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SANGRE EN EL ESTADIO

Los fanáticos ingleses dejan 42 muertos en uno de los incidentes más sangrientos y absurdos de la historia del fútbol

1 de julio de 1985

Todo indicaba que sería una final a muerte, claro que en sentido figurado. El Liverpool de Inglaterra y el Juventus de Italia, dos de los equipos de mayor tradición en el fútbol del Viejo Continente, definirían esa noche del miércoles 29, cuál de ellos se quedaría con la Copa Europea 1985. Más de 65 mil espectadores se habían congregado una hora antes del encuentro, para buscar ubicación en las diferentes tribunas del estadio de Heysel, en Bruselas, el terreno neutral escogido para la definición del torneo.
Media hora más tarde, los tifosi, o sea los hinchas italianos, se habían instalado con sus banderas de colores blanco y negro. Un buen número de ellos se encontraba cantando consignas para animar a su equipo desde la zona Z, una de las tribunas del estadio. El ambiente era alegre y entre los italianos había una gran confianza en el triunfo del Juventus. Pero de pronto, por un costado de la tribuna ingresó un tropel de hooligans (gamberros, según el diccionario) o sea, de hinchas ingleses. Muchos de ellos estaban borrachos. Otros más venían drogados. En pocos minutos, desencadenaron una gigantesca bronca destinada a desplazar a los tifosi de la tribuna.
Pero más que desplazarlos, los hooligans pasaron por encima de los italianos, quienes estaban preparados para una guerra de cantos y gritos, pero no para una guerra de golpes, tiros y cuchilladas. El tropel de hinchas ingleses se llevó por delante además un muro de la tribuna y una reja, bajo los cuales quedaron atrapados cientos de personas, en el inicio de una tragedia que era vista, en directo por millones de televidentes horrorizados en Europa y el resto del mundo. Las cámaras alternaban las imágenes de los aficionados que pedían los últimos gritos de auxilio antes de morir aplastados, con las de los hooligans que para entonces ya habían invadido la cancha y ponían en fuga a los pocos agentes de policia que las autoridades belgas habían desplazado al estadio. Con sorprendente violencia y puntería un hincha inglés lanzó una piedra a la cabeza de uno italiano, que se dirigía hacía los policías belgas en busca de protección.
Entre tanto, desde la cabina de sonido del estadio, los capitanes de los dos equipos trataban infructuosamente de calmar a los fanáticos. Gaetano Scirea, del Juventus, pedía tranquilidad a los italianos, quienes ya se habían enterado de las primeras muertes de compatriotas suyos. El astro italiano Paolo Rossi intentaba en plena cancha otro tanto. Pero todo fue inútil. En menos de media hora 42 personas habían muerto y otras 400 habían resultado heridas. Entre los muertos 32 eran italianos y sólo I era inglés, pero no se trataba de ningún hooligan, sino de un hombre que residía en Bruselas y había optado por ir al partido picado por la curiosidad, ya que nunca había sido fanático del fútbol. Pero el absurdo no terminaba ahí. Una hora después, con los alrededores del estadio convertidos a la vez en hospital y en especie de campo santo, el partido se inició. Ganaron los italianos 1-0. Pero todos los jugadores del Juventus declararon minutos después que hubieran preferido perder 5-0 en un encuentro sin tragedia.
REACCIONES Y MEDIDAS
Para los aficionados al fútbol, la sorpresa no era tanto que los hooligans hubieran producido una tragedia de tales proporciones, como que la Policía belga no hubiera estado mejor preparada, a sabiendas de los antecedentes que precedían a los hinchas ingleses (ver recuadro).
Inglaterra, la misma de Carlos y Lady Di, del té a las cinco y el escocés en las rocas, de Mr. Higgins y My Fair Lady, ha adquirido fama en los últimos años por algo mucho menos elegante: los destrozos causados en varias capitales europeas por sus hinchas al fútbol. ¿De dónde vienen estos fanáticos asesinos que han dejado más de un centenar de muertos en los últimos 12 años? Según algunos comentaristas de la prensa europea, los hooligans de hoy pertenecen en su mayoría a grupos racistas de ultraderecha, chauvinistas desempleados que suelen atacar en las noches los barrios de árabes, negros e hindúes en las ciudades inglesas. Su xenofobia se manifiesta mejor que nunca en los partidos de fútbol internacionales, que el gobierno de Margaret Thatcher piensa prohibir durante por lo menos dos años.
