Home

Deportes

Artículo

EL SHOW DEBE SEGUIR

La muerte de un púgil coreano revive campaña para abolir el boxeo.

20 de diciembre de 1982

La muerte del boxeador coreano Duk-Koo Kim tuvo dos facetas bien definidas. El drama humano, protagonizado por la madre del boxeador, quien pidió que los órganos de su hijo fueran trasplantados para que su espíritu de lucha pase a otras personas. El juez distrital de Las Vegas ya lo había declarado legalmente muerto. Duk-Koo Kim era un vegetal, ajeno a los intentos desesperados de los médicos del Hospital Desert Springs y de los acupunturistas californianos que trataban en vano de despertarlo. Mientras tanto, los enemigos del boxeo aprovecharon la oportunidad para decirle al mundo que semejante deporte debería ser prohibido por su salvajismo y su crueldad. No sólo la muerte del coreano, sino también la andanada de golpes que Aaron Pryor le propinó a un Alexis Arguello incapaz de reaccionar, parecían darle la razón a aquellos espíritus sensibles que odian la violencia en el deporte. Tal vez los enernigos del boxeo consideran que los jinetes, automovilistas, motociclistas y demás "istas" que perecen en otros deportes, son simples víctimas de "accidentes de trabajo", mientras que la finalidad del boxeo es golpear a un rival hasta dejarlo en el suelo sin sentido. Se trata, dicen ellos, de un espectáculo similar a los combates entre gladiadores que caracterizaron la decadencia del imperio romano.
Sin embargo, este argumento moralizador podría perder peso. En apariencia, el boxeo y la lucha libre son dos manifestaciones de la barbarie humana. Pocas veces un boxeador dará su nombre a una colección de artículos varoniles como colonia o gafas de sol. Pero los pilotos de Fórmula uno, que tanto tienen que ver con el sofisticado mundo de la gente civilizada del siglo XX, mueren mucho más a menudo que los boxeadores. La imagen heróica del piloto ojiazul que se mata a 230 km. por hora es justificable, mientras que una paliza ante el delirio de unos fanáticos es una muestra más de la bajeza humana.
El problema de fondo podría ser otro. No se trata de hacer analogías con los tiempos de los Césares para ver que es decadente y qué es civilizado. El deporte, en general, ha caído en las garras de un imperio mucho más sutil que el romano, que ha desvirtuado su idea original, para convertirlo en un espectáculo que debe seguir a cualquier precio. No sólo los promotores del boxeo hacen de su deporte un pasatiempo rentable. Los fabricantes de coches de Fórmula uno se preocupan más por mejorar el rendimiento de sus motores que por estudiar las condiciones de seguridad de las pistas. Un piloto muerto no desprestigia a nadie. En cambio, la víctoria de una marca puede ser el trampolín para que millones de personas en el mundo entero se decidan por la tecnología triunfadora a la hora de comprar un coche nuevo.
En Noruega prohibieron el boxeo por razones morales, pero su pasatiempo nacional, el hockey sobre el hielo, sigue cobrando las víctimas de su rudeza: piernas rotas por las cuchillas de los patines, y los golpes de los bastones y empujones violentos a grandes velocidades en un escenario que se purifica automáticamente con la blancura del hielo vikingo.
El fútbol americano es otro deporte que cobra sus víctimas. Los protectores que utilizan los jugadores son armas mortíferas que, sabiéndolas manejar durante el juego, pueden servir para sacar en camilla a la estrella del equipo rival sin que el juez note la mala intención del agresor. Otros deportes como el montañismo o el buceo, el vuelo en alas delta o el planeo son más peligrosos que el boxeo. (Ver recuadro).
El boxeo debe cambiar. Sin lugar a dudas, y a pesar de algunas modificaciones introducidas, sigue siendo muy peligroso. Tal vez aumentando la duración de los descansos entre cada asalto, disminuyendo el número de rounds y revisando las normas que rigen las características de los guantes se podría "humanizar". El problema es que si pierde su cuota de salvajismo, es posible que deje de ser negocio, pero esa es otra historia. Es la historia que convirtió el deporte en una mina de oro al alcance de aquellos que se encargan de manejarlo. Lejos está ya la idea original que hizo posible la realización de los juegos olímpicos en la antigua Grecia.
Un estadio semivacío sirve de marco para que Sebastián Coe imponga un nuevo récord mundial de la milla. En ese mismo instante, en cualquier lugar del mundo, un estadio lleno de gente es testigo de los golpes de dos boxeadores, del bastonazo que le propina un jugador de hockey a su rival, del violento choque de un auto, del codazo que un futbolista le clava a su marcador. El público grita en las tribunas, algunos espectadores pelean entre sí, la policía vigila, y la televisión y la radio se encargan de universalizar el evento. Pase lo que pase, el show debe seguir.

NUMERO DE MUERTOS POR CADA MIL PARTICIPANTES
Jinetes..........................12.8 Hombres-pájaro...................12.3 Planeadores.......................5.6
Montañistas.......................5.1
Buceadores........................1.1 Motociclistas.....................O.7
Futbolistas tipo americano........0.3
Boxeadores ......................0.13