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VIDA MODERNA

Cómo educar sin malcriar

Un nuevo libro afirma que muchos padres no saben formar a sus hijos, pues los sobreprotegen o siempre quieren decidir por ellos. ¿Hay alguna forma de evitarlo?

12 de julio de 2015

Una de las tareas más difíciles en la vida de cualquier persona es criar a sus hijos. Aunque la mayoría quiere darles lo mejor, algunos se exceden en sobreprotegerlos, les planifican una vida perfecta e incluso deciden permanentemente por ellos. Estos y otros errores que están cometiendo los padres y que están afectando a las nuevas generaciones de jóvenes acaban de ser expuestos por Julie Lythcott-Haims en su libro How to Raise an Adult: Break Free of the Overparenting Trap and Prepare Your Kid for Success.

Abogada de la Universidad de Harvard y antigua tutora de estudiantes de primer año de la Universidad de Stanford, Lythcott-Haims plantea que los padres de hoy en día son más apegados a sus hijos y viceversa, lo que, si bien no es negativo, está llevando a que los papás se inmiscuyan en todos los asuntos de sus hijos, incluso en los detalles más pequeños, lo que les impide formarlos como adultos responsables y autónomos.

Gracias a su experiencia como tutora en Stanford por más de una década, la autora pudo observar numerosos casos de papás que intervenían demasiado en las obligaciones y diligencias de sus hijos, a pesar de que ya se habían graduado del colegio e iban a ingresar a la universidad. “En ocasiones me tocó recibir a algunos papás que iban en representación de ellos, porque eran muy tímidos”, dice Lythcott-Haims.

El fenómeno no es ajeno a la realidad colombiana. La psicóloga María Elena López afirma que en general sí existe “una tendencia de los padres a mantener una atención de vigilancia permanente sobre los comportamientos de sus hijos, orientándolos hacia lo que deben pensar, sentir y hacer”, dijo a SEMANA. Esto se debe a que los papás tienen mucho miedo de que sus hijos sean vulnerables a nivel emocional. “Temen que la adversidad los tire a la lona”, dice López.

Y es que cada vez es más delgada la línea que separa la adolescencia de la adultez, pues muchos jóvenes entre los 18 y 22 años todavía no están preparados para moverse solos por el mundo. “El término que uso para referirme a ellos en el libro es ‘existencialmente impotentes’, que significa que los niños con papás sobreprotectores no tienen lo que necesitan para ser independientes”, dice Lythcott-Haims, quien también ha vivido la experiencia en casa como madre de dos adolescentes de 13 y 16 años.

Hay tres estilos de crianza de los hijos, según Lythcott-Haims. En primer lugar están los padres sobreprotectores, que piensan que el mundo es un lugar miedoso e inseguro, y protegen a sus niños para asegurarles que vivan en un entorno cómodo y tranquilo. Estos son los llamados papás helicóptero, que tienden a sobrevolar la vida de sus hijos para advertirles de los peligros a los que están expuestos o ayudarlos si metieron la pata en alguna situación.

Luego está el modelo de la madre tigre, que representa a unos padres estrictos que obligan a sus hijos a seguir el camino que ellos consideran más apropiado. “Deciden a qué tipo de colegio o universidad deben ingresar y qué calificaciones deben obtener, así como las actividades que deben desarrollar por fuera del colegio”, afirma la autora. El problema es que creen que este tipo de acercamiento va a asegurarles el éxito, pero varios estudios han demostrado que genera problemas de salud mental en los niños.

Finalmente, está el tipo de padres que quieren tener a sus hijos siempre de la mano. Es decir, que parecen asistentes personales de sus pequeños cuando ya han crecido para llenarles papeles, recordarles citas, hacerles vueltas o hablar con figuras de poder en su nombre para evitarles esa responsabilidad.

Lythcott-Haims afirma que los padres de familia del siglo XXI mezclan un poco de cada uno de estos estilos, por lo cual no están preparando adecuadamente a sus hijos para ser adultos. “Este tipo de crianza está llevando a los niños a que no desarrollen las capacidades ni los hábitos necesarios para que maduren y tomen sus propias decisiones”, señala en el libro.

Uno de los errores más recurrentes de los padres es confundir felicidad con éxito, pues si bien son importantes, tienen significados distintos. Según Lythcott-Haims, la mayoría de papás piensa que la felicidad de sus hijos depende de que estudien una carrera como Ingeniería, Finanzas o Medicina, en vez de valorar que esa satisfacción solo se obtiene por medio del trabajo con el cual sus hijos se sientan a plenitud. “Los hacen sentir fracasados si no obtienen las mejores notas o si no clasifican a las mejores universidades. Les trazan el camino que deben seguir y su definición de éxito no concuerda con las habilidades, pasiones y valores de sus niños”, dice Lythcott-Haims.

Esto es a lo que el psiquiatra infantil Germán Casas llama la teoría del niño imaginario, que se refiere a los padres que imaginan a su hijo como un ser perfecto o superior y no son capaces de tolerar la frustración de que este no sea como se lo imaginaron. “Piensan que los niños deben ser una versión mejorada de ellos. Esto expone a los pequeños a unas enormes exigencias que los hace vulnerables a no tolerar cualquier tipo de frustración”, dijo Casas a SEMANA.

Este fenómeno, según la autora, ocurre principalmente en los hogares de familias de clase media y alta, pues en la cultura capitalista hay una fijación por la prosperidad y el futuro que alimenta este tipo de presión generalizada de los padres sobre los hijos, lo que les produce altos niveles de estrés. De hecho, la autora cita un estudio realizado hace un tiempo por un centro de adicciones en Los Angeles, California, que reveló una similitud entre las tasas de ataques de depresión y ansiedad en jóvenes que están en la cárcel con las de los adolescentes de familias adineradas.

Este tipo de parámetros establecidos por los padres, condicionan y limitan los deseos de sus hijos. Pero al mismo tiempo, también afecta la salud y el bienestar de los papás, pues ellos están al servicio de sus hijos y no disfrutan su vida para hacer lo que más les gusta como adultos. “Hay una distancia psicológica que todos necesitan para analizar sus propias dificultades y encontrar qué camino quieren seguir sin tener que llamar al papá o la mamá para que los guíen”, dice Lythcott-Haims.

Para adelantar una mejor educación, la autora propone una serie de consejos (ver recuadro) con el fin de que los papás no caigan en la trampa de sobreproteger a sus hijos y para que los eduquen de la manera más apropiada. “El objetivo de los padres debe ser el de criar adultos, no niños”, concluye Lythcott-Haims.

Guía para padres


Julie Lythcott-Haims dedica un capítulo a dar una serie de consejos prácticos para que los papás cumplan bien con la tarea de criar a sus hijos.

  • Tenga tiempo para usted como padre y deles tiempo a ellos como hijos.
  • Déjeles tareas, y si fallan no acuda de inmediato a ayudarlos sino deles tiempo para que reflexionen.
  • Nunca hable de ‘nosotros’ cuando ellos obtengan reconocimientos.
  • Enséñeles a respetar a las figuras de autoridad.
  • Deje que se pongan solos su máscara de oxígeno, como en los aviones, para que sepan defenderse.
  • Piense en la felicidad de ellos y no en que sean exitosos para que los haga sentir orgullosos como padres.