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¿SE CORRIO LA BANCA?

Pese al apoyo del Banco Mundial y el FMI los bancos privados internacionales le demoran los créditos a Colombia.

29 de julio de 1985

Fue el cierre indicado para uno de los semestres más difíciles en la historia reciente de la economía colombiana. Al cabo de meses de forcejeos con la banca privada internacional, el fin de semana pasado vio partir a los miembros del equipo económico del Gobierno con destino a los centros financieros de Europa, Estados Unidos y el Japón, para definir, de una vez por todas y banco por banco, la consecución de los préstamos externos que necesita Colombia durante 1985 y 1986.
Con esa nota terminó el período en el cual el país se jugó sus restos para convencer a los prestamistas externos de su seriedad a través de la adopción de una serie de decisiones que levantaron polémicas a todos los niveles. Los términos "autodisciplina" y "programa de ajustes" entraron a formar parte del léxico de los colombianos, quienes se quejan de estar viviendo en las peores condiciones desde hace mucho tiempo.
Lo hecho durante el primer semestre de 1985, fue la culminación de un esfuerzo del actual ministro de Hacienda, por evitar que el país se quedara sin las divisas necesarias para atender sus compromisos externos. El primer campanazo de alerta sonó a finales de 1984, cuando Colombia había perdido toda credibilidad ante las entidades multilaterales de crédito y los bancos privados internacionales. En respuesta, el ministro Junguito comenzó a aplicar una serie de correctivos a la economía, con el fin de probarle a los organismos extranjeros que el país tenía esperanzas de salvación sin necesidad de ir al extremo de firmar una carta de intención con el Fondo Monetario Internacional.
Después de los primeros intentos, los meses más recientes trajeron consigo interminables negociaciones entre el Gobierno y los desconfiados banqueros, quienes todavía no se han recuperado del síndrome de crisis que les produjera México en 1982, cuando cesara pagos en su deuda externa de 90 mil millones de dólares. Para hacer gala de su buena conducta, Colombia acudió a buscar las recomendaciones del Banco Mundial y del FMI, entidades que enviaron sendas misiones de estudio, propusieron medidas, y se comprometieron a adelantar una "monitoría" sobre el desempeño de la economía nacional, con el fin de tranquilizar a los financistas privados.
Los resultados del análisis de ambas instituciones resultaron ser ampliamente favorables para el país. En una comunicación firmada por el vicepresidente de operaciones del Banco Mundial, Ernest Stern, la cual se envió la semana pasada a cada uno de los casi 250 bancos privados internacionales que pueden prestarle a Colombia se afirma que: "a nuestro juicio, el programa económico actualmente en vigencia es apropiado, y ofrece perspectivas de recuperación y estabilidad a la economía". Después de describir las iniciativas, Stern concluye diciendo que "el éxito de estas acciones, no obstante, descansa en la participación de la comunidad financiera internacional (...) Además, la vigilancia de la economía colombiana es extensiva e incluye, aparte de los objetivos de estabilización, una evaluación del programa de inversiones y préstamos del sector público, políticas y desarrollos del sector externo y una evaluación global de la economía".
Esas afirmaciones, que deberían ser suficientes para tranquilizar al más escéptico, fueron apuntaladas por un memorando de Jacques DeLarosiere, director ejecutivo del FMI, donde también se expresa confianza en el manejo de la economía. En una especie de orden velada, DeLarosiere termina su nota diciéndole a los banqueros que "yo les agradecería si me pudieran hacer llegar su confirmación por escrito antes del 17 de julio, en el sentido de que la solicitud de nuevos créditos para 1985, formulada por Colombia a los bancos, será atendida favorablemente".
Tales eran las armas que se llevaron los miembros del equipo económico a ciudades como Nueva York, Zurich, San Francisco o Tokio, para presionar el sí de los banqueros. Pese a que hasta ahora la situación de reservas internacionales no es critica, se necesita con urgencia el desembolso de cerca de 300 millones de dólares con destino a Carbocol, con el fin de que el país pueda cumplir sus obligaciones con la Exxon, que a través de su filial Intercor está en la etapa final de construcción de las instalaciones del proyecto carbonífero de El Cerrejón. El dinero de Carbocol se acabó en abril y la Exxon había concedido un préstamo cuyo vencimiento se cumple esta semana. Por lo tanto, es comprensible la angustia de la empresa estatal, ya que al no definirse los créditós se podrían presentar retrasos considerables en el desarrollo de las obras en la Guajira.
La lentitud de las negociaciones con la banca privada estaba terminando con la paciencia de más de uno de los integrantes del actual equipo económico. Pese a que prácticamente la totalidad de los ajustes requeridos se ha hecho, la opinión ha recibido la impresión de que tanto esfuerzo ha sido en vano, por lo menos hasta la fecha. A cambio, los colombianos han tenido que cargar con los platos rotos. En los últimos seis meses el desempleo pasó del 13% al 14.2%, la inflación del 18% al 26%, y hay síntomas claros de estancamiento en la producción. Tal como están las cosas, los últimos eventos le están dando la razón a quienes opinan que, con el programa de ajuste, Colombia se quedo con el pecado y sin el género.