cultura? ¿Para qué está la cultura en una ciudad que tiene que enfrentar estas dificultades? Primero, para construir conversaciones que nos despolaricen, que desenfaden el espíritu, que desestresen el alma. Segundo, para hacernos sentir que, además de los problemas que tenemos que solucionar, que son muchos y lo estamos haciendo de manera responsable, hay una cantidad de cosas positivas, hechos que nos hacen felices y de los que debemos sentirnos orgullosos.
Estamos aquí para decirle a la ciudad: es mejor asumir los problemas con una actitud de orgullo y confianza en la sociedad y en la ciudad que somos, que estar pesimistas y odiando el lugar donde vivimos. Primero hay que amar el lugar donde vivimos. Cuando uno quiere donde vive, lo defiende, lo protege, lo cuida, lo limpia, y se une para que las cosas salgan bien.
En la Secretaría de Cultura somos esa instancia que se preocupa todos los días por agenciar, gestionar y construir orgullo, felicidad y calidad de vida en Bogotá, y darle a la gente la posibilidad de decir: “Listo, hay problemas, estoy estresada, las obras me hacen trancón, pero vamos con paciencia; hay cosas buenas en esta ciudad, pasa de todo, y en esta ciudad se puede ser feliz”.
Creo que lo estamos logrando. Después de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad, del Concurso Internacional de Violín y de lo que ustedes van a ver con la Navidad que tenemos preparada este año para todas y todos los ciudadanos, la gente va a decir: “Yo aquí puedo ser feliz. Me siento un poquito más enamorado de mi ciudad”. Y eso estamos logrando, que cada vez los bogotanos y las bogotanas quieran más a Bogotá, y que muchas personas que vienen a visitarnos de otras regiones del país y del mundo digan: “En Bogotá pasa de todo, esa ciudad está volando en materia cultural”.
A eso me he enfrentado, con resiliencia, creatividad y mucho optimismo, a construir una nueva conversación en la ciudad que nos permita salir del pesimismo y de la polarización para empezar a entendernos y sentirnos más cómodos con el lugar que habitamos.
Desde la Secretaría de Cultura estamos logrando que los bogotanos y las bogotanas quieran más a su ciudad, y que muchas personas que nos visitan de otras regiones y países digan: “Acá pasa de todo, esa ciudad está volando en materia cultural”.
SEMANA: En ese ánimo de despolarizar, ¿le genera alguna opinión la gestión del Ministerio de las Culturas? ¿Cómo fluye la articulación entre ustedes?
S.T.: Con el Ministerio de las Culturas compartimos en este momento un proyecto: el Festival Internacional de Artes Vivas, en el que también está la Cámara de Comercio de Bogotá. Es tal vez el único proyecto en donde coincidimos, y me parece bien. Mientras la polarización política se incrementa, está bien que la cultura una lo que a veces la política divide.
Obviamente siento que hay visiones y maneras de hacer en las que no coincidimos, pero hay otras en las que sí. Me parece importante que desde este sector de la producción social, que es la cultura, podamos seguir tejiendo y amalgamando sinergias, sobre todo cuando las tensiones políticas se incrementan.
No es el momento de hacer un diagnóstico de lo que ha hecho o dejado de hacer el ministerio. No me corresponde ni me interesa en esa conversación. Sí puedo decir que coincidimos en el FIAV. Queremos que Bogotá tenga de nuevo un Festival de artes vivas y de teatro de primer nivel mundial. En eso coincidimos con MinCulturas y nos gusta trabajar con ellos.
En otros temas tenemos miradas distintas sobre las maneras, estrategias y posibilidades en las que podemos potenciar los resultados de una gestión cultural para un territorio. Pero en la secretaría y en el ministerio hay gente buena que quiere hacer bien la labor cultural, y eso para nosotros es más que suficiente.




