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COCA COLA ES ASI

Una nueva generación de herederos le pone fin a la era Kirby.

22 de octubre de 1990

El cambio del gerente de una empresa no debería ser en sí una gran noticia. Sin embargo, cuando se trata de una compañía como Industrial de Gaseosas S.A. , Indega, que se ha caracterizado por su tradición y continuidad la cosa es a otro precio. Indega lleva 50 años de fundada y Richard I. Kirby 38 de trabajar en ella. Como el nombre de este ejecutivo era practicamente sinónimo del de la compañía, su retiro por jubilación el mes pasado no ha dejado de despertar curiosidades y comentarios.

El origen de esta historia se remonta al 5 de septiembre de 1940, cuando 4 empresarios antioqueños, Daniel Peláez José Gutiérrez Gómez, Alberto Mejía y Hernando Duque, fundaron Indega. Constituida la empresa obtuvieron de The Coca Cola Company de los Estados Unidos el derecho al uso de la marca y al suministro del misterioso jarabe con que se fabrica esta popular gaseosa.

En 1945 llega a Medellín Albert H. Staton, uno de los vicepresidentes de Coca Cola en Atlanta, Estados Unidos, con el propósito de asesorar a Indega. Staton se encanta con esta ciudad, ve un gran potencial de negocios y decide establecerse en Colombia . Ingresa como accionista de la empresa embotelladora y asume su dirección. La llegada de Staton marca una era en la proyección de la compañía, caracterizada por grandes crecimientos e inversiones en la sociedad. Staton va capitalizando cada vez más, adquiriendo mayor control y diluyendo la participación de los inversionistas originales.

El crecimiento es tal que Staton expande sus intereses fuera de Colombia y obtiene franquicias de The Coca Cola Company para establecer y operar embotelladoras en México y en Brasil. El vehículo para hacer estas inversiones ha sido la compañía Panamerican Investment Co. Inc., constituida en Panamá y controlada por el señor Staton y su familia. En la actualidad, fuera del control mayoritario de Indega, la Panamerican es dueña de doce embotelladoras en México y dos en el Brasil.

En 1952 llega a Colombia un joven americano, hijo de un viejo amigo de Staton, a quien este último le tenía una deuda de gratitud. Para retribuirla, le ofreció a su amigo darle el empleo a dos de sus hijos, que por la época terminaban sus estudios universitarios. Así aparece en Medellín, Richard Ivins Kirby. Ya desde entonces, se caracterizaba por la disciplina y obsesión con que emprendía todas sus actividades. Ese empuje ya le había servido para ser un esquiador en nieve de primera categoria, que integró el equipo de los Estados Unidos a los Olímpicos de Invierno.

Desde su primer cargo como técnico en la planta de producción, escaló rápidamente posiciones dentro de la administración de la empresa y en los afectos del señor Staton. A mediados de los sesenta llegó a la gerencia de Indega en Bogotá. Por esta misma época, Staton, quien ya está pensando en retirarse, le va cediendo mayores responsabilidades. A principios de la década de los setenta, Richard Kirby llega a la presidencia de Indega y se le da la supervisión de los negocios de la Panamerican en Brasil y México.

Su ascenso empresarial va acompañado de una proyección social paralela. Quienes lo conocen atribuyen esta última, especialmente a la simpatía de su esposa, una muy atractiva cartagenera de origen noruego, Kitty Kielland de Kirby, con quien se casó al poco tiempo de haber llegado a Colombia y quien es la madre de sus cuatro hijos. Pero el hecho es, que fuere por el que fuere, los Kirby se convirtieron en unas de las figuras más populares de la sociedad bogotana.

Pocos años antes de su muerte, Albert Staton decide casarse con Mercedes Mesa, quien había sido su colaboradora de muchos años y en particular quien le había ayudado a educar a sus hijos del segundo matrimonio. Por esa misma época establece su testamento, que habría de ser parte del origen del retiro de Richard Kirby de la compañía diez años después.