Pero no sólo el gobierno de la "dama de hierro", quien declaró que lo sucedido "averguenza al país", se siente preocupado. El mundo del fútbol en general parece inquietarse, pues hace apenas dos semanas, en un estadio mexicano, 8 personas murieron durante amontonamientos en los corredores de acceso a las tribunas. "El fútbol está enfermo", aseguró con voz quebrada horas después de lo de Bruselas, el técnico de la selección italiana Enzo Bearzot. Michel Hidalgo, su colega francés, fue más allá: "Esta es la derrota del fútbol, el fin de la Copa Europea. Todos somos culpables".
Sí todos somos culpables". Pero sobre todo los hooligans. Así lo declaró con lágrimas en los ojos el ex astro inglés Bobby Chalton, famoso por su elegancia y corrección en la cancha. "Es hora de meditar a fondo sobre todo esto", agregó. Otro tanto deberá hacer The Economist, la influyente revista británica, que en uno de sus últimos números calilicó a Colombia como el país más violento del mundo. De nuevo la paja en el ojo ajeno. Y si es verdad, como parecen indicar las medidas del gobierno de la Thatcher, que esta vez quieren reconocer la viga en el propio y sacársela, tendrán que poner a trabajar a muchos Mr. Higgins en la reeducación de los hooligans. To be proper esa es la consigna.-
EL PRONTUARIO
La exclusividad de la violencia en los estadios de fútbol no es de los fanáticos ingleses. En 1969, El Salvador y Honduras se lanzaron a una guerra cuya chispa fue un accidentado partido entre sus respectivas selecciones.
En Colombia también se han presentado incidentes sangrientos, pero más por irresponsabilidad de algunos soldados (Bucaramanga, 1981 ) o por fallas estructurales de los estadios (Cali e Ibagué, 1982 y 1983) que por fanatismo del público. Argentina, Perú, México y hasta China comunista han sido escenario de enfrentamientos. Pero nada comparable al problema de los hinchas ingleses, cuyo "prontuario" SEMANA reproduce a continuación: 1971: Mueren 66 personas en Glasgow, Eseocia, en un partido entre el Celtie y Rangers.
1975: Tras incidentes con sus fanáticos en Paris, se prohibe al club inglés Leeds United participar en las competencias europeas durante cuatro años.
1980: Hinchas del equipo inglés West Ham United causan graves incidentes en España y son arrestados 26.
1981: Fanáticos ingleses causan destrozos por valor de 75 mil dólares en Basilea, Suiza y luego repiten incidentes similares en Oslo, Noruega, durante giras de sus equipos.
1982: Hinchas ingleses desencadenan agresiones en Copenhague, Dinamarca, después de un encuentro entre selecciones de los dos países. Meses después en el Mundial de España, las autoridades de Bilbao resuelven expulsar centenares de hinchas ingleses de la ciudad por agresiones, violencia y exhibicionismo.
1983: Hinchas ingleses causan destrozos en l uxemburgo y el principado dice que nunca más organizará encuentros con equipos de fútbol británicos. Meses después en Paris, en un encuentro entre selecciones, los ingleses causan destrozos por 900 mil dólares. Luego le toca el turno a Bruselas, donde en un partido entre el Tottenham Hotspurs inglés y el Anderlecht belga, una persona muere a tiros y 200 hinchas ingeses son detenidos.
1985: 23 heridos y 100 arrestados es el saldo de incidentes durante un partido de fútbol en Chelsea, Inglaterra.
Semanas más tarde, fanático del equipo inglés Millwall dejan un saldo de 47 heridos en Luton, 40 hilómetros al norte de Londres. En Birmingham, Inglaterra, un muchacho de 15 años muere y 57 personas resultan heridas durante un partido de un torneo local. Días después, en Bradford City, al norte de Inglaterra, 53 personas mueren cuando se incendia una tribuna durante un partido. -