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1992: EL AÑO DE COLOMBIA?

EN CONTRASTE CON EL PESIMISMO DE LOS ANALISTAS PRIVADOS EN COLOMBIA, LOS OBSERVADORES INTERNACIONALES CONCUERDAN CON EL GOBIERNO EN QUE 1992 SERA UN BUEN AÑO PARA EL PAIS.

10 de febrero de 1992

LA PRENSA INTERNACIONAL NO SUELE HAblar de Colombia. Y cuando lo hace, generalmente lo hace para mal. Por eso fue sorprendente la publicación, a finales del año pasado, de varios artículos favorables a Colombia en un país como Inglaterra, considerado como el centro financiero de Europa y, sin lugar a dudas, uno de los centros de decisión económica más importantes a nivel mundial.

A medidados de diciembre apareció en el Financial Times, el diario económico más prestigioso de ese país, un artículo en cual se destacaba el hecho de que el mercado bursátil colombiano hubiera sido el de mayor crecimiento en el mundo en el mes de noviembre de 1991. Y se lo catalogaba como uno de los "mercados emergentes" de mayor proyección a nivel internacional.

Pero más importante aún fue una nota publicada a comienzos de diciembre por eI semanario The Economist, en un informe especial sobre las perspectivas de la economía mundial para 1992. La nota, titulada "Colombia's chance" (la oportunidad de Colombia). comenzaba diciendo: "Cuál es el país del hemisferio occidental que tendrá el giro más dramático en el próximo año: Colombia". Enumeraba los cambios políticos y económicos sufridos por el país en 1991, desde la entrega de los narcotraficantes a la justicia colombiana, pasando por la reforma constitucional y resaltando las medidas adoptadas por el Gobierno en desarrollo de su programa de apertura económica. Y terminaba diciendo que el crecimiento del 92 sería muy superior al del 91.

En eso, la nota de The Economist coincide con las expectativas del Gobierno colombiano. Pero, curiosamente, es mucho más optimista que la gran mayoría de los analistas privados del país (con algunas excepciones, como la de Salomón Kalmanovitz, decano de la Facultad de Ciencias Económicas dc la Universidad Nacional).

Para el Gobicrno colombiano, y en particular para el ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, están dadas todas las condicioncs para que el crecimiento económico de 1992 sea superior al del año pasado. No sólo por los cambios mencionados en el artículo de la revista británica, sino por factores de más corto plazo, relacionados con el manejo mismo de la política económica.

En eI frente cambiario, según el Ministro, la situación está más despejada que el año pasado y los flujos de divisas se deben moderar. De hecho, el superávit cambiario en los últimos dos meses de 1991 fue del orden de los 150 millones de dólares, en promedio, cuando hubo algunos meses en que los ingresos netos superaron los 400 millones. Y todo hace prever que la tendencia continúe: con la baja de aranceles y la revaluación del peso, las importaciones deben tener un importante crecimiento en 1992, mientras por el lado de las exportaciones es difícil pensar en un crecimiento similar al del año pasado, cuando tuvieron uno de las mejores resultados de los últimos años.

En tales condiciones, el superávit comercial del pais será mucho menor en 1992. Y lo mismo pasará, según las proyecciones, con los flujos de capital. Primero, porque la baja en las tasas de interés -que viene siendo impulsada de manera consciente por la Junta Directiva del Banco de la República debe frenar los flujos especulativos de capital. Y, segundo, porque las necesidades del Gobierno en materia de monetización de deuda externa no superarán este año, según la programación financiera del Ministerio de Hacienda y de Planeación Nacional, los 500 millones de dólares.

Este año, pues, el país no tendrá las presiones inflacionarias tan fuertes que tuvo el año pasado por culpa del sector externo. Y eso permitirá moderar el impacto de la política monetaria en dos frentes que, según los observadores, fueron cruciales en la determinación del comportamiento económico general en 1991: el gasto público y la inversión privada.