Albert H. Staton se casó tres veces. De su primer matrimonio celebrado en Estados Unidos y del cual enviudó unos años después, le quedaron dos hijos. Ya en Colombia contrajo segundas nupcias, con una señora de nacionalidad alemana, con quien tuvo otros dos hijos. Después de enviudar nuevamente, permaneció durante varios años solo, hasta que decide ponerle fin a su vejez solitaria y contrae matrimonio por tercera vez.

Staton, no dejaba de ser una figura curiosa dada su dimensión empresarial. En casi cuarenta años que vivió en Medellín, muy poca gente llegó a conocerlo bien, pues llevaba una vida de asceta. Gran consagración al trabajo, muy poca vida social,jamás un trago, nada de ostentación y un buen sentido de la caridad: era un filántropo.

Aún hoy subsiste la Fundación Albert H. Staton, cuyo objetivo principal es el de proveer de vivienda a los empleados de sus empresas y ayudar a gentes de escasos recursos.

Esta personalidad se reflejó en su testamento. Staton deja la gran mayoría de sus intereses a sus hijos pero en un gesto de hombre agradecidono se olvida de quienes le ayudaron en su vida: Richard I. Kirby -quien hoy tiene alrededor del 3% por ciento de las acciones-, Mercedes Mesa y algunos de sus amigos de infancia en Atlanta, Georgia. Pero si bien sus hijos tenían la absoluta mayoría de las empresas, no podían ejercer el control pues su padre les había dejado la herencia sometida a una fiducia en los Estados Unidos, cuyo término era de diez años. La razón aparente de esa decisión era la de que sus hijos del primer matrimonio siempre habían vivido en Estados Unidos y no estaban bien enterados del negocio, y los del segundo, eran muy jóvenes en el momento de la muerte de su padre.

Esta situación permitió que Richard I. Kirby ejerciera un control absoluto, tanto sobre Panamerican Investment Company, como sobre Indega. Pero si bien el poder era total, la administración de estas compañías se ejercía de manera profesional, relativamente impersonal y con un gran sentido de continuidad de las políticas que se habían establecido desde la época en que Staton estaba vivo.

En los 45 años que abarca lo que podría llamarse la era Staton-Kirby, los resultados de Indega no podían ser mejores. Una empresa que arrancó en los años cuarenta con trece camiones, 239 mil envases, activos por $320.000 y capital de $50.000, es hoy un poderoso conglomerado que controla el 40 por ciento del mercado de gaseosas del país frente al 60 de Ardila Lulle genera 7.500 empleos directos, tiene activos por 11.402 millones de pesos y vende más de treinta mil millones de pesos al año.

Ya desde 1980, Kirby se había marginado del manejo día a día de Indega, dejando éste en manos de José María Rodríguez Montoya, un ejecutivo con muchos años en la empresa, las funciones de Gerente General. Kirby se dedicó a atender directamente los negocios de la Panamerican Investment en Colombia, Brasil y México. Desde 1988 sus funciones en Industrial de Gaseosas se limitaban a las de presidente de la junta directiva.

Con el retiro de Richard I. Kirby, el mes pasado, culmina esta era. Pero más que un cambio radical, lo que hubo fue una coincidencia de factores. Al mismo tiempo que Kirby alcanzaba su edad de jubilación, expiró la fiducia que excluía del manejo directo a los hijos de Albert H. Staton. Estos manifestaron, en una asamblea general de la Panamerican celebrada recientemente, su deseo de participar de manera más activa en el control de sus intereses. Kirby representaba para ellos la era de su padre y ellos querían llegar a jugar con su propio naipe.

En reemplazo de Kirby fue nombrado como presidente de la Panamerican el señor David Rianhard, quien ejercerá sus funciones desde la Ciudad de México y desde allá manejará los negocios de la Panamerican en ese país, en Colombia y Brasil. En cuanto a Indega no ha habido cambios. Su presidente es el mismo y dado el estilo de la compañía, no habrá cambios inminentes.
¡Coca Cola seguirá siendo así!