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De carambola

El TLC con Estados Unidos cambia para siempre las relaciones entre los países andinos. El gran interrogante es cómo jugará sus cartas el gobierno de Hugo Chávez.

14 de febrero de 2005

En el recinto donde los gobiernos de Colombia, Ecuador y Perú negocian el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos ronda un fantasma. Aunque no fue invitado y pocos hablen de él, todos lo reconocen. Se trata de Venezuela, el vecino 'díscolo' de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) cuya brújula, a diferencia del resto de países de esta región, no señala hacia el hemisferio norte. ¿Qué papel desempeñan los venezolanos en el complejo cruce de intereses comerciales y políticos que se da en el acuerdo bilateral con los estadounidenses?

La pregunta, con el TLC en la recta final, está en el aire. Para algunos, Venezuela es solamente un vecino indiferente que prefirió mirar hacia otro lado, pero que incluso podría verse beneficiado con el acuerdo que sus socios andinos firmen con los norteamericanos. Para otros, en cambio, puede convertirse en un obstáculo a la hora de ajustar las normas andinas al acuerdo con Estados Unidos. De todos modos, el tratado tendrá efectos sobre las relaciones con Venezuela y la integración andina.

Un arancel poco común

Cuando en los 90 las naciones andinas decidieron crear un mercado propio, buscaron liberar el comercio de bienes y servicios en la región y al mismo tiempo protegerlo de la competencia de terceros países estableciendo un arancel externo común. Así, por ejemplo, un carro ensamblado en Colombia entra a Venezuela sin aranceles, mientras que si es importado de cualquier otro país por fuera de la CAN debe pagar un impuesto de 35 por ciento. También se diseñó el mecanismo de las franjas de precios que protege los productos agrícolas andinos de importaciones artificialmente baratas por causa de los subsidios y las ayudas internas de los países ricos a sus agricultores.

Aunque imperfecta y no siempre respetada por los países andinos, la política comercial común dio resultados. Permitió que industrias como la petroquímica, la automotriz o la de alimentos encontraran en los países andinos un mercado en el que podían competir. Mientras la mitad de los casi seis millones de dólares que Colombia exporta a Estados Unidos son petróleo y carbón, el 70 por ciento de las ventas a Venezuela, cercanas a los 1.500 millones de dólares, corresponden a productos industriales, de mayor valor agregado y que por lo tanto generan más empleo.

Si se firma el TLC con Estados Unidos, los productos venezolanos que se venden en Colombia se tendrían que enfrentar a los productos gringos sin ninguna ventaja arancelaria. De hecho es lo que va a sucederles a los productos colombianos en Venezuela a medida que se eliminen los aranceles a las importaciones provenientes de Mercosur, a raíz del acuerdo firmado entre los andinos y ese bloque comercial conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Así, tarde o temprano, el comercio entre Colombia y Venezuela quedará expuesto a la competencia tanto de Estados Unidos como de Mercosur. ¿Quién gana y quién pierde en este nuevo escenario?

"Venezuela no tiene mucho que perder; Colombia, sí ", dice Beatriz de Majo, ex directiva de Petroquímica Colombiana y experta en temas de comercio exterior. La mayor parte de las ventas venezolanas a Colombia son piezas de acero fabricadas por una sola empresa (Siderúrgica del Orinoco), un producto que Estados Unidos no exporta. En cambio, los carros, las neveras, los alimentos o los envases plásticos colombianos que se venden en Venezuela, entre otros productos, sí corren el riesgo de ser desplazados por los que se fabrican en Brasil, según un estudio de la Cámara Colombo-Venezolana.

No es algo que vaya a suceder de la noche a la mañana. Los empresarios colombianos han construido durante años una posición sólida en el mercado venezolano, y a los brasileños o argentinos no les quedará fácil debilitarla. "Tenemos 10 ó 12 años para prepararnos y lo estamos haciendo", dice Darío Echeverri, presidente de Industrias Haceb, una empresa que exporta casi ocho millones de dólares anuales en electrodomésticos al país vecino.

