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| Foto: Camilo Amaya

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De Bosa a China: el colombiano que participará en el mundial de Break Dance

Mientras el  país estará pendiente de lo que sucederá en  el partido entre  Colombia y Paraguay, un joven de la capital representará al país en el evento de danza urbana más importante del mundo en China. Esta es su historia.

22 de junio de 2019

Por: Manolo Villota

El día que William Andrés Beltrán Ríos supo que su padre había muerto contaba con cinco años de edad. Era muy pequeño para saber con certeza qué había sucedido, pero no tanto para entender que el dolor que sintió en el pecho, hondo y amargo, en cierta medida, lo acompañaría toda la vida. "La violencia del barrio me quitó ese brazo que me sostenía. Quedé con mis hermanos y mi mamá", cuenta serenamente.

Hoy, este joven bogotano de 26 años y 1.67 de estatura ha logrado abrirse paso en la vida como uno de los bailarines de break dance más destacados del país. Ha sido campeón en varios torneos en Colombia y ha visitado distintos países entre los que se destacan México, Brasil, Panamá, Cuba y Estados Unidos.

Actualmente se alista para competir en China; irá a la ciudad de Nanjing en el oriente de ese país a articipar en uno de los eventos más importantes de danza urbana en el mundo. Es atleta avalado por Coldeportes y actualmente es profesor de baile del Instituto Distrital de las Artes (Idartes). Sin embargo, para llegar a este punto ha tenido que recorrer un largo camino que empezó hace casi 20 años.

Tiempos difíciles

El hogar de  Andrés tuvo que afrontar la pérdida de un ser querido con todo lo que implicó. Por un lado, debido a la situación económica, su madre se obligó a ausentarse de  la casa durante largas jornadas. Dedicada a trabajar en oficios informales, la prioridad siempre fue sostener con bien  a sus cuatro hijos; él, por otro lado, sin cupo escolar, empezó a descubrir por su cuenta otras realidades que escondía el  vecindario.

Sus días se dividían en tres partes: por la mañana asistía a una fundación que se asentó en el barrio y cuyo nombre olvidó, ya que desapareció tiempo después. Ahí, desayunaba, interactuaba con otros niños y hacía parte de talleres artísticos de pintura y manualidades para la primera infancia.

En la tarde, junto a sus jóvenes compañeros de la fundación, salía a recorrer las calles de un  barrio permeado de problemas sociales. “Uno en el momento todo lo veía divertido pero en los parques y en otras zonas había consumo de drogas y riñas callejeras”, comenta. En  la noche Andrés gastaba las horas con los vecinos de su cuadra  jugando a cualquier cosa o solo deambulando por ahí.

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Todo terminaba casi a la una de la mañana cuando volvía a su casa, que también era la de sus abuelos y que hasta el día de hoy habita: una construcción de tres pisos de puertas blancas y fachada de ladrillos ubicada en el barrio La Paz, en la localidad de Bosa. "Para un niño de cinco años, esa vida no era la más aconsejable", dice.  

 Con el paso del tiempo los problemas empezaron a atrapar uno por uno a sus amigos. Para muchos de ellos no hubo retorno. Varios empezaron a consumir drogas desde la infancia, otros se iniciaron en la delincuencia. Hoy, cuando Andrés hace el balance de qué pasó con aquel grupo de niños, da cuenta de que  no pocos terminaron en la cárcel y otros tantos están muertos. Él está seguro de que ese pudo haber sido su destino de no ser por el día que cambió el resto de su vida.

 

Bailar es vivir

"Era octubre del año 2000, estaba en mi casa mirando la transmisión del Festival Hip Hop al Parque en el televisor cuando  veo que inicia una batalla  de bboys, como se les llama a los bailarines de break dance, en la tarima. Ahí pensé: esto es lo quiero para el resto de mi vida", cuenta Andrés visiblemente entusiasmado.

Este estilo de danza, también llamado breaking, fue inventado en los años 70, a partir de una revolución cultural llevada a cabo en el Bronx de Nueva York por jóvenes negros y latinos quienes a partir de las fiestas callejeras desarrollaron una nueva forma de arte urbano: el Hip Hop. Este englobaría  cuatro elementos además del baile: el deejay que ponía la música, el rapero que rimaba con el micrófono y el grafitero que pintaba los muros.