La última, según Hommes, debe aumentar de manera importante en 1992. Como ya se dijo, la baja de aranceles y la revaluación del peso han abaratado considerablemente el costo de los bienes importados. Y dado que el año pasado las importaciones de bienes de capital estuvieron estancadas, es de prever que los industriales del país salgan al mercado a cubrir sus necesidades y a reponer el tiempo perdido en materia de inversión sobre todo en un momento en que la apertura exige una permanente reestructuración para mantener condiciones de competencia.

Han desaparecido, además, la mayoría de los factores que, de acuerdo con muchos analistas, explicaron el desgano en materia de inversión que se registró el año pasado, como los relacionados con la reforma constitucional. Y, según el Ministro, los que siguen siendo materia de preocupación para los industriales en particular la reforma tributaria que será presentada por el Gobierno al Congreso de la Repúblicano afectarán Para nada la formación de capital.

La reforma, según pudo establecer SEMANA, tendrá tres pilares: una ampliación de la base del Impuesto al Valor Agregado, IVA, mediante la inclusión de servicios (diferentes a los públicos) y alimentos procesados (exceptuando los que formen parte de la canasta de consumo básico); un incremento de dos o tres puntos en la tarifa del mismo Impuesto, y la eliminación de algunas exenciones arancelarias, diferentes a las que cobijan la industria del petróleo y programas especiales como el Plan Vallejo.

Los recursos así captados se sumarán a los que se logren optener mediante un incremento en la eficiencia de la administración tributaria en la que, a pesar de la mejora de los últimos años, quedan todavía muchas cosas por hacer y del aumento en el recaudo que producirá la introducción del sistema de ajustes por inflación en la contabilidad de las empresas. Y con ellos el Gobierno espera poder cumplir con sus metas de inversión.

De acuerdo con los estimativos de Planeación Nacional, la inversión pública, que el año pasado estuvo prácticamente estancada, tendrá en 1992 un crecimiento real superior al 7 por ciento. Y ello contribuirá optando con una respuesta similar en la inversión del sector privado a un crecimiento del Producto Interno Bruto superior al 3.5 por ciento.

Es más: si como se espera hay un incremento en la inversión extranjera este año deben llegar los primeros capitales para el desarrollo del campo de Cusiana el crecimiento podría ser todavía mayor. Según el ministro de Hacienda, en tales condiciones el crecimiento podría estar cercano al 4 por ciento en 1992. Con un ingrediente positivo adicional, que es el comportamiento esperado de los precios. Aun que ya no quiere casarse con una cifra en particular, es claro que Hommes tiene grandes esperanzas en que este año sí se logre alcanzar la meta del 22 por ciento en materia inflacionaria.

El Gobierno, en resumen, es moderadamente optimista con respecto al comportamiento de la economía en el año que comienza. Y decimos que es moderamente optimista porque hay algunos observadores todavía más optimistas, como el decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, Salomón Kalmanovitz. En un artículo de prensa, Kalmanovitz sostuvo que si el balance del sector externo permanece positivo en 1992 y no hay exabruptos de política económica, eI crecimiento de la economía el año entrante puede ser mucho mayor que el obtenido en 1991". Y cuando dice mucho mayor, no está exagerando: en su opinión el Producto Interno Bruto podría crecer hasta en un 6 por ciento en 1992.

Las opiniones de Kalmanovitz, sin embargo, no son compartidas por otros analistas del sector privado. No al menos por el director de Fedesarrollo. Eduardo Lora, y por el presidente de Anif Javier Fernández, cuyas respectivas instituciones han realizado cuidadosas proyecciones econométricas sobre el posible comportamiento de la economía nacional en el presente año.

Para Lora, es claro que las condiciones económicas del país han mejorado en los últimos meses y que la baja que se está presentando en las tasas de interés es fundamental para la recuperación de la inversión. Existen, sin embargo, dos factores que incidirán negativamente en el comportamiento del sector industrial y, por ende, en el crecimiento global de la economía.

