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Un genio para todos

Con el lanzamiento de 'Hamlet' Norma está a punto de terminar su gran aventura editorial: traducir la obra completa de William Shakespeare y acercarla a los lectores iberoamericanos del siglo XXI.

16 de noviembre de 2002

To be or not to be, that's the question. Ninguna frase literaria se cita más que esta en el mundo entero. Es el equivalente a los acordes iniciales de la Quinta Sinfonía de Beethoven. Y no es gratuito. Porque, cuatrosiglos después del estreno de Hamlet, William Shakespeare asombra por la universalidad y complejidad de Dinamarca y varios otros de los personajes que pueblan sus dramas, comedias e historias caballerescas. Es una universalidad que trasciende su época, el ámbito del teatro y de la literatura, el ámbito de la cultura occidental. "Ningún escritor occidental, ni ningún autor oriental que yo pueda leer iguala a Shakespeare como intelecto, y entre los escritores incluyo a los principales filósofos, a los sabios religiosos y a los sicólogos, de Montaigne a Freud, pasando por Nietzsche", escribió el critico Harold Bloom en su libro Shakespeare, la invencion de lo humano.

Colombia no ha sido ajena a este constante redescubrimiento de Shakespeare. En el Festival Iberoamericano de Teatro se han visto múltiples montajes de dramas y comedias del dramaturgo inglés en muchos idiomas y los grupos y directores colombianos han realizado en tiempos recientes montajes de obras como Ricardo III (Mapa Teatro) y Julio César (Teatro Libre, que anteriormente montó Noche de reyes y El rey Lear, entre otras). Los directores Fabio Rubiano y Pedro Salazar están montando Tito Andrónico y Como les guste, respectivamente, Mapa Teatro está interesado en llevar a escena Ricardo II y el Teatro Nacional tiene en mente un montaje de Hamlet.

Para el tercer milenio

Uno de los obstáculos que más han impedido acercarse al ingenio de Shakespeare ha sido el lenguaje acartonado, retórico y anticuado que suele caracterizar las traducciones realizadas por lingüistas y filólogos, en las que abundan las citas eruditas a pie de página que muchas veces, en vez de ayudar, entorpecen aún más su lectura.

Para remediar esa situación Editorial Norma está a punto de terminar una empresa que le tomó cinco años: encargarles a escritores y poetas de América Latina y España la traducción de toda la obra teatral y poética de Shakespeare. Bajo la dirección del escritor y traductor argentino Marcelo Cohen en estos días acaban de publicarse Hamlet, El rey Lear y Enrique IV, tres de las obras cumbre del genio de Stratford-upon-Avon.

De acuerdo con Ana Roda, de Editorial Norma, "la respuesta más clara y entusiasta ha sido la de los directores y actores de teatro. Son varios ya los que han escogido estas traducciones para hacer sus montajes, y eso tiene un sentido por aquello de que son traducciones contemporáneas, cuyo lenguaje está más cercano al del actor".

No fue una tarea fácil. "Traducir es elegir el tipo de derrota", señala el escritor argentino Elvio E. Gandolfo en el prólogo a su versión de Enrique V. "El traductor de oficio posee un conocimiento exhaustivo de la lengua extranjera pero sería raro que tuviera intuición poética", señala Piedad Bonnett, escritora colombiana que se enfrentó a la Noche de reyes. "Esta, que es la verdadera virtud de un poeta, le permite captar en un autor como Shakespeare la belleza de las imágenes, de las construcciones sintácticas e incluso de lo que el texto explícitamente no dice, y verterlas en forma semejante a la lengua propia. Algo de la música, de la cadencia, también se puede rescatar, aunque esto es más difícil. Prefiero la traducción inspirada de un Neruda, que no conocía demasiado el inglés pero tenía aliento y lo demás lo suplía con disciplina, que la muy correcta de los traductores de oficio que nos deja fríos".

Algunos traductores enfocaron su esfuerzo a encontrar una métrica adecuada para plasmar el ritmo de Shakespeare. Entre ellos estuvo Tomás Segovia, quien además no intentó reproducir un español del siglo XVII ni crear un Hamlet contemporáneo. "Ser fiel no es ser literal. Lo que busco es que mi texto, siendo enteramente español, sea muy Shakespeare". El mismo problema enfrentó el uruguayo Roberto Apratto, traductor de las tres partes de Enrique VI. Su compatriota Circe Maia, en Medida por medida, prefirió alterar el texto para mantener la estructura poética. "Transformarlo en prosa es peor porque el lenguaje pierde fuerza e identidad y se debilita el sentido mismo del fragmento". Un caso extremo fue el de Carlos Gamerro, de Argentina, quien se apoyó en una grabación en inglés de Enrique VIII para captar la musicalidad del texto.

En cambio el argentino César Aira, al abordar Cimbelino, prefirió traducir la obra en prosa y transpuso en ella todos los elementos poéticos de Shakespeare. "De ese modo no hubo necesidad de saltearse nada, ni proponer equivalencias idiomáticas que siempre me han parecido sospechosas". Lo mismo decidió el colombiano Juan Fernando Merino, encargado de traducir Ricardo II.

Hugo Chaparro Valderrama, de Colombia, y Kurt Folch Maas, de Chile, señalaron que su mayor dificultad fue enfrentar los juegos de palabras. La gran mayoría optó por un texto que les llamara la atención a los actores. "Decidí escribir un 'Ricardo III' que a mí me provocaría montar", expresó el peruano Alonso Alegría. Andrés Ehrenhaus, de Argentina, traductor de Pericles, príncipe de Tiro, intentó que "los actores no sufran al declamar y que las frases no sean soporíferas o trasnochadas. Y que el traductor, como los buenos árbitros deportivos, se amalgame en el espectáculo hasta desaparecer".

Eso sí, todos ellos están de acuerdo en el infinito asombro que les producen estos textos. "En Shakespeare hay toda clase de sorpresas, que siguen seduciendo al lector contemporáneo: intrigas, odios, amores, personajes reconocibles, pero además ingenio y toda clase de humor, juegos de palabras", señala Piedad Bonnett.

Tal vez allí se esconde el verdadero encanto de la obra de Shakespeare. A medida que pasan los años cada generación se encarga de revaluarla y de encontrarles nuevas interpretaciones a los Hamlet, Yago, Edmundo, Falstaff, Bottom, Cleopatra? desde hace cuatro siglos ciudadanos del mundo y de todos los tiempos.