Con los años, cada una de estas cuatro expresiones artísticas dejarían de ser mera diversión para convertirse en un movimiento a nivel mundial que ocuparía grandes escenarios y  que, además, fundaría sus principios en el emprendimiento y la transformación social volviéndose una alternativa para solucionar conflictos pacíficamente en zonas afectadas por la violencia de áreas urbanas.

Luego de aquella epifanía viendo la televisión, Andrés buscó aprender. Por coincidencia, su tío había empezado a tomar lecciones  y accedió a llevarlo a los ensayos. Jimmy  Linares Reyes, profesor de danza urbana y hoy amigo de la familia,  recuerda haberse sorprendido por la rapidez con que aprendía a pesar de ser un niño. "veía un paso y no le costaba lograrlo. A otros les tardaba semanas", explica y añade que el baile también cambió el  temperamento del pequeño y lo enfocó, pues era rebelde y voluntarioso, "era difícil guiarlo, por fortuna se alejó de las malas juntas", cuenta.

Andrés, finalmente pudo ingresar al colegio y de ahí en adelante se la pasaría recibiendo clases en las mañanas, y entrenando en la tarde. Jamás volvió a tener un problema de conducta. Por el contrario, los logros no se hicieron esperar. A los siete años fue nombrado talento revelación en una gala de danza urbana celebrada en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán, fue llamado a participar en algunos comerciales y empezó a participar en sus primeros torneos.

En 2008, cuando se celebró por primera vez en Colombia uno de los torneos de break dance más importantes del mundo, el Red Bull BC One, Andrés se inscribió. Apenas contaba con 15 años; para alegría y sorpresa de su familia y amigos llegó a la final nacional en una competición en la que participaron más de 100 concursantes. Aunque no ganó el torneo entró pisando fuerte a la escena. Entonces ya era conocido por su sobre nombre: Lil Drez, abreviatura de Little Drez, que traduce pequeño Andrés.

Un sueño que se resiste al dolor

En 2013 el torneo de Red Bull volvió y esta vez se iba a celebrar en grande. El lugar escogido fue el antiguo Coliseo el Campín. Un montaje de luces y sonido presagiaban un espectáculo de considerable proporción, pues los organizadores decidieron celebrar la competencia nacional y latinoamericana en Bogotá. Lil Drez atravesaba un gran momento y lo demostró al ganar los dos certámenes.

No obstante las numerosas victorias de ese año, al siguiente, en 2014, en medio de una exhibición,  se fisuró la muñeca luego de realizar un movimiento si previo calentamiento. El diagnóstico lo recibiría  mucho tiempo después, en parte por no darle importancia a lo sucedido, en parte por la ineficiencia del sistema de salud, "llegó un punto en el que no podía soportar el dolor, pedí cita al médico pero como no tenía eps sino Sisbén, todo el proceso fue muy demorado. Para lograr  cita pasaba un mes, para hacerme la radiografía pasaba otro mes, para volver a consulta nuevamente un mes", recuerda.

La lesión le obligó a dejar de entrenar durante año y medio. Para una persona acostumbrada a realizar una actividad tan intensa al ritmo de la música, la quietud se convertía en una cadena de gran peso. Su ánimo decayó a tal punto que contempló la idea de abandonar su vocación. El problema era que, aunque la fisura había cerrado, la fractura dejó tan comprometido el funcionamiento de la muñeca que el dolor persistía. "Me era imposible apoyar la mano, me sentía frustrado, a veces con ganas de llorar", dice.

 Parecía el fin, sin embargo, apelando a su fuerza de voluntad tomó la decisión de no abandonar. Durante los meses siguientes adaptó su estilo a la lesión. Dejó de apoyar la mano completa para solo usar tres dedos, cosa que sorprendió a más de una persona en su entorno. También, tuvo que pasar de ser diestro a zurdo para completar ciertas rutinas y aumentó su velocidad pues la incomodidad que genera la muñeca no le permite apoyarse sobre esta más de unos segundos.

Fue  un retorno a cero que tomó muchos meses. Eventualmente su nivel volvió a subir y ya era apto para competir. Lil Drez, una vez más, estaba de vuelta para darse otra oportunidad. "Aún hoy el dolor no se va, sigue ahí como el recordatorio de una vieja lesión, pero no me podía permitir renunciar", cuenta.

Con ganas de conquistar el mundo

Paralela a toda esta historia, Lil Drez es un artista que ha debido hacer de todo un poco para subsistir sin dejar a un lado lo que le apasiona. A pesar de que su trayectoria y reconocimiento le han permitido dictar clases y talleres pagos, muchas veces ha tenido que trabajar en diferentes oficios. Ha sido ayudante de construcción, encargado de logística en eventos  o como cargador de mercancía  a camiones. Hoy ya perdió la cuenta de todo lo que ha tenido que hacer para sacar adelante el día a día, para no dejar de bailar.

