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UN OSCURO DORADO

Contratos millonarios producen pérdidas millonarias a los clubes.

7 de marzo de 1983

El fútbol colombiano está entrando en una etapa de aparente esplendor. Los precios de los pases de los futbolistas que llegan al país se miden en cientos de miles de dólares. Los equipos cambian de dueño con insólita rapidez y nombres casi legendarios de futbolistas del ayer y de entrenadores de siempre están en los planes de los dirigentes de los equipos y en las agendas de los encargados de viajar al Cono Sur en busca de jugadores y técnicos. A diferencia de la era del Dorado, cuando grandes figuras del fútbol llegaron al país en los años cincuenta, en esta ocasión fueron muchos los rumores, pero escasos los resultados, y a la hora de la verdad los que llegaron trajeron de sus países pergaminos amarillentos de actuaciones pasadas, en el mundial de Alemania, en el Metropolitano del setenta o en algun otro evento glorioso pero ya remoto.
La tradicional visita de principio de año a la Argentina que realizan los dirigentes de nuestro fútbol fue esta vez espectacular. No se trató de un viaje de timidos directivos en busca de jugadores de equipos chicos o de técnicos poco cotizados del balompié rioplatense. Esta vez los empresarios fueron por lo mejor, con grandes cantidades de dólares que respaldaban sus pretensiones. En el Hotel Sheraton de Buenos Aires desfilaban los intermediarios, los futbolistas, los técnicos y directivos de los clubes argentinos, quienes procuraban una entrevista con la gente de los dólares. Directores técnicos como César Luis Menotti, Juan Carlos Lorenzo, Carlos Griguol y el arquero Hugo Gatti, inimaginables en un equipo colombiano hace un año, estaban en la mente de los nuevos dueños del fútbol. Los primeros informes fechados en Buenos Aires hicieron creer que se avecinaba un nuevo Dorado del fútbol profesional. Pero Gatti, Griguol, Lorenzo y Menotti se desaparecieron. El Atlético Nacional se "conformó" con Luis Cubilla, técnico del Olimpia del Paraguay y goleador del fútbol uruguayo de los años sesenta. Millonarios cambió a Menotti por Juan Martín Mujica, el responsable del subcampeonato logrado por el Tolima. De toda esa pléyade de estrellas de primera magnitud con la que los dirigentes pensaban adornar el firmamento de nuestro fútbol, pocos quedaron y la mayoría fueron reemplazados por nombres de menor brillo. Carlos Bianchi, de 34 años de edad, goleador en Francia hace unos cinco años, estuvo en la mira de Millonarios. El Junior logró traer un gran arquero y un gran volante: Carnevalli y Babington, protagonistas del ya remoto mundial de Alemania. El primero por los goles que regaló y el segundo por su gran talento creativo. Carnevalli luego se destacó como arquero de Rosario Central y Babington, luego de actuar en el fútbol alemán, regresó a su club de siempre el Huracán de Buenos Aires. Millonarios no consiguió a Menotti pero aseguró la presencia de Godoy, un talentoso jugador del Racing de Avellaneda. El Medellín contrató a dos mundialistas peruanos el Magdalena trajo a Bocanelli y a Ribolzi, ultraveterano de los tiempos del Boca Juniors de Lorenzo del 76. El América se reforzó sin viajar al sur con jugadores que actuaron el año anterior en otros equipos, como Teglia, Cassares y Willington Ortíz, por el que pagaron veintisiete millones de pesos.
La lista no es del todo mala. Pero resulta absurdo pretender que los gloriosos tiempos del Dorado han regresado. Lo único similar con aquellos días lejanos es la abundancia de dólares. Las causas del verdadero Dorado fueron muy distintas a las actuales. En 1948 hubo una huelga de jugadores en la Argentina, muchos de los cuales se vinieron a Colombia al año siguiente firmando contratos piratas en los que los clubes argentinos, propietarios de los pases de los jugadores, no tenían nada que ver. En 1952 se propuso una amnistía y todos ellos regresaron a su país dejando limpio de estrellas nuestro fútbol si se exceptúan los escasos colombianos que tuvieron cabida en equipos conformados por nueve o diez extranjeros. En los años ochenta la situación es otra. Argentina vive una crisis económica muy seria que afecta a su fútbol, lo que facilita la posibilidad de negociar algunos nombres célebres. Pero los verdaderos grandes ya atravesaron el Atlántico al finalizar el mundial de España. Passarella, Patricio Hernández, Maradona y Ramón Díaz juega en Europa al lado de Falcao, Conti y Rossi. Los que no viajaron a Europa como Tarantini o las nuevas figuras "post-Menotti" como Bulleri, Vieta, Amuchástegui o Brailovski nunca estuvieron en los planes de los "millonarios del fútbol colombiano", como son conocidos en la Argentina los dueños de los equipos. Es decir, que Colombia está viviendo un oscuro Dorado donde la trampa de los dólares no atrapó las mejores piezas sino viejos ejemplares que tarde o temprano iban a terminar sus días de futbolistas en un país como el nuestro y por menos plata. Menotti firmó con River Plate por una suma seis veces menor a la que le ofrecía Millonarios. Más que una cuestión de patriotismo, es una prueba de la importancia de trabajar con jugadores jóvenes, en su caso con los sucesores de los campeones del mundo de 1978, que le permitan una continuidad y no un trabajo con veteranos a punto de "colgar los guayos" que no tiene mucho futuro.
