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El presidente chino Hu Jintao en una reunión en 2011 en Beijing con Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil.

CHINA

La invasión de Beijing llega a Latinoamérica

Poco a poco, China va ampliando su influencia en América Latina. Inversiones directas, préstamos y compra de activos forman parte de una ambiciosa estrategia para tomar la región.

21 de abril de 2012

Una de las percepciones después de la Cumbre de las Américas en Cartagena es que Estados Unidos ha perdido influencia en la región. Si bien sigue siendo el principal socio comercial de muchos de los países, en el continente se sienten, desde hace algunos años, pasos de animal grande: China. El país asiático celebra ya una década de relaciones con América Latina como la más fructífera en términos comerciales. El volumen de intercambio entre 2001 y 2011 pasó de 15.000 millones de dólares a 182.100 millones de dólares, es decir un crecimiento anual del 28,4 por ciento, según estadísticas del Ministerio de Comercio chino.

Esta evolución posiciona a la región como uno de los principales socios de Beijing. Se calcula que para 2015 América Latina desplazará a Corea, su cuarto socio comercial.

El crecimiento del comercio con América Latina duplica el ritmo de las importaciones y exportaciones totales de China. Es decir, la relación tiene dos veces más dinamismo que el comercio del gigante asiático con el resto del mundo.

Colombia replica esta tendencia. En 2003 la balanza comercial bordeaba los 700 millones de dólares. Para 2010 ya había alcanzado los 5.915 millones de dólares y en 2011, con un crecimiento del 52 por ciento, el intercambio comercial superó los 9.000 millones de dólares. Sin embargo, la relación económica continúa siendo negativa para Colombia, con un déficit que en 2011 se registró en 5.676 millones de dólares.

Parte del crecimiento latino en 2011 se dio gracias al intercambio comercial con Beijing, pues sus dos socios tradicionales -Estados Unidos y la Unión Europea (UE)- están en plena crisis. Hoy el primer socio de Brasil, Chile, Perú y Argentina y el segundo de Costa Rica, México, Uruguay. En 2014 podría convertirse en el segundo destino de todas las exportaciones latinoamericanas, desplazando a la UE.

No obstante, las exportaciones latinoamericanas dependen en su mayoría de un solo producto. Así, 55 por ciento de las ventas chilenas a China son cobre, 53 por ciento de las ventas argentinas son de soya, 78 por ciento de las venezolanas son petróleo y 39 por ciento de las peruanas son concentrado de cobre. En el caso colombiano el 60 por ciento de las ventas se concentran en petróleo y sus derivados. "China tiene que diversificar los productos de importación así como América Latina tiene que hacer un esfuerzo por exportar otros productos" dijo a SEMANA el profesor Wu Guoping, de la Academia de Ciencias Sociales.

Chile es uno de los pocos países que ha diversificado sus exportaciones. Desde la entrada en vigencia de su TLC con China en 2006, ha impulsado su vino, celulosa, salmón y frutas. Si bien el valor de esos rubros es todavía más bajo que el del metal, el país austral ha logrado convertirse en el segundo proveedor de frutas y posiblemente supere a Tailandia en 2015, aprovechando, además el sector de frutas de lujo con sus exportaciones de arándano y cereza. Argentina y Brasil van por un camino similar, exportando carne, pollo, maíz, productos industrializados de soya y derivados lácteos. Perú también ha aprovechando su TLC para impulsar la harina de pescado y abrirse campo con la venta de aguacate y espárragos.

El sector alimentario presenta una de las principales oportunidades para la región. Solo el 9 por ciento de la tierra china es cultivable y como alberga el 20 por ciento de la población mundial, teme una escasez de alimentos. Esto refleja en compras masivas de tierras por parte de empresas chinas en la región, en lugar de proyectos de desarrollo agroindustrial con miras a China. La práctica ha sido denunciada en varios países latinos y uno de los casos más publicitados fue la venta de 330.000 hectáreas en la provincia de Río Negro, en la Patagonia argentina, a la compañía china Heilongjiang Beidahuang State Farms Business Trade Group. La venta se hizo atada a una inversión de 1.500 millones de dólares en tecnología agroalimentaria y contemplan, además, una exclusividad en las compras de soya por 20 años.

