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UN TOQUE DE IRONIA

Nuevas traducciones centran la atención sobre Iris Murdoch y ese sello personal que tienen sus novelas: la ironía

20 de agosto de 1984

A pesar de que irrumpió tarde en el panorama literario, lo hizo con un empuje y una notoriedad que atrajo inmediatamente la atención de numeroso público y, por supuesto, de los criticos. Comparado por algunos con Virginia Woolf, el universo narrativo de Iris Murdock está animado por el deseo de recuperar una visión humanista de la novela. Para otros, sin embargo, posee una uniformidad fácilmente monótona, desprovista de interés. Lo cierto en medio de las consabidas polémicas, es que se trata de una popular y apreciada autora, nacida en Dublín en 1919, que abandonó la enseñanza de la filosofía en Oxford y se dedicó por entero a la literatura.
Aunque su primera novela es de comienzos de la década del 50, su obra es bastante amplia. De ella se tuvo noticias en el mundo hispano, hace varios años por las traducciones que de algunas de sus novelas hizo Plaza Janés. Ahora, en nuevas versiones, Alianza Tres y Alfaguara la vuelven a convertir en centro de atención para una nueva generación de lectores. En corto tiempo Alianza ha editado tres de sus obras "El castillo de arena", "La campana" y "La cabeza cortada". Por su parte, Alfaguara editó hace apenas tres años, una de sus últimas novelas "Henry y Cato".
En todas ellas, Iris Murdoch hace gala de su destreza literaria, de su talento en la creación de personajes, de su fina ironía para manejar situaciones cotidianas y mostrarlas con un sutil distanciamiento que constituye uno de sus principales aciertos.
En "La campana" hacen su aparición una enorme cantidad de personajes que le permiten mostrar múltiples facetas y caracteres humanos, moviéndose en una atmósfera de máxima tensión: la lucha entre el impulso sexual y la inclinación religiosa.
Homosexuales esquizofrénicos y alcohólicos despiiegan sus represiones, sus miedos o sus culpas ante la ambivalencia y la duda de la protagonista, definida brillantemente desde la frase inicial de la novela: "Dora Greenfield dejó a su marido por que le tenía miedo. A los seis meses decidió volver con él por la misma razón". Y coma ella, son casi todos los personajes, siempre a mitad de camino entre la entrega y la renuncia.
Al hacer de la novela un péndula que oscila entre el pasado y el presente de los personajes, Iris Murdoch va gestando los tipos humanos de un ambiente opresivo y enfermo. Adultos que descubren en forma brutal una de las primeras lecciones de esa vida adulta: que nunca se está seguro, que cada uno de ellos puede genera hechos impredecibles y que estos hechos pueden atentar contra la seguridad o estabilidad emocional de los otros.
Algo similar, pero en un ambiente bastante distinto, está planteado en "La cabeza cortada". Aquí la tensión está creada por el juego entre la verdad y el engaño y, en mayor o menor medida, todos los personajes contribuyen al error o son sus víctimas. A partir de ese juego, entonces, la novela va mostrando cómo experimentan y cómo sobreviven a sus sufrimientos de adultos. Personajes mediocres, pusilánimes, que tratan de darle un tinte trascendental y hasta heroico a cada una de sus acciones, a partir de sus pretensiones artísticas e intelectuales, y que desemboca en un happy end que no es otra cosa que la parodia de sus "sufrimientos", "angustias" y "aprehensiones". Al comienzo, Martín y Antonia son un matrimonio con una relativa estabilidad, aunque el marido se encuentre enredado con una casi colegiala llamada Georgie.
Pero a poco de comenzar, Antonia decide irse con su sicoanalista Palmer, un brillante profesional quien, a su vez, mantiene relacíones incestuosas con su hermana Honor, abandonado por Antonia y Georgie. Por su parte, esta última a decidido casarse con Alexander, el hermano menor de Martín. Al final, y después de un breve intervalo donde todo parece regresar a su estado inicial, Alexander se va con Antonia, su cuñada; Palmer con Georgie, la colegiala, y Martín alcanza, en las postreras páginas de la obra, el amor (?!) de Honor, la hermana incestuosa del sicoanalista. Vicioso y estrecho círculo de relaciones sexuales que alcanza a reflejar ese mundo de una burguesía londinense que encubre su promiscuidad y ocio con las frases hechas más propias de una Corin Tellado inteligente. Personajes en los que la falsedad, el autoengaño y la incapacidad para hacer frente a los acontecimientos en que se ven envueltos, son sus principales características. Por eso, todos ellos encarnan un mundo desprovisto de propósito alguno, anodino y futil, ajeno a todo lo que sean sus egoísmos, sus pasiones y su muelle y adocenada comodidad.
Con una actitud más distanciada y ajena que condescendiente, Iris Murdoch va reflejando ese mundo tortuoso de instintos apenas sofocados, de míseras ambiciones, donde el rasguño de un mueble de estilo puede estropear un día e importa más que el devenir de los acontecimientos. El tinte irónico que la autora le imprime al relato viene dado en su totalidad por esa actitud imparcial y lejana que le imprime a la narración desde un comienzo.
Vistas las cosasasí, poca huella hay de Virginia Woolf, pero esto tampoco le resta ningún mérito a su obra.
Por el contrario, le imprime su característica propia, su sello individual. Y esto es lo que hace de Iris Murdoch una autora que vale la pena leer, pues termina por resultar más valiosa que ciertos premios que intentaron novelar, como diría Borges, esos ilustres interrogantes que son la metafísica. -
- Conrado Zuluaga Osorio -