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NAUFRAGOS DEL AIRE

Dudas e incongruencias surgen en el relato de la emergencia del Hércules.

22 de noviembre de 1982

El 1003 parecía ya curtido en emergencias. Era el mismo avión en el que descendieron sobre Managua un grupo de aterrorizados periodistas, en Mayo de 1978, cuando la revolución nicaraguense estaba en su etapa más dura.
Aparte de esa emergencia, ajena al avión mismo, el 1003 no había tenido más problemas que los rutinarios. En el momento de salir hacia Tel Aviv estaba estrenando un equipo de navegación, que incluía ocho sistemas de seguridad diferentes para los aparatos de navegación.
Sin embargo, al cruzar por el Triángulo de las Bermudas, los ocho sistemas fallaron al mismo tiempo. Y el general que conducía el avión no pudo ni siquiera encontrar el oeste por medio de la brújula.
Como un navío de la antiguedad, el Hércules se detuvo en los puertos obligados del Atlántico.
Sin embargo, el tiempo estimado de vuelo se pasó y el avión no encontró los faros radiales de las Bermudas. Los sistemas de comunicación iban muriendo lentamente.
Entretanto, la emergencia había provocado un curioso proceso entre los diez tripulantes que, aparte de los tres pilotos, llevaba el 1003. Al principio incrédulos, luego ligeramente asustados y por último llenos de pánico, los oficiales de la FAC, un oficial del Ejército que regresaba a su casa y el periodista Charria, tuvieron dos horas para meditar en la inminencia del accidente.
No se sabe si Ovidio Charria sabía nadar o no. Sus amigos más cercanos afirman que no sabía.
Ovidio Charria era invitado de las Fuerzas Armadas en ese avión. Era el único pasajero que no tenía experiencia en esa clase de vuelos, sin cabina presurizada ni comodidad alguna.
El general-piloto tomó la decisión de amarizar antes de que se le agotara por completo el combustible. Pudo dar dos vueltas sobre el carguero liberiano Corner Brook, que se dirigía a Canadá y al que avistó al salir de las nubes.
Mecánicamente, el avión respondió hasta el último momento. Su ancha nariz se rompió al momento de tocar el agua, y casi instantáneamente, la cabina y todo el interior se inundó. Unicamente los tanques de las alas, vacíos, lo sostuvieron.
Existen muchas dudas sobre lo que ocurrió en esos momentos. ¿Había chalecos salvavidas suficientes? ¿Por qué los pilotos del avión, que debieron abandonar de últimos la nave, salieron antes que los oficiales atrapados y que el periodista Charria?
La realidad es que cinco de los tripulantes quedaron atrapados en el interior de la gigantesca nave.
Existen versiones contradictorias sobre si Charria llevaba o no salvavidas. Mientras los oficiales tripulantes afirman que ayudaron a Charria a colocarse el chaleco y a inflarlo, un cable de la UPI fechado en octubre 17 dice muy claramente que el avión guardacostas norteamericano que sobrevoló los restos "vió a un quinto hombre, que no llevaba chaleco salvavidas, sobre las alas" . Esta afirmación se repite en otro cable y se pone en boca del vocero oficial de los guardacostas americanos.
Botes procedentes del "Corner Brook" iniciaron la difícil labor de rescate de los náufragos dispersos.
¿RESPONSABLE LA NACION?
La temperatura estaba por debajo de cero. Vientos de treinta nudos levantaban olas de cuatro y cinco metros. El Hércules desaparecería temporalmente, barrido por las aguas.
Charria, probablemente sin chaleco salvavidas, quiso permanecer en las alas del avión. Pero era demasiado débil para lo que lo rodeaba.
Previamente, la tripulación había intentado inflar el único bote salvavidas del Hércules, pero el viento se lo arrebató, elevándolo como una cometa. Algunos de los chalecos salvavidas de los sobrevivientes funcionaron a medias; sólo se inflaron de medio lado. Pero fueron rescatados.
Una versión publicada por los diarios sin citar fuentes dice que el capitán del Corner Brook escuchó que el periodista se negaba a ser rescatado. ¿En qué términos? Es lógico pensar que Charria, sin experiencia en tal tipo de sucesos, estimaba más seguro permanecer sobre los restos del avión y no arrojarse al agua, hipótesis que sería aún más factible si Charria en realidad no llevaba chaleco salvavidas. Es más probable que Charria tratara de identificarse y de pedir que el bote se acercara más al avión. Y entonces, de acuerdo a la misma versión del capitán, lo barrió una ola. También se ha sustentado continuamente la hipótesis del "choque" que hubiera impedido razonar lúcidamente al periodista.
¿Puede una persona en estado de choque sostener un diálogo a gritos, en otro idioma, con alguien que está a una distancia apreciable de sí? Además, previamente Charria había efectuado grabaciones sobre la emergencia. No entregó las cintas a nadie, y las conservó hasta el último momento, lo que demuestra que tenía la esperanza de sobrevivir.
De acuerdo con el asesor jurídico de esta revista, el doctor Jesús Pérez-González Rubio, si hubo negligencia de los tripulantes para con su pasajero invitado, la Nación probablemente sería declarada responsable en un juicio sobre el caso, y correría con el pago de las indemnizaciones correspondientes.
Los otros sobrevivientes, todos altos oficiales de la Fuerza Aérea perecieron, bien dentro del fuselaje del avión, o bien perdidos en el mar, luego de que las corrientes los alejaron de los botes del Corner Brook. Durante las 48 horas que el avión permaneció a flote, ningún buzo, ningún helicóptero ni ninguna lancha de la Guardia costera americana llegó hasta el sitio mismo del accidente.
El Corner Brook atendió debidamente a los náufragos supervivientes, y los condujo a la base militar de Shearwater, en Canadá, donde tuvieron problemas para salir debido a su falta de documentos. Este incidente se repitió después en Miami, antes de su vuelo definitivo a Bogotá, en donde fueron recibidos por un tropel de periodistas y familiares