También ha implementado el  trabajo social a través del arte. Junto a su agrupación, Murderouz Crew, fundó una escuela gratuita para enseñar danza en su localidad. Sostener esta iniciativa ha sido también un ejercicio de resistencia contra la adversidad; no en pocas ocasiones les han negado o quitado espacios de entrenamiento, en tantas otras han sido discriminados por practicar esta disciplina y cuando no encuentran apoyo a través de la gestión cultural,  deben poner de su bolsillo para pagar  el arriendo y servicios del salón. A pesar de ello, no claudican y siempre encuentran una manera de seguir adelante con el proyecto.

"Llevamos cinco años con la escuela. A mis alumnos les inculco valores, les enseño la técnica y a darles una visión de qué hacer con todo esto", actualmente los tres profesores que dirigen al grupo de 32 niños, son Su tío, Héctor Ríos, quien cómo él se convirtió en bailarín profesional, Jimmy Linares, amigo de toda la vida y Andrés. Su meta es convertir ese semillero en los futuros atletas que representen a Colombia.

En 2018, por primera vez en la historia el break dance fue reconocido como deporte olímpico e incluido  en las olimpiadas juveniles que se llevaron a cabo en Buenos Aires. Colombia envió una pequeña delegación de jóvenes bailarines a las preclasificatorias; primero en Filadelfia y luego en Tokyo, aunque no sumaron el puntaje requerido para llegar a competir por medalla en Argentina, se demostró un buen nivel. Gracias al éxito que tuvo la disciplina en aquella ocasión, el Comité Olímpico, anunció en febrero de 2019 su decisión de incluir al Breaking en el evento magno que se llevará a cabo en París en 2024.

Al respecto, Viviana Burbano, presidenta de la Federación Colombiana de Danza, adscrita a Coldeportes, afirma que "con esta inclusión se tendrá que crear todo un sistema alrededor  de lo que va a ser el ciclo olímpico para ellos, sistema de calificación y parámetros de evaluación", y añade que con la reciente creación del Ministerio del Deporte, el apoyo a estos atletas como a muchos otros será mayor por parte del Estado.

De hecho, en el marco de este reconocimiento y como el inicio de un proceso que incluirá varias competencias que abren camino a las olimpiadas de París, la Federación Mundial de Baile Deportivo (WDFS por sus siglas en inglés), organizó el mundial de break dance que tomará lugar en China el próximo 23 de junio. Enviaron la carta de invitación y en tiempo record Coldeportes abrió la convocatoria para los bailarines de todo el país. Se organizó un torneo para seleccionar inicialmente a un ganador absoluto que iría a representar al país en dicha competición.

Andrés se inscribió y compitió contra 50 participantes de diferentes partes del país en el evento que se llevó a cabo a puerta cerrada en el  Centro  de Alto Rendimiento en la ciudad de Bogotá. Avanzó todas las rondas dejando atrás a distintos rivales y se coronó campeón. Aunque inicialmente solo iba a viajar él, gracias a las gestiones de la Federación, se pudo ampliar el cupo a tres participantes más. Así, Colombia envía por primera vez en su historia, avalada oficialmente una selección de danza urbana a una competición internacional.

Hoy, Lil Drez, como lo llaman en la escena de la danza urbana, mira hacia atrás  y piensa en el largo camino que ha recorrido junto a su familia, en el apoyo que esta le ha brindado.  Piensa en su madre, a quien no se cansa de agradecer por su sacrificio y dedicación. Ella, por su parte, solo reafirma un orgullo inmenso por su hijo, "creía que la danza iba a ser solo un pasatiempo, pero con los años me sorprendió ver hasta dónde lo ha llevado", afirma.

Su lucha, también es la lucha por  crear un futuro mejor para su su hijo, Andrés Santiago de cuatro años, su gran amor y  quien hoy se ha convertido en un compañero más de entrenamiento. La c competición, que tomará lugar el 23 de junio, es un logro enorme, pero su gran meta a largo plazo es la formación en este arte como un modo de cambiar el destino de quienes lo practican. Abrir el camino a los que vengan después, jóvenes y niños que vienen de entornos difíciles y que tal vez, cómo él cuando era un niño, solo deambulan sin parar buscando  el día que les cambie la vida.