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BID: CAMPANADA DE ALERTA

Según el BID, el futuro de la situación de los países latinoamericanos será, en el mejor de los casos de moderada recuperación.

20 de diciembre de 1982

Las perspectivas de recuperación económica de los países latinoamericanos no permiten esperar una gran mejoría en el corto plazo y serán definidas fundamentalmente por dos factores: la situación internacional y las políticas que desarrollen los gobiernos.
Esa es una de las conclusiones principales del informe anual del BID que, la economía en los últimos años mediante un modelo econométrico, intenta una cualificación de las tenta una cuantificación de las posibilidades reales de crecimiento en el futuro inmediato.
Dentro del primer objetivo, se reconoce un lugar de preferencia al sector externo. El comercio, medido por la suma de exportaciones e importaciones, en la década de los setenta duplicó su participación en el Producto Interno Bruto de todos los países hasta llegar, en 1980, al 50%. Entre los factores que explican tal fenómeno figura el alza de los precios de las mercancías intercambiadas en el mercado internacional, especialmente el petróleo, y las políticas de promoción de exportaciones llevadas a cabo para compensar el déficit en la balanza comercial que, de otra forma, se hubiera agudizado por el mayor valor de las importaciones de combustible.
Se observa, de otra parte, un cambio en la composición del comercio exterior. Los Estados Unidos, las naciones de la Comunidad Económica Europea y el Canadá disminuyeron su participación para ampliar el campo de acción, como compradores, de los propios países de la región, el Japón y el Medio Oriente.
También el tipo de bienes transados ha tenido un cambio notorio. Por el lado de las compras, las de petróleo se hicieron más importantes que las de manufacturas, poniendo de presente el avance en el proceso de sustitución de importaciones y, por el lado de las exportaciones, los alimentos y las materias primas disminuyeron en favor de bienes industriales.
Desde el punto de vista del crecimiento económico, durante los años setenta se mantuvo el ritmo promedio de los sesenta, pero con altos grados de dispersión entre los diversos países. Al contrario de lo que hubiera sido previsible, no fueron los petroleros quienes alcanzaron el mayor crecimiento. Hubo un período de expansión entre 1971 y 1973, con una tasa de incremento del PIB de 7.3% seguido luego del estallido de la crisis petrolera, de un lapso de desaceleración en el cual dicha tasa osciló alrededor de 5.5%.

GOLPES DE CIEGO
A lo largo de la última decada se observó un aumento en los esfuerzos de inversión de los países latinoamericanos. Este mayor esfuerzo, sin embargo, no se reflejó con mucha fuerza sobre la producción, pues estuvo acompañado de una pérdida en el nivel de eficiencia. El aumento en la inversión está estrechamente relacionado con el crecimiento en los índices de endeudamiento promovidos por varios países luego de 1974. La menor eficiencia económica, y el hecho de que los empréstitos se utilizaran para satisfacer la insuficiencia de ahorro interno, condujo a que los resultados del gran esfuerzo se limitaran a suavizar las consecuencias de la recesión internacional, permitiendo el sostenimiento de las importaciones que, de otra manera, hubieran caído con efectos inconvenientes sobre el consumo interno.
En materia de política económica, los gobiernos no han seguido un patrón general y sólo en unos pocos elementos podría decirse que hay homogeneidad. Los estímulos al sector externo, por ejemplo, aunque en distinta medida y con diferentes instrumentos, tienden a ser una regla general. Estos, sin embargo, al producirse en distintos momentos, no han tenido el efecto que hubiera sido deseable en términos del dinamismo del comercio en la zona.
En muchos países se ha fomentado la liberación del comercio. Igualmente, la tasa de cambio real del grupo tomado globalmente tiene una clara tendencia a disminuir a la larga. Entre 1970 y 1980 hubo, aproximadamente, una revaluación promedio de las monedas del 24% . Esto último se pudo llevar a cabo gracias a la disponibilidad de fondos en el mercado financiero internacional y a los procesos de liberación de los mercados de valores al interior de los países.

