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TROTAMUNDOS Y PINTOR

Músicos, locos y bohemios en la pintura de Valentino Cortázar. En un pueblito de Creta compró sus primeros pinceles.

15 de noviembre de 1982

La bohemia lo guió o lo desvió por los caminos del arte. Labohemia de los años 60, cuando La Candelaria era todavía un barrio de locos y noctámbulos. En esa época, Velentino Cortázar sólo tenia 18 años y muchas ganas de conocer el mundo. Sin cinco en el bolsillo, ese año, 1968, dejó a Colombia y a sus amigos de La Candelaria, se embarcó en un destartalado buque mercantil en Barranquilla y se fue a recorrer los puertos del Mediterráneo y del Medio Oriente. Finalmente descendió en Haifa y allí vivió en los kibutz judíos estudiando hebreo y ganándose la vida como jardinero o cuidando vacas un día y niños al otro. Según él, fue la mejor experiencia de su juventud, rodeado de los músicos, poetas, pintores y escultores de esas pequeñas comunidades que lo informaron suficientemente sobre el arte europeo.
Pero su idea no era permanecer en Haifa. Al año empacó de nuevo maletas y en las orillas del Mar Rojo ganó como pudo la plata para viajar a Creta. Fue allí, en el pueblito de pescadores de Iearepetrak, donde Cortázar compró su primera paleta, pinceles y acuarelas y empezó a pintar a los hombres curtidos de sol y agua y las frágiles barcas que desafían las tormentas del solsticio mediterráneo. Sin escuela ninguna, apenas imbuído por una secreta intuición y su pasión por la pintura oriental, Cortázar fue descubriendo su habilidad natural para plasmar el mundo a su alrededor.
Sin una ruta definida viajó a Estambul donde pintó los baños turcos, las bailarinas, los cafés de la antigua Constantinopla. En su primer contacto con Europa, Amsterdam visitó la casa de Rembrandt y Van Gogh. Más tarde, en Londres, estudió inglés y sintió la necesidad de aprender algunas técnicas pictóricas. Los trazos de esa época tienen una clara concepción ingenuista y primitiva, por momentos, y erótica y sobresaturada de elementos barrocos en otros. El corto aprendizaje a que se sometió en la Chelsea School of Art of London, le permitió a fines del curso exponer con otros jóvenes pintores en el Instituto de Artistas Contemporáneos que dedica sus salones a creadores nuevos y a expositores latinoamericanos.
Un amigo suyo le sugiere continuar sus estudios de pintura en Madrid, pero cuando el joven llega a España en 1973, visita a Ibiza y descubre un nuevo ambiente humano y geográfico que lo absorbe por completo. Olvida entonces sus estudios académicos y se entrega a pintar. Desde ese año hace exposiciones en varios países de Europa y conoce a un "marchant" que le compra todo lo que produce para venderlo en Nueva York. En 1979 volvió a Colombia, pero sólo estuvo en el país unos meses y al año siguiente, en la primavera de mayo, se casó en París con Dominique, una joven de padres colombianos y franceses. Toda esta historia romántica viene a parar -o a seguir en Colombia, donde la pareja se ha instalado, si es que puede llamarse "instalado" vivir un día en Cartagena, otro en la península de Barú, otro en Bogotá, en el Tolima o en una finca donde Cortázar construye un gran estudio entre los árboles de naranjas y guayabas de Cachipay.
La primera exposición que hizo en Colombia en mayo de este año en el Callejón del Norte, recibió una crítica favorable y comentarios entusiastas de escritores como Andrés Holguín y Flor Romero de Nohra. Observando sus acuarelas y óleos se tiene la impresión de estar más frente a un ilustrador que a un pintor propiamente. El predominio del dibujo y la línea definida lo aproximan al estilo de los panfletos preciosistas del arte chino y japonés. Las figuras humanas de Córtazar tienen una gran semejanza a las de formaciones de las pinturas de Modigliani, aunque él insiste en no conocer a este pintor hasta hace relativamente poco, cuando alguien le hizo esta misma observación.
Mucho más desprendido del barroquismo de sus trabajos iniciales, la muestra que Valentino Cortázar expone durante todo este mes de octubre en la Galería Arte Autopista 1 de Medellín, lo presentan como un artista bastante personal entre la nueva generación de pintores colombianos. Sin embargo, entre su vida aventurera y artística todavía es posible apreciar más su coraje para lanzarse a conocer el mundo sin un centavo en el bolsillo, que su pintura en formación. De un talento innegable, Valentino Cortázar podría ser un nombre que comience a figurar con seriedad en un mundo de artes plásticas cada vez más competitivo y tenaz.
Valentín González