EI primero de ellos es el programa de apertura económica. Según Lora, en 1992 sí se van a sentir los efectos de la liberación de las importaciones y la reducción de aranceles, que el año pasado no fueron importantes debido a la gran incertidumbre que reinaba en el país con respecto al cronograma de desgravación. Pero ya concluido el proceso, y dada la revaluación que ha sufrido la moneda nacional, es evidente que la industria nacional tendrá que soportar una dura competencia.

Pero los problemas para la industria no se detendrán allí. Según el director de Fedesarrollo, a pesar de las afirmaciones del ministro de Hacienda, la reforma tributaria sí tendrá un efecto recesivo sobre el sector industrial. La ampliación de la base para el cobro del IVA y el aumento en las tarifas se traducirán necesariamente en un incremento de los precios de los bienes industriales, lo que reducirá el poder de compra de la población en dicho tipo de bienes.

La industria, por ello, está condenada a ser el sector de peor comportamiento en el presente año. Tanto que de acuerdo con los cálculos de Fedesarrollo, el producto industrial podría tener una caida del 2 al 3 por ciento, prolongando por segundo año consecutivo la recesión del sector. Dicho estimativo contrasta con el de Planeación Nacional, según el cual la industria crecerá por encima del 2 por ciento en 1992.

En otros aspectos, sin embargo, la posición de Fedesarrollo es, si se quiere, más optimista que la del propio gobierno. Tal es el caso de la inflación que, de acuerdo con el director de la entidad, podria bajar este año hasta el 20 por ciento. O de las exportaciones agricolas, a las cuales el centro de investigación les auguran muy buenas perspectivas.

Pero si en el contexto global Fedesarrollo es pesimista, lo es mucho más la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, Anif que preside Javier Fernández, ex asesor de la Junta Monetaria. Para Fernández lo mismo que para Lora existen factores muy positivos en la actual coyuntura de la economía nacional. Pero existen, a la vez, muchos factores negativos que los contrarrestan.

Entre los primeros está, sin lugar a dudas, la baja en las tasas de interés propiciada por el Gobierno y que tarde o temprano se reflejará en las tasas de colocación del sector financiero. Aunque la baja es todavía muy pequeña en términos reales si se tiene en cuenta la caída de la inflaciónes evidente que la economía cuenta en este momento con una liquidez muy superior a la que tuvo el año pasado. Y que eso se ha reflejado en una mayor disponibilidad de crédito para el sector productivo.

Otro factor positivo para el presidente de Anif es la creciente estabilidad en el frente cambiario. Al igual que los otros analistas, Fernández considera que el superávit en cuenta corriente se reducirá de manera sustancial. Y que si al Gobierno no se le va la mano en la monetización de divisas por concepto de empréstitos externos o que ya fue descartado por el ministro Hommes este año no habrá problemas como los generados el año pasado por la acumulación de reservas internacionales.

Lo anterior, combinado con la revaluación del peso y la reducción de aranceles parte de una política realista en materia de aumento de tarifas de servicios públicos, como la que parece que se adoptará este año deberá contribuir, a su vez, a una estabilidad relativa en materia de precios. Y ese también será un factor muy positivo.

Desafortunadamente, según el presidente de Anif, hay una serie de factores negativos que pesarán mucho a la hora de los balances y que impedirán un mayor crecimiento de la economía.

Uno es el café. Hasta el momento, en efecto, no existe ningún indicio que permita pensar en un cambio sustancial en las condiciones del mercado externo. Y, por lo tanto, las cotizaciones no sufrirán ninguna variación. A nivel interno, además, es previsible que la cosecha se mantenga o disminuya, con lo cual los productores no tendrán el colchón de seguridad que tuvieron en 1991, cuando compensaron parcialmente la caída en el precio real del grano con un aumento de la producción. Y si bien el café ha perdido importancia en el conjunto de la economía colombiana, sigue siendo uno de los elementos que más incide en el comportamiento de la demanda global. Y por ahora, como lo reconoce el propio Gobierno, este sigue siendo un "hueco negro".

Otro factor negativo, que tiene que ver con las expeptativas de los empresarios, es el relacionado con la reforma tributaria. Según Fernández, es claro que la intención del Gobierno no es golpear la inversión con su paquete fiscal. Pero dado que la reforma tiene que ser aprobada por el Congreso, la incertidumbre radica en las modificaciones que pueden introducir los parlamentarios al proyecto original.