DESEQUILIBRIO COMERCIAL
En lo que se refiere a la balanza de pagos se observa también una tendencia general: déficit en las transacciones con el resto del mundo. Las exportaciones disminuyeron y las importaciones, como se dijo atrás, se mantuvieron a costa de altos niveles de endeudamiento, propiciando un desequilibrio que se agudizó por el notable déficit en la cuenta de servicios, derivado de los altos pagos por intereses que los países de la zona debieron realizar para amortizar los créditos contratados en los bancos comerciales de Estados Unidos y Europa. La relación que mide la cuantía de déficit en la balanza de pagos, en términos de su participación en el PIB, aumentó en el agregado.
De todo lo anterior se deduce que la salida masiva de representantes de gobiernos latinoamericanos en busca de créditos ha sido uno de los acontecimientos más determinantes del resultado económico de la región. Además de que les permitió suavizar el efecto de la recesión del 75%, se desarrolló un proceso en el cual los agentes dejaron de ser simplemente receptores de crédito y, estimulados por las altas tasas de interés de la política de Reagan en los Estados Unidos, llevaron también grandes sumas de dinero al exterior.
Los altos niveles actuales de endeudamiento de los países de Latinoamérica no se limitan al sector público. Por el contrario, la participación del Estado en la deuda externa disminuyó en 1980 al 60.6%, luego de llegar, en 1975 y 1979, al 65% y 67%. Las mayores dificultades generadas por estos volúmenes de préstamos obedecen a que, en muchos de los países, los ingresos de divisas han caído verticalmente. Esto los ha llevado a una escasez que los imposibilita para pagar los vencimientos. Emisarios de Bolivia, México y Argentina se han visto en la necesidad de acudir a los grandes centros financieros en busca de renegociaciones para sus respectivas deudas. Esto, además de que resulta penoso y posterga un problema de gran profundidad que en el futuro obstaculizará la recuperación, puede agravarse en la medida en que otros países ingresan al grupo de insolventes, lo que podría incluso poner en el borde del abismo al sistema financiero internacional. Muchas publicaciones a lo largo del mundo entero se han ocupado del tema y han contribuido a difundir la voz de alarma en las oficinas de los grandes bancos y centros de negocios.
Cuando se contrataron estos créditos, además se utilizó en algunos casos el sistema de tasa de interés variable. El costo financiero, entonces, se determinó en función de las variaciones del LIBOR que, con el aumento presentado en la segunda mitad de los setenta, encareció aún más el servicio de la deuda, obligando a muchos países a utilizar el capital para pagar intereses.

PANORAMA GRIS
La parte final del informe del BID se dedica a calcular posibles valores para los indicadores económicos en los próximos años. Fue necesario partir de supuestos que caracterizan dos situaciones hipotéticas. En la primera se considera que la política económica en los países avanzados guarda continuidad a través del tiempo. La segunda, en cambio, más acorde con la realidad de los últimos períodos, considera un comportamiento errático por parte de los gobiernos, en la cual los instrumentos se mueven con criterio de corto plazo de acuerdo con el énfasis que se le otorgue a la estabilización o al crecimiento, dando lugar a una situación de "pare y siga" en la que lo monetario y lo fiscal se contrae y expande sucesivamente.
Los resultados señalan que, entre 1982 y 1986, el crecimiento será inferior al de épocas recientes. En el caso en que la política económica de los países avanzados sea "consistente", la tasa de crecimiento promedio en la región será de 3.13%, mientras en la segunda situación, la de políticas de "pare y siga", será aún menor:2.55%. En el primer caso, las tasas van aumentando año a año, hasta alcanzar 5.37% llegará a 6.19% en 1983 y luego se irá bajando hasta acabar en 1.36% en el 86.
En ambas situaciones hipotéticas las exportaciones aumentarán más que todos los componentes del PIB, lo que pone de presente la necesidad, en aras de la recuperación de la región, de que los países avanzados logren una mejora sustantiva en términos de producción.
También desde el punto de vista del endeudamiento, la política "consistente" arroja mejores resultados que la de "pare y siga": la relación porcentual entre la deuda y las exportaciones disminuye a la mitad hacia 1986.
Las perspectivas en los próximos cinco años, en síntesis, no son muy halagadoras. En el mejor de los casos, se podría esperar una recuperación moderada, pero el período de las "vacas flacas" perdurará mucho más tiempo de lo que sería deseable.