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Vidas ordinarias, historias extraordinarias

Un duro retrato de Bogotá a partir del testimonio de nueve jóvenes.

Luis Fernando Afanador
22 de julio de 2002

Marta Ruiz
Esta ciudad que no me quiere
Fescol Cerec, 2002
233 páginas

Marta Ruiz
Esta ciudad que no me quiere
Fescol Cerec, 2002
233 páginas

Las ciudades no son sólo edificaciones y parques, son también las personas que en ella viven, sus pequeños sueños y tragedias cotidianas. Por eso, la periodista Marta Ruiz se dio a la tarea de realizar un retrato de Bogotá a partir del relato de una de las poblaciones más frágiles y más desprotegidas que existen en el espacio urbano: los jóvenes.

Nueve jóvenes, entonces, nos cuentan sus vidas: una prostituta, un aspirante a guerrillero, un secuestrado, una mula, un ladrón, una 'gomela', un miembro de los Comandos Azules, un habitante de Ciudad Bolívar y un adicto al bóxer. Pertenecen a distintas clases sociales pero poseen, además de su juventud, otro denominador común: son marginales, la ciudad los ha excluido de entrada o ellos la rechazaron porque no era lo que esperaban. En ese mundo 'repaila', buscan desesperadamente encontrarse a sí mismos, alguna mínima respuesta que les dé sentido a sus vidas.

"Conocí el lado oscuro de la vida, de las personas", dice Nuria, la muchacha que narra en detalle el funcionamiento de la prostitución en Tokio y la crueldad sin límites de la despiadada mafia japonesa que controla el negocio. "Lo que pasa es que la gente en Bogotá vive en un palacio donde los problemas no existen si no la afectan directamente. Entendí que no es tan sencillo decir que la guerrilla es una manada de asesinos. Es algo más profundo, tienen ideales y también cometen errores, y no comparto para nada sus métodos. Pero también creo que, de un modo o de otro, nosotros los hemos creado", afirma con serenidad Kike, de apenas 15 años y a quien un secuestro de cinco meses le acabó su inocencia y lo cambió para siempre.

"En las barras hay unos odios muy duros, que no vienen de la afición sino de la vida de cada uno de nosotros", dice el miembro de los Comandos Azules. "La tentación es mucha, la noche me alborota la adrenalina y me produce un vértigo fascinante al que nunca he podido resistirme", piensa desde la cárcel Mariana ?la mula de Ciudad Salitre que cayó por una delación de sus compañeros? y sin saber todavía si va ser capaz, cuando salga, de trabajar, casarse y tener una vida como la de todo el mundo. La 'gomela' de comunicación social de la Javeriana lleva una doble vida: en el día es una brillante escritora de guiones con un gran futuro y en las noches se entrega al sexo desenfrenado y a la droga: "En mi otra vida, la nocturna, trato de entender si mi atracción por las niñas es algo que tengo que afrontar por el resto de mis días o simplemente es que no he encontrado a mi príncipe azul".

En uno de los mejores testimonios del libro, el ladrón que pese a sus intentos no ha conseguido salir de "la hoya", el lugar en el que ha vivido toda su vida, dice: "Nadie me va a dar otra oportunidad. Yo sé que esa es la puta realidad. Y lo peor es que si me la dieran no sé si la aprovecharía, porque el cronómetro corre y la money no da espera. Por eso es que le digo que mi única oportunidad era quedarme en Estados Unidos, haber quemado la cédula de Germán Pantoja y ser otro, en otro país, sin estos antecedentes que ya me marcaron para siempre".

Germán, al igual que 'El Paramuno', quien nació condenado a ser guerrillero de las Farc, no tuvieron ninguna otra opción, como acaso sí la tuvo Mariana que pudo haber llegado a ganar más dinero en su profesión de discjockey, en vez de ser mula, pero "no supo leer ese mensaje tan claro que le mandaba la vida". Determinación o libre opción: de cualquier manera ser joven significa estar más solo y tener mayores riesgos de equivocarse.

Son, desde luego, muchas las conclusiones que pueden sacarse de este trabajo. Las autoridades y los estudiosos tendrán acá bastante tela para cortar. Entretanto, al desprevenido lector, le quedarán resonando en la memoria por mucho tiempo estas voces conmovedoras que no son ficción ni estadística, sino vida y sufrimiento concretos, ahí afuera, en la ciudad de todos los días.