Asimismo, Argentina presenta una nueva paradoja. La reciente nacionalización de la petrolera YPF ha sido vinculada estrechamente a una posible apertura a compañías chinas. Según el portal chino Caixin, antes de que la decisión se hiciera pública, Repsol venía haciendo negociaciones supuestamente secretas con la petrolera china Sinopec para venderle parte de su operación en este país. Hoy, también se habla de la posible vinculación de China National Offshore Oil Corporation (Cnooc) para invertir los 25.000 millones de dólares necesarios para explorar la zona hidrocarburífera -considerada por expertos como la más grande reserva de gas de esquisto del planeta-.

A pesar de que el país asiático es hoy el tercer inversor en América Latina, las inversiones son aún relativamente bajas comparadas con África o los vecinos asiáticos. Se concentran en paraísos fiscales como las Islas Caimán, con 27.682 millones de dólares, y las Islas Vírgenes Británicas, con 11.807 millones de dólares. Brasil, Perú y México les siguen en inversiones en proyectos energéticos y mineros. El gobierno peruano, por ejemplo, afirma que estas inversiones alcanzarán los 5.000 millones de dólares entre 2012 y 2013.

Además de inversión directa, ha diversificado su presencia a través de préstamos que han desafiado las prácticas de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial (BM). Este tipo de operaciones, otorgadas por el Export-Import Bank of China (Eximbank) y el China Development Bank (CDB) en 2010 a países como Angola o Ghana, superaron, por ejemplo, los 11.400 millones de dólares que prestó el BM a todos los países africanos.

En América Latina, Ecuador ha sido uno de los que más ha aprovechado este mecanismo, al no poder acudir a los mercados financieros internacionales. Los préstamos han alcanzado los 6.700 millones de dólares en los últimos diez años. Parte de este dinero será usado para construir seis hidroeléctricas a lo largo del país y serán pagados a través de compras adelantadas de crudo y construcción de varios proyectos de infraestructura.

Los préstamos de Venezuela con el CDB desde 2007 ya superan los 40.000 millones de dólares, en su mayoría para desarrollo de infraestructura petrolera, y son pagados con crudo: 400.000 barriles de petróleo diarios, que representan el 15 por ciento de la producción de la petrolera estatal PDVSA. Bolivia, en menor medida, ha optado por préstamos para telecomunicaciones. Este año se lanzará el satélite Tupac Katari, construido en China con 250 millones de dólares del CDB.

Beijing no solo ha buscado fomentar préstamos a los gobiernos, sino que se ha aliado con organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo con el que concretaron la creación de una plataforma de inversiones para América Latina y el Caribe con presupuesto de 1.000 millones de dólares para proyectos sostenibles. La movida, más que fortalecer la inversión china, apuntaría a promover la confianza.

A nivel individual, ninguno de los latinoamericanos tiene una posición determinante para negociar preferencialmente. Pero a nivel regional, las condiciones cambian. "Ante el creciente interés chino por acceder a tierras y materias primas, sería conveniente sentarse y establecer un marco común de negociación", afirmó Matt Ferchen, especialista en América Latina de la Universidad Tsinghua. Esto es de especial importancia si la región entiende esta ventaja al negociar.

Otra opción es aprovechar la posición geográfica y los cambios en términos industriales. "China tiene que cambiar su estructura de exportación. No puede seguir exportando productos manufacturados de bajo valor agregado" -declaró a SEMANA en Beijing Wu Guoping-, y agregó: "La región podría comenzar a abrir fábricas de producción en joint ventures con China, especialmente en aquellos países que tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos o la Unión Europea".