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William Ospina presentará ‘El año del verano que nunca llegó’ en la Filbo 2015 el sábado 2 de mayo a las 5 p. m. en el auditorio principal José Asunción Silva. | Foto: Archivo SEMANA

ENTREVISTA

“Fernando Vallejo es uno de los pocos hombres libres que hay en Colombia”

William Ospina habló de su nueva novela y de grandes asuntos de la actualidad que lo inquietan.

23 de abril de 2015

William Ospina se caracteriza por su capacidad creativa y su imaginación, por su fina habilidad crítica y  argumentativa. Tiene una voz propia, algo que solo logran los buenos escritores.

En esta entrevista habló de su última novela y de una variedad de temas algo más políticos y personales: de su paso como estudiante de Derecho, de Fernando Vallejo, del modelo educativo en Colombia, de la situación de Venezuela e hizo un balance del gobierno Santos. 

En cuanto a su nueva novela, El año del verano que nunca llegó -que presentará el 2 de mayo en la Feria del Libro-, este escritor, ensayista y poeta de 61 años aseguró que una de sus grandes inquietudes al construir el texto fue “si la era romántica ya terminó, o si todavía los jóvenes son capaces de oponerse con pasión y con imaginación a los sueños de la razón instrumental y a las seducciones del lucro”.


También confesó que, aunque la novela ocurre en 1816, a través de ella buscó advertir sobre ciertas realidades actuales como el cambio climático, la inteligencia artificial, el destino de la mujer en la sociedad patriarcal, el papel de los poetas en un mundo sin dioses y el lugar de la imaginación en un mundo de contabilistas.

Semana.com: Hablemos primero de El año del verano que nunca llegó. ¿Cómo nace la historia de esta novela? ¿Es cierto que surgió de una íntima y vieja obsesión?

William Ospina:
El comienzo de las obsesiones es siempre misterioso. En 2009 me invitaron a un Simposio sobre el Gólem y la literatura, al que no pude asistir. En 2010 un volcán islandés llenó de ceniza los cielos de Europa e interrumpió por semanas la navegación aérea. Meses después, me obsesioné con la historia de Villa Diodati, la erupción del Monte Tambora, y el Frankenstein de Mary Shelley. Tal vez si me pongo a rastrear, encontraré otras pistas, pero en esto, como ante los jeroglíficos egipcios, tal vez es más bello el misterio que la solución del misterio.  

Semana.com: ¿Quedó saldada la obsesión que se percibe con la historia?

W. O.:
Quedó expresada, que es lo máximo a lo que uno puede aspirar. Por fortuna la obsesión se convirtió en una aventura apasionante, en una investigación, y finalmente en un libro que ojalá interese a los lectores.

Semana.com: ¿Hay algo que aún lo inquiete de la historia? ¿Algún detalle suelto?

W. O.:
Miles. Esta es una historia inagotable. Todavía podría tratar de averiguar qué fue de la vida de Medora, la hija de los amores incestuosos de los hermanos Byron, o por qué el editor destruyó el diario de Lord Byron, o por qué Frankenstein y el Vampiro, que nacieron en la misma casa, una misma noche dejaron de ser personajes literarios y alcanzaron la condición de mitos, de criaturas que todos conocen, aunque no hayan leído los libros.   

Semana.com: ¿Tiene alguna advertencia o recomendación que le quiera hacer al lector de este libro?

W. O.:
Mi novela es en cierto modo una colección de advertencias. El cambio climático, la creación de la vida en laboratorio, la inteligencia artificial, el destino de la mujer en la sociedad patriarcal, el papel de los poetas en un mundo sin dioses, el lugar de la imaginación en un mundo de contabilistas, siguen siendo para mí grandes asuntos de la época. Una de mis inquietudes es descubrir si la era romántica ya terminó, o si todavía los jóvenes son capaces de oponerse con pasión y con imaginación a los sueños de la razón instrumental y a las seducciones del lucro.

Semana.com: Dadas las circunstancias en las que se le presentó la historia: ¿cree en el destino? Si no es así, qué explicación podría dársele a la forma como se fueron poniendo las piezas del libro en su vida.

W. O.:
Es posible que haya un destino, que todo esté prefijado, que no haya casualidades. Es posible que, como decía Schopenhauer, “todo encuentro casual es una cita, toda muerte un suicidio”. Con todo, Estanislao Zuleta solía decir, “no somos libres, pero tenemos que vivir como si lo fuéramos”.