Se quedaron sin mecenas
Mientras algunos equipos son protagonistas de la feria del dólar llevados de la mano de sus dueños, otros no saben qué hacer para participar en la temporada del 83. El Deportivo Pereira no tenía dueño luego de la deserción de don Octavio Piedrahita, su antiguo propietario, quien decidió financiar este año al Nacional de su alma. El Bucaramanga vive una crisis económica muy seria al igual que el Quindío. Y el Tolima, equipo que se quedó sin su "ángel de la guarda", el boyacense Gabriel Camargo, que se vinculo este año al Santa Fe. El Deportivo Cali, tradicional comprador en Buenos Aires, decidio vender a la mayoría de sus jugadores y solamente se quedo con el peruano Mosquera y con el uruguayo Nadal. Esta situación sirve para mostrar el endeble castillo de naipes que sustenta las estructuras de nuestro fútbol. Equipos a la deriva por falta de presupuesto, equipos que navegan al vaivén del capricho de sus dueños, equipos que de club solo tienen el nombre, salvo contadas excepciones como el Deportivo Cali. El presidente de la Confederación Suramericana de Fútbol, Teofilo Salinas, opina que "es un camino demasiado peligroso. La intervención de personas que son empresarios y no dirigentes da paso a grandes riesgos. Se pierde el principio de institución y en cualquier momento quien ha invertido en el fútbol y ve que el negocio no resulta, deja abandonado el club. Por lo tanto, es el equipo el afectado. El fútbol necesita de verdaderas instituciones deportivas, sin ánimo de lucro, que operen con muchos socios, como el caso del Barcelona de España, un club que tiene dos clases de socios. Unos poderosos que hacen los grandes aportes y unos 120 mil que ofrecen su pequeña cuota" En el caso colombiano resulta utópico hablar de "ánimo de lucro". En este momento los equipos han presentado balances desastrosos con pérdidas de treinta millones de pesos, como el América de Cali, el campeón de 1982. Los dueños de los equipos manifiestan que ellos invierten en el fútbol por gusto y no por negocio, porque el fútbol colombiano sólo da pérdidas. Alex Gorayeb, directivo del Deportivo Cali, manifesto cuando agonizaba el Octagonal final del 82 que a los equipos les daba lo mismo obtener diez o cuarenta millones de pesos por conceptos de taquilla y publicidad, ya que las deudas que tienen con sus dueños son tan elevadas que treinta millones de más o de menos no alteran el panorama financiero de los equipos.
Pero de todas maneras, el nuevo sistema de los mecenas no parece ser ventajoso. No sólo por inconvenientes que le trae a un equipo depender de las decisiones de una sola persona, sino porque ya está demostrado hasta la saciedad que los equipos progresan si funcionan como clubes que ofrezcan servicios a un buen número de socios. En Argentina, un país que se puede dar el lujo de exportar todas sus figuras y recuperarlas en dos o tres años con las nuevas promociones, los equipos reciben niños que poco a poco van ascendiendo en las distintas divisiones del club hasta llegar a la primera con sólo 18 o 20 años de edad. En nuestro país, un jugador nacional por lo general recibe su primera oportunidad en la primera división cuando ya ha cumplido 22 o 23 años. Si a esto se agrega el hecho de tener que competir con cinco extranjeros, tal vez a los 25 podrá estar seguro de su titularidad. Esta diferencia sale a relucir en torneos como el pasado Suramericano Juvenil de Fútbol, donde un excelente equipo colombiano perdió tontamente por falta de experiencia ante rivales como Uruguay que tenían en sus filas jugadores de la primera división, entre ellos un "veterano" de 19 años que jugó en Tokyo la final intercontinental de fútbol con el Club Peñarol. A nivel de mayores, podremos ser testigos de nuestra crisis en pocos meses, cuando Colombia comience a prepararse para la Copa América de selecciones que se jugará este año.
Nuestro fútbol profesional vive una época única en su historia. La mayoría de los clubes han cambiado de dueño, el número de extranjeros que pueden jugar en un club se ha áumentado gracias a un fallo del Consejo de Estado y el nuevo director de Coldeportes declaró que estaba satisfecho con las perspectivas de un "nuevo" Dorado. Las páginas deportivas de nuestros periódicos anunciaron nombres ilustres y cifras fabulosas. Al final, los grandes nombres desaparecieron pero las cifras enormes se mantuvieron. El ministro de Educación le pidió a Coldeportes una investigación para evitar la posible desaparición de algunos equipos. El gerente de la División Mayor del Fútbol dijo que si no hay una autoreforma en esta institución será necesaria una intervención desde afuera. Eran los primeros signos de alerta que indícaban que la quimera del oro que apuntaba hacia un nuevo Dorado tenía en realidad otro rumbo mucho más oscuro y de imprevisibles consecuencias, la inflación que lleva al fútbol en otra dirección, un oscuro Dorado que limita nadie sabe dónde con este abismo de las deudas impagables. Un abismo insondable capaz de acabar con el fútbol profesional colombiano.--