Según el Ministerio de Salud el 81% de los jóvenes colombianos ingiere gaseosas o refrescos y el consumo de los latinos es mucho mayor al promedio mundial.

Impuestos

¿Colombia necesita un impuesto a las bebidas azucaradas?

Los resultados para el país en el Día Mundial de la Diabetes refuerzan la necesidad de mejorar los cuidados relacionados con la ingesta de azúcar. ¿Puede el impuesto a estas bebidas ser la solución?

19 de noviembre de 2015

El pasado 14 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Diabetes, una campaña de prevención que se realiza debido a los altos índices de esta enfermedad en el mundo, convirtiéndose de esta manera en un día oficial de la salud en las Naciones Unidas.

Saber que Colombia, con 2,2 millones de adultos con diabetes, es el segundo país de América Latina con más personas entre 20 y 79 años padeciendo esta enfermedad, es preocupante. En toda la región hay 25 millones de personas diagnosticadas en la actualidad.

Según estimaciones de la Federación Internacional de Diabetes si no se hace algo para 2035 existirán en Latinoamérica 38 millones de diabéticos y en el mundo se podrían añadir hasta 205 millones nuevos afectados.

La diabetes tiene un costo social muy alto. Se estima que 1 de cada 12 adultos la padece y sus complicaciones a largo plazo pueden llevar a incapacidad permanente o incluso la muerte.

La salud sobre la necesidad fiscal

Aunque la propuesta del ministro de Salud, Alejandro Gaviria, al ministerio de Hacienda de aumentar los impuestos a las bebidas azucaradas con la expectativa de recaudar $1,89 billones para beneficiar al sector, está fundamentada en argumentos económicos y de salud pública, son estos últimos los que deberían pesar más.

Como afirmó el Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, en una entrevista realizada por W Radio: “El tema de impuestos a bebidas azucaradas es más por salud que por temas fiscales. Ese impuesto hay que mirarlo con el lente de la salud pública y no con criterio fiscalista”.

El mismo Ministerio de Salud explica que los impuestos a estos productos se fueron convirtiendo en parte de la respuesta que algunos gobiernos han considerado para enfrentar el creciente consumo, que contribuye al aumento de peso y el desarrollo de diabetes en la población.

Y añade que “las bebidas azucaradas aportan casi la mitad del consumo diario de azúcar entre la población. La ingesta de las mismas es más alta en los jóvenes latinos que el promedio general”.

Igualdad entre los beneficios y los perjuicios de un impuesto

Como explica Sergio Prada, investigador senior y profesor del Departamento de Economía de la Universidad Icesi, la evidencia publicada en revistas académicas internacionales en el área de la economía de la salud se inclina a favor del impuesto.

Health Economics publicó en septiembre de 2014 “The effects of taxing sugar-sweetened beverages across different income groups” afirmando que con los impuestos las personas podrían perder hasta 3,2 Kg pero terminaría siendo un impuesto regresivo afectando más a las personas de bajos ingresos.

La misma revista publicó posteriormente en mayo de 2015 un segundo documento sobre los efectos de gravar los refrescos en el Reino Unido, pero encontró que es necesario evaluar el consumo de los productos sustitutos para garantizar el éxito del impuesto.

Para Prada “en contra del impuesto tiene lógica el argumento según el cual el impuesto debe ser al insumo (el azúcar) y no al producto (la bebida azucarada) para no ir en contra de una industria en particular”. Incluso al ser por temas de salud, el problema no está en el consumo de azúcar si no en su exceso, continúa el investigador.

Del lado contrario, también es lógico qué los impuestos desestimulan el consumo, que la obesidad infantil y la obesidad en adultos está explicada en parte por la mayor ingesta de calorías vacías (azúcar agregada a los productos). Según el Ministerio de Salud el 81% de los jóvenes colombianos ingiere gaseosas o refrescos y el consumo de los latinos es mucho mayor al promedio mundial.

También explica Prada “es un impuesto fácil de recaudar y por ende esos recursos pueden usarse rápidamente para financiar campañas de promoción y prevención”. “Personalmente y en línea con los estudios publicados, creo que es mejor hacer algo que nada” concluye.