Semana.com: ¿Qué tanto cree que cambiará la visión que tienen los lectores de los vampiros y Frankenstein?

W. O.:
No creo que cambie la visión que se tiene de esos monstruos, pero a todos nos agrada descubrir el origen de ciertos miedos, saber de dónde brotan ciertas sombras y ciertas músicas. Es bueno preguntarnos por qué en estos tiempos los monstruos ejercen tanta atracción sobre la imaginación humana. Pero el que abre un libro emprende una aventura que no sabemos a dónde lo llevará. Los libros son máquinas del tiempo, naves espaciales y hasta sustancias alucinógenas.

Vida, escritura y política


Semana.com: ¿Cuéntenos de sus tiempos como estudiante de derecho? ¿Por qué decidió estudiar esa carrera y por qué la dejó?

W. O.:
Creí que había una relación cercana entre la ley y la justicia, pero hace tiempo perdí esa ilusión. Encontré a la literatura en mi camino y con ella una opción de vida que me prometió mucho menos y me ha dado mucho más.

Semana.com: ¿Cómo decidió ser escritor?

W. O.:
Cuando uno decide ser escritor hace ya tiempo que lo es. Una vocación es quizás lo que menos se parece a una decisión. Se nos impone, y sin embargo no lo vivimos como una imposición, sino como una enorme libertad.

Semana.com: Si tuviera que escoger a alguien, ¿quién diría que le enseñó a escribir?

W. O.:
Los cuentos que me contaba un anciano cuando yo tenía seis años, las canciones que cantaba mi padre cada día, el tipo de relación que tiene mi madre con el lenguaje, y tal vez la conciencia de vivir en un mundo donde las palabras aprendidas no bastan para expresar todo lo que somos.

Semana.com: ¿Qué opinión le merece el discurso y la posterior polémica que desató Fernando Vallejo en la Cumbre de Arte y Cultura para la Paz?

W. O.:
Fernando Vallejo es el biógrafo de Barba Jacob, un poeta que escribió: “La paz es mi enemigo violento y el amor mi enemigo sanguinario”.  Las únicas armas de Vallejo son las palabras, y sin embargo hubo quien lo acusara de ser violento. Olvidan lo que decía San Agustín, que lo mejor que tiene la palabra perro es que no muerde. Vallejo es uno de los poquísimos hombres libres que hay en Colombia, y tal vez el único que se atreve a decir todo lo que piensa.

Semana.com: Volviendo a Estanislao Zuleta, cuéntenos alguna anécdota memorable que le quedó de él…

W. O.:
Pensando sin duda en Colombia, este país acosado por el crimen, la perversidad y la locura, Estanislao dijo una vez: “El crimen es falta de patria para la acción, la perversidad es falta de patria para el deseo, la locura es falta de patria para la imaginación”.

Semana.com: Usted ha escrito mucho acerca de la educación. ¿Ha pensado en dedicarse a la docencia?

W. O.:
Aunque respeto mucho a los que se dedican a ser maestros, temo que el modelo educativo, a pesar de tantos seres abnegados, ha fracasado entre nosotros. La educación tiene que ser redefinida, la universidad tendría que desplazarse a los barrios, a los bosques, a las orillas de los ríos. Una educación alejada del mundo nos lleva a pensar que una cosa es vivir y otra es aprender.

Semana.com: ¿Cuál es el mayor problema que ve en la educación actual en nuestro país?

W. O.:
El modelo educativo examina cada año a los estudiantes y les da unas calificaciones. Pero al modelo educativo ¿quién lo examina y quién lo califica? La evaluación definitiva de cómo está funcionando la educación no es que no exista: está en los barrios, en las calles. Si sabemos convivir, si hay salud, si hay empleo, si hay seguridad, si hay una dirigencia responsable, si hay un pueblo capaz de exigir, si hay felicidad social, la educación está funcionando. Si no, es un fracaso total.

Semana.com: ¿Cómo ve a Venezuela en comparación con Colombia?

W. O.:
En Venezuela está vacilando un esfuerzo generoso por dignificar a los pobres, en Colombia sigue triunfando el esfuerzo mezquino de negarles un lugar en la historia.

Semana.com: ¿Aún cree que es peor mal Santos que Zuluaga?

W. O.:
Qué tan mal gobernante sería Zuluaga es algo que nunca supimos; qué tan mal gobernante es Santos es algo que todos sabemos de sobra. Hay que rogarle a Dios o a la historia que se abra paso el proceso de paz, porque el resto de su gobierno ha sido un desastre.


Twitter: @miguelreyesg23