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SE DESPIDE INDURAIN?

A ESCASAS TRES SEMANAS DEL VENCIMIENTO DE SU CONTRATO CON BANESTO, TODO INDICA QUE MIGUEL INDURAIN COLGARA LA BICICLETA PARA SIEMPRE.

6 de enero de 1997

El pasado domingo primero de diciembre, Miguel Indurain, a los 32 años, rompió una tradición que había empezado hace más de una década: madrugar sin importar las condiciones climáticas, salir con su hermano Prudenciomontarse en su bicicleta e irse por las carreteras de Pamplona, norte de España, para así dar inicio a su pretemporada. Ese domingo, al contrario, se levantó, se subió a un moderno campero y se fue a cazar perdices con una escopeta. El gesto fue interpretado de inmediato por un puñado de periodistas que había montado guardia frente a su chalet como un símbolo más de que el mejor ciclista de esta década le decía adiós para siempre a la bicicleta.En realidad, quienes lo conocen de cerca no dudan en afirmar que Indurain empezó a despedirse el pasado domingo 21 de julio cuando se acabó el Tour de Francia y no llegó vestido de amarillo a París, como lo había hecho en cinco ocasiones consecutivas desde 1991, sino que apenas alcanzó la posición número 11 en la general, a 14 minutos y 14 segundos de su verdugo, el danés Bjarne Riis, quien ganaba de paso su primer tour. Para completar su tragedia, en la edición de este año de la prueba francesa el mito Indurain no ganó ni una etapa y ni siquiera fue el primer español clasificado, honor que le correspondió a Fernando Escartín.Luego sus amigos más cercanos y las personas a quienes les confía todos sus secretos, en especial a su esposa Marisa López, creyeron que el ciclista se recuperaría del golpe sicológico y lo animaron para que siguiera en competencia. Dos semanas después lo hizo en condiciones inmejorables, en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Allí se colgó la medalla de oro, la única que le faltaba en su palmarés, en una brillante exhibición en la prueba contrarreloj. Su compatriota Abraham Olano ganó la plata, es decir invirtieron las posiciones logradas en los campeonatos mundiales en Boyacá. Ese sábado 3 de agosto los periodistas le preguntaron qué sentía al permitirle a su país, por primera vez en la historia, ubicar a dos deportistas en el mismo podio en unas olimpíadas y de paso haber ganado una presea que ni siquiera pudieron colgarse Eddy Merckx, Bernard Hinault o Jacques Anquetil. "Sería mejor si pudiera cambiar esta medallla por el tour".Con esa respuesta muchos entendieron que el síndrome de Francia no se curaba ni siquiera con una medalla de oro. Fue entonces cuando se empezó a hablar de su retiro. Posteriormente vinieron sus primeras diferencias con el director técnico, José Miguel Echavarri, y su equipo Banesto que siempre había respetado sus decisiones. En contra de su voluntad lo obligaron a correr la Vuelta a España porque "usted tiene contrato hasta el 31 de diciembre de este año". Esa decisión hundió aún más al ciclista, que además no se sentía bien físicamente y terminó abandonando la prueba el viernes 20 de septiembre tras quedarse en el alto de Fito, puerto anterior a los lagos de Covadonga, donde años atrás reinó Lucho Herrera. "No puedo más", dijo, resignado, con una palidez inusual en su rostro.Pero, ¿en qué momento empezó a resquebrajarse la solidez de este hombre al que se creía indestructible? Para muchos, todo empezó en Colombia. Los dirigentes del equipo no le perdonan que él haya cedido el turno a Olano al final de la etapa para conformarse con el segundo puesto. Lo que en el mundo fue interpretado como un acto de caballerosidad deportiva sin igual, en el interior del Banesto se vio como un desperdicio por parte de un deportista al que le pagan anualmente cuatro millones de dólares. El se apresuró a desmentir esa tesis: "No. Después de Colombia volví a fichar para este equipo, por esta gente y por todo. Si no hubiese habido una buena relación no habría seguido aquí".Sin embargo Indurain empezó a demostrar con sus actos que las cosas no eran igual que antes. Anunció que tenía una oferta de la Once, el eterno rival de Banesto, y aseguró que "eran tiempos para cambiar". Desde entonces las preguntas en todas las entrevistas son las mismas: ¿Va a colgar la bici? "No sé", responde cuando tiene ganas de hablar. Sin embargo, hace dos semanas aceptó que sus familiares le habían aconsejado que se retirara ahora "como un grande". "La que más insiste es mi esposa, y por ella hago cualquier cosa", afirmó. ¿Y para qué? "Para poder dormir hasta tarde", dijo a los comunicadores.Al margen de las opiniones afectivas, dos de las personas que más lo conocen como deportista también han coincidido. Echavarri dice que: "puede ser el final de un periplo"; e Iñaki Arratible, el médico del Banesto, afirma que "es normal. Cada atleta tiene un ciclo. Creo que este año es el último en que hemos visto a Indurain montado en una bicicleta".En medio de este mar de dudas, la pelea entre los sucesores para llenar la vacante del rey ya se inició: "Lo admiro mucho, pero tengo que decir que Indurain ya está acabado", dijo la semana pasada Riis. Este hombre, perteneciente al equipo alemán Telekom no tiene ninguna dosis de modestia: "Se necesita tiempo para construir la fortaleza que te permita aspirar a ganar un tour, pero una vez conseguido no lo voy a soltar. Voy por un segundo. Estoy muy seguro de mi potencial".Sin embargo, al finalizar este año el gran ganador es el alemán de 22 años Jan Ullrich, delfín de Riis en el Telekom, y subcampeón del tour. Adreas Schmid, médico del equipo germano, dice que Riis es muy bueno pero "Ullrich es excelente". Además tiene 10 años menos.Por ahora lo único completamente claro es que Miguel tiene un contrato que terminar. En España pocos creen que vuelva a firmar con algún equipo para montarse en una bicicleta, y por eso desde hace algunas semanas los ibéricos se están haciendo a la idea de que la era del rey Indurain ha llegado a su fin. Tan sólo están esperando a que el monarca anuncie oficialmente su abdicación.