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LA DE LOS PIES LIGEROS

A los 80 años atleta colombiana logra hazaña mundial

12 de agosto de 1985

"Belisario me dio dos palmaditas y una aguita aromática", dijo Evelia Martínez después de haber recibido en la Casa de Nariño la medalla al Mérito Deportivo. La condecoración fue la forma como el gobierno reconoció --ya que no había aportado un peso para apoyarla--, la hazaña de esa mujer de 80 años que el 22 y 26 de junio, durante el VI Campeonato Mundial para señor-master celebrado en Roma, llegó de primera a la meta en las competencias de 100 y 200 metros planos, en la modalidad de master.
"¿ Quiénes eran las otras participantes? ¿Cuántas eran?", le había preguntado a su regreso. "Yo no sé, contestó Evelia, yo salí corriendo".
Así, simple y contundente. Había hecho lo que consideró obvio: seguir las instrucciones de su entrenador Alvaro Martínez, su hijo de 52 años quien le había dicho: "Coja su carril y corra sin mirar para ninguna parte". Evelia así lo hizo. Corrió, corrió y corrió, indiferente a lo que pasaba a su alrededor, concentrada en un solo propósito: llegar a la meta corriendo y no trotando como lo hizo una extranjera que no sabe ni cómo se llamaba, ni de dónde era, pero de quien habla con un cierto desdén: "porque a mí me gustan las carreras para correr, no para ponerme a trotar"
Supo que había ganado, porque cuando llegó a la meta oyó los entusiastas aplausos de los espectadores.
Segundos antes, ya casi al final de la carrera, había visto caer a una de las competidoras. No cedió a la tentación de echarle una mano, porque la order era correr, correr a fondo, para deja regadas a las demás.
Las dos medallas de oro en 100 y 200 metros fueron su primer triunfo internacional. Pero llevaba a su favor el Campeonato Nacional realizado en mayo en Pereira, en el cual había impuesto la marca suramericana, y confiada, además, en la hora diaria de entrenamiento a la que se había venido sometiendo desde hacía más de un año, bajo la implacable supervisión de su hijo.
No fue fácil, sin embargo, semejante hazaña. No tanto por la edad, porque Evelia es una mujer decidida y en perfectas condiciones de salud, sino por la razón de siempre: los pesos.
Se golpearon muchas puertas en busca de patrocinio sin resultado alguno Evelia estuvo a punto de tirar la toalla. En alguna ocasion, cuenta el hijo, su madre manifestó la intención de no seguir adelante: "Eso yo ya no entreno más. Ya estoy cansada de que todo el mundo se niegue a darme su apoyo".
Pero Alvaro no dio su brazo a torcer.
Como no lo ha dado nunca. Ocho días antes de la competencia se deshizo de su principal fuente de ingresos: un taxi Renault 6 que vendio por 500 mil pesos. Con eso costeó gran parte del viaje, del que aún debe 67 mil.
"Vender el carro para darle dos medallas de oro a Colombia, me produce la satisfacción de haber logrado lo que nos propusimos", afirma Alvaro. Pero su esposa Natty no piensa lo mismo y sostiene que "Colombia debía reponer el carro y quedarse con los títulos. Si doña Evelia está representando a la patria, el gobierno debía patrocinarla". Y es esto, precisamente, lo qúe buscan ahora que se avecinan los primeros juegos olímpicos para veteranos en Canadá (del 7 al 25 de agosto), pues francamente no están en condiciones ni de vender la casita, ni de empeñar lo que les queda para quedarse solamente con la satisfacción simbólica de poner en alto el nombre de Colombia. El patriotismo no da para tanto.
El asombroso caso de Evelia Martinez, la anciana de los pies ligeros, no lo es tanto para su familia. Su hijo Alvaro ya ha logrado antes otros hijos.
Hizo campeones nacionales de atletismo hace algunos años a sus hijos Alvaro, Amanda, Ma. Eugenia, Jorge Enrique, y se convirtió el mismo en un ejemplo de mérito deportivo. Perdió una pierna a los doce años, hecho que no le impidió convertirse en motociclista y automovilista de competencia, acompañante de vueltas a Colombia en bicicleta y dirigente de la Liga de Atletismo de Bogotá. Y como si fuera poco, ha comenzado a entrenar a sus nietos de 5,4, 3 y dos años que, según él, "tienen mucha madera".
Los Martínez son una familia con pasta de atletas, pero, sin duda alguna, doña Evelia, el viejo tronco sigue siendo todavía un roble. Lo demuestran no sólo las dos medallas de oro que acaba de conquistar, sino su optimismo y su confianza en que en Canadá, si encuentra patrocinio, volverá a repetir la hazaña, demostrando que 80 años no son nada cuando se trata de correr para ganar.-