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¿Quién se queda con la mayor tajada?

La drástica caída de precios de los alimentos agropecuarios, que en algunos casos ha llegado hasta el 50 por ciento, no se está sintiendo en la misma proporción en los bolsillos de los consumidores.

19 de septiembre de 2009

El precio de la panela se ha convertido en el ejemplo más dramático de lo que está ocurriendo en el mercado de los alimentos en Colombia. El campesino que vende la panela ha visto cómo ya sólo le pagan por su producto el 50 por ciento de lo que le pagaban en enero de este año, mientras que en el otro extremo de la cadena, al consumidor final, en ese mismo lapso, apenas le ha bajado el precio un 6,5 por ciento. Y los paneleros se preguntan dónde quedan los 44 puntos de diferencia.

Ese es apenas uno de los casos que ha llevado al sector agropecuario, en las últimas dos semanas, a lanzar duras acusaciones contra la industria procesadora de alimentos, el comercio de las grandes superficies y hasta las centrales de abasto.

Dicen los productores del campo que estos gigantes del comercio no han trasladado a los consumidores, en la misma proporción, la caída tan significativa en los precios de muchos alimentos agropecuarios. En otras palabras, que se están quedando con toda la ganancia. Los comerciantes y los industriales niegan que ellos estén abusando de los consumidores. ¿Quién tiene la razón?

Desde que un producto sale de la finca hasta que lo adquiere el consumidor final pasa por muchas manos y en esta cadena de intermediarios se van quedando las ganancias. No es sencillo saber quién saca la mayor tajada. Pero lo que sí queda claro, según las cifras de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), y el Dane, es que este año el consumidor no ha sido el gran beneficiado de la reducción en los precios.

Además de lo ocurrido con la panela, el caso de otros productos básicos también ilustran esta situación. Mientras en lo corrido del año el precio del arroz le ha bajado al cultivador un 31 por ciento, el descuento para los consumidores en el supermercado ha sido del 17,3 por ciento, según el Dane. La diferencia de casi 14 puntos se quedó enredada en la cadena de intermediación. En plata blanca esto significa que en enero el kilo de arroz se lo pagaron al productor en su finca a 1.081 pesos y en agosto sólo recibía 746 pesos. Entre tanto, en el supermercado el ama de casa lo adquiere hoy entre 2.000 y 2.720 pesos.

En el caso de la leche, el precio que reconocen las pasteurizadoras al productor ha bajado este año 10 por ciento, pero para los consumidores, el lácteo no ha bajado en igual porcentaje. Mientras el lechero vendía el litro en enero a 775 pesos, hoy lo hace a 700 pesos. Por su parte, el comprador paga en el supermercado entre 1.800 y 2.600 pesos, dependiendo de la marca y las especificidades del lácteo.

La carne es otro ejemplo de cómo en la cadena se van quedando las ganancias. Debido a una sobreoferta que se agudizó con el cierre de las exportaciones a Venezuela, los ganaderos afirman que han tenido que asumir, en lo que va de este año, caídas en los precios de hasta el 27 por ciento, pero las amas de casa sólo ahora están viendo rebajas en la carne de res. Con la papa ocurre un caso similar. El precio se desplomó en 36 por ciento este año, pero el consumidor no ha visto una caída de igual proporción. Mientas el productor de papa vendía en enero en su finca el kilo del tubérculo a 571 pesos, hoy se lo pagan a 367 pesos. Ahora bien, en los grandes supermercados esta misma cantidad de papa se consigue entre 800 y 1.300 pesos.

En la polémica sobre quién se está aprovechando de esta coyuntura de precios bajos todos se defienden. El presidente de Fenalco, Guillermo Botero, asegura que las grandes superficies no están haciendo las ganancias millonarias que la gente se imagina y que no hay que olvidar que el comercio maneja inventarios. Si tiene almacenados productos que compraron caros los tienen que vender a ese precio, y en la medida en que los van liberando y entrando productos más baratos a ese mismo ritmo la rebaja se va transfiriendo al consumidor.

El presidente de la SAC, Rafael Mejía, no está de acuerdo con esa tesis de los comerciantes porque, según él, ellos no pueden tener inventarios de todo. "Es el caso de los productos perecederos que no pudieron haber guardado porque se dañan".

Los comerciantes señalan que hay que analizar otros eslabones de la cadena, como los molineros en el caso del arroz o los pasteurizadores en la leche, para analizar dónde puede darse una distorsión que no haya permitido trasladar al consumidor las reducciones en los precios.

Y el presidente de la Andi, Luis Carlos Villegas, también opina del asunto. Según él, no se ha dado tal distorsión y explica que la industria procesadora (los molineros o los pasteurizadores) lo que hace es atenuar las alzas y bajas bruscas en los productos agropecuarios. En la medida en que hay inventarios se pueden evitar las grandes volatilidades de precios que pueden producir un efecto peor.

Lo cierto es que aunque en el país hay libertad de precios en los alimentos, el gobierno ya terció en este debate, dado que se trata de un tema muy sensible para todos. El ministro de Agricultura, Andrés Fernández, reconoce que efectivamente al consumidor final se le ha trasladado un porcentaje ínfimo de la reducción que han tenidos los precios este año.

Hace una semana, a instancias del gobierno, se reunieron todos los sectores involucrados en este debate y se les pidió a las grandes superficies, como se les conoce a los grandes almacenes de mercado, una revisión general de sus precios. Este sector, que en Colombia está prácticamente en manos de dos multinacionales francesas (Carrefour y Éxito), se comprometió a una rebaja entre 15 y 20 por ciento en la carne para seguir con otros productos como maíz, arroz y panela.

El Ministro de Agricultura afirma que estas grandes superficies sí pueden contribuir a que las amas de casa se beneficien de la buena oferta de comida que hay en el país. El 46 por ciento de la comercialización de alimentos en Colombia se hace a través de estos grandes almacenes. El resto se realiza por medio de centrales de abasto, tiendas, pequeños supermercados, que muchas veces venden más barato, pero que en ciertos productos cobran como las grandes cadenas.

Lo paradójico de todo esto es que a pesar de que los precios de los alimentos no han caído todo lo que debieran, la reducción que se ha presentado ha sido un factor determinante en la inflación de este año, que ha sido la más baja en la historia del país.

Luis Carlos Villegas dice que ese es el punto en el que deberían concentrarse todos. El cuarto de hora de una inflación baja, en Colombia y en el mundo, está a punto de terminar y el Banco de la República debería aprovecharlo para acelerar ya la baja en las tasas de interés antes de que sea demasiado tarde.

En todo este debate también ha salido a relucir la preocupación por la abundante producción de alimentos de este año, que ha sido la causa de la reducción de precios. Algunos dicen que se debe a la falta de planeación de los agricultores, que se entusiasmaron mucho con el aumento del 13 por ciento de los precios de 2008. Pero otros, como Rafael Mejía, piensan que la buena oferta de ahora se debe a una mayor productividad del sector y a la desaceleración en mercados de exportación como Venezuela.

Para tratar de buscar un equilibrio en esta cadena y lograr una transferencia más clara de los precios hacia el consumidor, la próxima semana el gobierno volverá a convocar a todos los sectores a una tertulia. Sin embargo, los agricultores y ganaderos piensan que es muy tarde para reaccionar porque creen que ya otros se 'embolsillaron' las ganancias. Y lo peor, dicen, es que con la pérdida de rentabilidad de este año, el sector ha bajado la inversión en cultivos y eso significará que el próximo año los alimentos serán a otro precio.