Claro que los empresarios venezolanos también podrían ganar con el TLC entre Colombia y Estados Unidos. Es un hecho que la 'revolución bolivariana' del gobierno de Hugo Chávez despierta temor entre los industriales de ese país. Y Colombia, con todo y sus problemas de inseguridad, podría parecerles un buen destino para montar sus fábricas y aprovechar el mejor acceso al mercado de Estados Unidos. "No debería sorprendernos que empresas transnacionales instaladas en Venezuela decidan orientar sus inversiones hacia países que les brinden mayor tranquilidad", dice Himelda Cisneros, presidenta de la Cámara Venezolana Americana.

El impredecible

Los 'arrebatos' de Hugo Chávez no sólo preocupan a los empresarios venezolanos. También, a los gobiernos de Colombia, Ecuador y Perú, que una vez firmado el TLC tendrán que contar con el visto bueno del gobierno venezolano para modificar las normas de la CAN que vayan en contravía de lo acordado con los gringos.

Por ejemplo, en materia de propiedad intelectual, Colombia, Ecuador y Perú ya tienen unas reglas de juego acordadas en la Comunidad Andina. Lo más seguro es que esas normas andinas no coincidan con lo que se negocie con Estados Unidos en temas de patentes y otras protecciones a los medicamentos de marca (que en su mayoría fabrican las multinacionales farmacéuticas).

Aunque comercialmente a Venezuela no le afecta que Colombia, Ecuador o Perú acepten esos compromisos con Estados Unidos, desde el punto de vista político el asunto podría complicarse. Si el gobierno de Chávez se opone a modificar la normatividad andina, los tres países 'casados' con el TLC se enfrentarían al dilema de si darle prioridad al acuerdo con Estados Unidos o a lo pactado con la CAN. Es más, si Venezuela no acepta modificar la legislación andina, cabe la posibilidad de que Colombia, Ecuador y Perú recurran a mecanismos jurídicos para tomar una decisión sin su consentimiento.

Ante estos interrogantes, algunos vaticinan que la integración andina está herida de muerte. Sin embargo, no todo el impacto del TLC con Estados Unidos sobre la comunidad andina es negativo. Estar dentro del TLC va a obligar también a tres de sus miembros a ser mucho más estrictos con el cumplimiento de las normas de comercio, que antes se 'pasaban por la faja' con demasiada frecuencia. No es lo mismo incumplirle a la CAN que al poderoso Estados Unidos.

Bolivia, por su parte, también está detrás de negociar un TLC con los estadounidenses. Y, Venezuela, con una visión más política que económica, "le está dando la espalda a la CAN, porque nunca creyó en ella, y ahora busca la integración vía Mercosur o la Comunidad Suramericana de Naciones", dice Alfredo Salgueiro, profesor de derecho internacional de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas.

El vecindario andino está dividido pero sigue en pie. A nadie le conviene destruir más de 30 años de un difícil proceso de integración que sin duda ha resultado un buen negocio. Y menos a Colombia, que como quedó claro en la reciente crisis diplomática con Venezuela, no puede darse el lujo de arriesgar los 1.500 millones de dólares que le vende anualmente al país vecino.

También es evidente que mientras cada país mire en una dirección distinta, es poco probable que la integración se fortalezca. De hecho será muy difícil que los países de la CAN logren nuevos tratados comerciales con otras regiones del mundo. Recientemente, por ejemplo, la Unión Europea anunció su intención de negociar un tratado de libre comercio con la CAN, mas no con cada uno de sus miembros por separado.

Si algo ha demostrado la alianza de Colombia, Ecuador y Perú en las negociaciones del TLC con Estados Unidos es que la unión hace la fuerza y que la única manera de hacerle algún contrapeso a una potencia económica como esa es fijando posiciones en bloque.