PAÍS
Los retos del nuevo censo
Mientras nos preocupamos por la migración externa, la interna no cesa: 562.000 personas se han mudado de su lugar de origen.
Finalmente se conocieron los datos definitivos del Censo de Población 2018 que hay que analizar, al menos desde dos ópticas. Por un lado, las cifras y la evolución poblacional en el país. Por otro, las implicaciones de esta nueva medición en materia de política pública y de nuevos escenarios para la planeación de empresarios e inversionistas.
Colombia tiene 48‘258.494 habitantes, una cifra menor a la proyectada en 2005, que estimaba que para esta época seríamos más de 50 millones, pero más alta que los 45 millones calculados inicialmente tras el censo del año pasado.
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No solo somos menos. En Colombia hay más viejos –9,1% tiene más de 65 años, cuando el censo de la década pasada proyectaba 8,1%–, y menos jóvenes –8,4% tiene menos de 5 años y se pensaba 10,5%–. La pirámide poblacional cambió y las mujeres tienen un papel más relevante: 51,2% de la población es femenina y las proyecciones ubicaban esa cifra en 50,6%. Además, 36,5% de las mujeres entre 18 y 24 años asiste a la educación superior, frente al 31,3% en el caso de los hombres.
Los hogares también se han transformado y, mientras hace una década había casi 4 personas por hogar, para esta época hay 3,1 personas, con un papel cada vez más relevante de las mujeres: 40,7% de los hogares tienen ‘jefatura’ femenina, cuando 15 años atrás esa cifra apenas se acercaba a 30%.
El mapa regional también se consolida. El Caribe tiene 22,4% de la población, seguido de Bogotá, con 16,3% y la región Pacífica, con 15,5%.
Estos datos van a ajustar y cambiar las cifras por habitante en el país, y a modificar temas como los consumos per cápita, que en muchos productos y servicios son considerados bajos frente a otras regiones del planeta, incluso por debajo de vecinos de la región. Esto podría ajustar las expectativas de los mercados y, por supuesto, de los empresarios.
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Los datos de vejez y juventud también merecen algunas reflexiones. Por ejemplo, deben guiar los pilares de las reformas que ha planteado el Gobierno, como las de protección a la vejez –identificada por algunos como la pensional– y la de cobertura y calidad para los servicios de salud. Habrá que repensar además temas laborales para facilitar el rol cada vez más protagónico de las mujeres.
El dato de aumento de los hogares unipersonales y familias con menos integrantes debe llevarnos a estudiar la política de vivienda y repensar la planeación de las ciudades.
También quedaron ratificadas las brechas. La cobertura de servicios públicos sigue muy alta en los centros urbanos tradicionales frente a las zonas más alejadas del país. Eso confirma el gran reto de llegar a las zonas que protagonizaron el conflicto y desarrollar estas regiones.
Uno de los datos más relevantes es que, mientras nos preocupamos por la migración externa proveniente en especial de Venezuela, la interna no cesa: 561.952 personas se han mudado de su lugar de origen para buscar suelos más baratos y oportunidades laborales. Esto confirma, una vez más, que el desarrollo está muy concentrado en zonas específicas del país y hay que diversificar el crecimiento.
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Además, podrían generarse discusiones en torno a temas como regalías y cambios en el Sistema General de Participaciones, entre muchos otros; pues, aunque la mayoría de las regiones mantuvo su peso específico, algunas se sienten afectadas. Por eso autoridades del Valle, Cartagena y Soacha no demoraron en reclamar por los datos del nuevo censo.
Sin duda, todo proceso es susceptible de mejorar. Pero estos datos tienen gran valor para construir el desarrollo del país que, dicho sea de paso, no vienen por buena senda.
En esta edición publicamos los resultados de un estudio de McKinsey sobre América Latina y los retos, a los cuales no es ajena Colombia, están sobre la mesa: entre 2000 y 2016 esta región creció 2,8% anual en promedio, cuando otros emergentes, como los asiáticos, lo han hecho a tasas por encima de 4,5%.
Esta dinámica no alcanza para cerrar las brechas, reducir la desigualdad y la pobreza, garantizar empleo de calidad y procurar nuevas sendas de desarrollo que le permitan a la región, y por supuesto a Colombia, ganar en productividad y tener un crecimiento inclusivo.