En tercer lugar, hay un factor al cual no se le ha prestado todavía mucha atención, pero que puede tener una gran incidencia en el comportamiento de la economía nacional en el presente año: los precios del petróleo. En los últimos días las cotizaciones del crudo han estado cayendo como consecuencia de las especulaciones relacionadas con el reingreso de Iraq al mercado internacional. Y como, contra lo que se pensó en un primer momento cuando concluyó la guerra del Golfo y sus pozos quedaron incendiados es muy posible que también se produzca en este año el regreso de Kuwait, el mercado puede verse sobreabastecido y los precios bajar a un nivel muy inferior al actual.

La caída en los precios del petróleo tendría un doble efecto. Por un lado afectaría las finanzas de Ecopetrol, con lo cual si bien el impacto principal sólo vendría a sentirse en 1993, con la reducción de las transferencias al Gobierno Centrarse podrían afectar los programas de la empresa, incluidos algunos préstamos a otras entidades del sector descentralizado, como la FEN. Por otro lado aunque menos evidente, tal vez más importante la baja en los precios del petróleo podría afectar sustancialmente a la economía venezolana, con las obvias repercusiones que ese hecho traería para el crecimiento del producto nacional.

Por todas esas razones, Anif considera que la economía colombiana no crecerá más allá del 2 por ciento. Aunque de mantenerse la situación de liquidez de la economía y continuar la tendencia a la baja en las tasas de interés es posible que haya una ligera recuperación de la inversión privada que en los primeros estimativos aparecía estancada se pueda ganar algo así como medio punto más de crecimiento.

Tales son, en resumen, las diferentes proyecciones que con ayuda en la mágica bola de cristal en que se han convertido los modelos econométricos han realizado los sectores público y privado sobre lo que será el comportamiento de la economía colombiana en 1992.

Faltan, por supuesto, muchos elementos. El sector agrícola, por ejemplo, se ha convertido en una variable residual en casi todos los modelos, por falta de buenos indicadores. Y aunque todos coinciden en que su comportamiento será positivo más, inclusive, que el del sector industriales evidente que aún quedan muchas preguntas por despejar. ¿Qué pasará, por ejemplo, si como todo parece indicar que sucederá Venezuela reduce los aranceles de importación de los productos agrícolas al 10 por ciento? ¿Seguirá teniendo sentido en ese contexto la discusión en torno de la apertura del campo colombiano?

Y a pesar de los esfuerzos del Gobierno por darle salidas adecuadas al problema de la reducción del aparato estatal, ¿podrá recortarse la burocracia del país sin generar un enrarecimiento del ambiente político y social? ¿Tendrá el Estado los recursos necesarios para enfrentar una política de liquidación de puestos oficiales indemnizando apropiadamente a los trabajadores? ¿No tendrá la disminución de la nómina gubernamental un impacto negativo sobre la demanda agregada?

Son incógnitas para las cuales no hay respuesta en los modelos. Y que a pesar de no modificar sustancialmente las tendencias generales, tienen gran importancia a la hora de sopesar el clima de los negocios. Un clima que, sin lugar a dudas, es hoy mucho mejor al que existía hace apenas un año, cuando el Gobierno decidió implantar la medida del encaje marginal y limitar el crédito al sector privado. Hoy, por el contrario, existe una gran liquidez, las tasas de interés están bajando y las incertidumbres de todo tipo son mucho menores.

A los ojos de propios y extraños, las cosas están cambiando. El Gobierno ha tenido el valor de aguantar el "chaparrón" desatado por algunas de sus medidas y ha logrado sacar adelante una reforma estructural, cuyos efectos no se han sentido todavía en su totalidad. Por eso no son de extrañar los reportes positivos de la prensa internacional. Una prensa para la cual, como decía The Economist refiriéndose al hallazgo de Cusiana 2, "la fortuna favorece a los bravos ".