Óscar Sánchez, director nacional de Educapaz
Óscar Sánchez, director nacional de Educapaz | Foto: Semana

EDUCACIÓN

¿Cómo educar para la no violencia en un país como Colombia?

El coordinador nacional de Educapaz, Óscar Sánchez, explica que desde la educación podemos superar la cultura de la indiferencia, el odio y la venganza. “Que todas las violencias generan más violencia lo saben los buenos educadores, que se empeñan en construir paz desde la escuela”, dice.

23 de octubre de 2020

En tiempos de masacres de niños y muchachos uniformados disparando a matar a jóvenes civiles que les lanzan piedras, mucha gente me pregunta si el gremio de la educación para la paz ha fracasado.

Llevo 30 años trabajando en proyectos de formación para la democracia, la ciudadanía, la convivencia y cosas por el estilo, y me he hecho esa pregunta muchas veces. Pero la respuesta sigue siendo que educar para la no violencia se puede, y Colombia está llena de ejemplos para demostrarlo.

Pero una cosa son las flores y otra el jardín. Hay tres preguntas que han resuelto las flores ejemplares: ¿quién aprende paz?, ¿cómo se aprende? y ¿qué contenidos incluye ese aprendizaje? Lo primero: aprender a vivir pacíficamente es un proceso que sucede entre personas que se consideran iguales en dignidad y transforman sus relaciones. No funciona si los adultos pretenden “enseñar” la convivencia sin trabajar para aprenderla ellos también y luchar contra sus creencias y prácticas de poder. En los ejemplos positivos, personas (niños, jóvenes y adultos) que transforman la cultura de autoritarismo, machismo, clasismo, homofobia, racismo, agresividad, se educan juntas.

En cuanto al método, las herramientas pedagógicas son útiles solamente cuando generan experiencias: un proceso vivencial y reflexivo que lleve a sacudir los valores. La transmisión de información no es útil: enseña discursos, pero no cambia las acciones. Los buenos talleres para generar dilemas, recuerdos y sensaciones profundas tienen fuerza de cambio. Pero lo que mejor funciona es reflexionar en la realidad misma: cuando estamos en medio del conflicto, comprometidos, indignados, enamorados, arrepentidos, envanecidos, avergonzados y lo vivimos para aprender.

La orientación escolar, el manual de convivencia aplicado con criterio restaurativo, el cambio social liderado por los estudiantes, la acción política y una larga lista de oportunidades en aprendizaje para convertir la vida en escuela. ¿Y el qué? Para resumir, se requiere lo que Educapaz (www. educapaz.co) llama educación Crese, es decir, socioemocional, ciudadana y para la reconciliación.

Socioemocional significa manejo de las propias emociones y de cómo entender y reaccionar a las emociones de los demás en las relaciones cotidianas. Ciudadana significa dar valor profundo, muy profundo, a la dignidad, la identidad y la participación de los seres humanos y a la relación justa de las personas con las instituciones. Ejercer una ciudadanía de conflictos y solidaridades que nos haga libres y respetuosos de los demás, y no solo obedientes.

Y para la reconciliación, porque debemos superar la cultura de la indiferencia, el odio y la venganza que nos ha legado nuestra sociedad de múltiples conflictos armados y violencias atroces. Así que hoy sabemos cómo propiciar experiencias de paz que conduzcan a aprendizaje. Y entonces, ¿si saben cómo evitarlo, por qué se siguen matando?, me preguntó alguna vez un extranjero inteligente.

Y ahí vienen dos razones por las que esta educación no se ha generalizado: hemos fracasado en conseguir que nuestras élites inviertan suficientes energías para conocer y apoyar el trabajo de quienes forman para la ciudadanía democrática, para valorar la dignidad y los derechos de las personas y para construir sociedades más justas. Y también porque los ciudadanos de clase media siguen parándose en extremos que niegan la realidad.

O son insensibles a la rabia que produce la injusticia social estructuralmente violenta y piden educar para que la gente sea mansita, pero no crítica. O pasan de explicar la violencia de masas enardecidas a justificarla y hasta admirarla. Que todas las violencias generan más violencia lo saben los buenos educadores, que se empeñan en construir paz desde la escuela.