EDITORIAL
Medidas extraordinarias para una situación extraordinaria
Gran parte de la gente más vulnerable no está en el radar de los programas sociales. Hay que crear caminos para vincularlos y ampararlos con la red de la protección. Además, con una economía detenida, el Gobierno debe preservar los recursos para los trabajadores informales.

El coronavirus ha generado una situación sin precedentes: tiene en jaque a los sistemas de salud en el mundo y arrodilló a la economía global. Enfrentamos, como han advertido los jefes de Estado de varios países, la peor de las guerras. En estas coyunturas hay que tomar medidas osadas y, sobre todo, oportunas.
El gobierno colombiano ha ido anunciando su estrategia para enfrentar la situación. Las prioridades están claras. Por una parte, garantizar los recursos y la infraestructura para la salud, evitar que el sistema colapse y asegurar la atención a los más pobres y vulnerables. Es decir, la población que vive en medio de la informalidad en las calles, hoy vacías y silenciosas. Por otra, usar los instrumentos disponibles para salvar los empleos y mantener la capacidad productiva, aún en semanas de confinamiento y cuarentena. Y tratar, en lo posible, de proteger la sostenibilidad fiscal, en un escenario de poco margen de maniobra donde los recursos serán siempre escasos.
Tras declarar la emergencia social y económica, el Gobierno sacó la artillería. Creó el Fondo de Mitigación de la Emergencia, con recursos provenientes del Fondo de Pensiones Territoriales (Fonpet) y el Fondo de Ahorro y Estabilización, por un valor superior a los $15 billones. Además, dio garantías a préstamos para las pequeñas, medianas y grandes empresas para que puedan seguir operando en medio de un mercado contraído.
Tiene otras movidas por hacer, como ir por recursos de la banca multilateral, como el BID o el FMI –con este último hay una línea de crédito flexible por US$11.000 millones–. Y también hacer una emisión monetaria. No es muy ortodoxa, pero una coyuntura extraordinaria va a requerir medidas extraordinarias. Muchos economistas –incluidos varios ortodoxos– no descartan que el Banco de la República deba otorgarle un crédito al gobierno central. En este momento la plata no debe faltar para mitigar los choques.
Pero tampoco es la hora de los populismos. Hay que ver soluciones ‘por fuera de la caja’ y bajarle a la ortodoxia: es mejor equivocarse por exceso que por defecto. Tampoco puede servir esta coyuntura para arreciar las críticas contra el sector empresarial o el financiero que tratan de mantener los mercados activos en medio del confinamiento. Impulsar la costumbre de no pagar las deudas, incluyendo la pública, o los servicios, no es una buena salida, en un momento crítico donde no puede faltar la luz, el agua ni las telecomunicaciones.
Hoy, el problema de la estrategia no es macro sino micro. Los decretos y normas que ha expedido le dan el manejo que requiere el Gobierno, así como los mecanismos para buscar los recursos. Sin embargo, el gran desafío está en la ejecución, en que la ayuda llegue a los vulnerables, ese grupo que salió de la pobreza pero no ha llegado a la clase media. Representan casi 30% de la población y podrían ser los más afectados en esta crisis, pues los convertiría de nuevo en pobres. Hay que evitar que esto suceda.
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La crisis dejó en evidencia dos aspectos clave en los que el Gobierno debe trabajar hacia el futuro. Por un lado, tener un mapeo de la población más real y actualizado. Gran parte de la gente más vulnerable no está en el radar de los programas sociales. Hay que crear caminos para vincularlos y ampararlos con la red de la protección. Y, por el otro, puso en claro que más de 60% de las personas que trabajan lo hacen en la informalidad, una actividad de contacto. Con una economía detenida, el Gobierno debe preservar los recursos para esta población. Además, estructurar el plan para atender e incorporar a los programas a los más de 1,4 millones de migrantes venezolanos.
También debe irrigar los recursos a las empresas, en especial a las micro, pequeñas y medianas, que necesitan salvavidas que les permitan conservar el empleo y mantener sus operaciones. Así, luego de superar la crisis de la pandemia el país podría tener un aparato productivo listo para enfrentar el desafío de la recuperación. Pero las decisiones no dan espera.
Después el país analizará cómo queda en materia fiscal, qué acciones debe tomar para retomar la senda y qué va a pasar con temas como la regla fiscal. Pero serán otros tiempos.