Los artistas Alberto Granja, pintor, y Cristina Matías, escultora, se conocieron y el amor por el arte los unió. | Foto: Cortesía Alberto Granja/Cristina Matías.

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La historia de los que nunca olvidaron el arte

Lo primero que aprenden los niños es a manifestarse artísticamente, sin embargo, esto se pierde con los años. Semana Educación habló con aquellos que siguieron ese camino.

24 de octubre de 2015

Manchas de colores en sus manos y sus ropas. Huelen a plastilinas y temperas. Tararean la canción de la vaca Lola y recitan ‘mi mamá me mima, yo mimo a mi mamá’. Llegan a casa con sus representaciones artísticas de la vida, se las regalan a sus padres como una expresión de cariño. Así salen los niños del jardín infantil después de un día aprendiendo artes.

El filósofo Platón postuló que “el arte debe ser la base de la educación”, luego de un extenso análisis sobre la relación entre la expresión infantil y el aprendizaje. El objetivo de su pensamiento era pregonar un sistema educativo que eliminara el predominio de los modos lógicos y racionalistas de enseñar, integrando las actividades artísticas a todas las materias.

Esta forma de proponer la educación se ha mantenido, en cierta medida, hasta nuestros días. Ejemplo de ello es la experiencia de los niños en los jardines infantiles, donde el desarrollo de ciertas habilidades básicas surge del contacto con la creación por medio del arte. Sin embargo, también se ha ido perdiendo: la formación va reemplazando las artes por las ciencias básicas.

El premio nobel de Economía, Amartya Sen, se preocupó por la deshumanización que genera la economía dominante en un mundo globalizado y las guerras. Por eso planteó la necesidad de reconsiderar el lugar otorgado a las artes en la sociedad contemporánea.

“El fortalecimiento del bienestar y de las libertades a que aspiramos por medio del desarrollo no puede sino incluir el enriquecimiento de las vidas humanas a través de la literatura, la música, las bellas artes y otras formas de expresión y prácticas culturales”, explica Sen.

La ausencia de las artes en la educación se une a la creencia de que el artista se muere de hambre. Lo que desmotiva en gran medida a aquellos que se visualizan en el futuro como tal. Pero hay ejemplos que no solo demuestran lo contrario, sino que evidencian la importancia del arte para la sociedad en su conjunto.

Por tal motivo, SEMANA Educación se acercó a aquellos que no dejaron atrás los primeros pasos en el jardín infantil y continuaron con un aprendizaje por medio de las artes. Lo convirtieron en su estilo de vida. Ejemplo de ello son la pareja de artistas, el pintor Alberto Granja y la escultora Cristina Matías.
 
El arte es el espejo del ser humano

Gritos de alegría, energía, lágrimas, amores y desamores, dolor, ideologías, pensamientos, sueños. En resumen, la esencia del ser humano se plasma,  además del lienzo, en cualquier espacio en el que se reproduce la expresión artística.Según el pintor bogotano Alberto Granja, el artista es aquel que quiere serlo a través de la sensibilidad y que tiene la necesidad de expresar lo que no se puede decir de manera distinta al arte.

“El arte es algo muy profundo, es una forma de vida, es encontrarse y encontrar la relación de uno mismo con la naturaleza, es encontrar la realidad por medio de la expresión”, afirma el artista.  
Y es que Granja habla del tema porque su forma de vida ha sido el arte desde los 12 años. Los colores, el lienzo, el pincel y la espátula son sus herramientas diarias y su horario de trabajo es cualquiera. Se levanta por las mañanas a regar su colección de orquídeas y acariciar los colores de sus pétalos, que después arrastra hasta su área de trabajo y los esparce en un fondo blanco del que nace una mujer.

El artista afirma que “mi intención con el arte es sentir, expresar, querer. Es una búsqueda de mí mismo, con mi entorno y afectos. Estoy amarrado a mis colores y a mis mujeres. Con mis obras quiero crear un espacio de ensoñación para quien lo mira y para mí”.

Al inicio de su carrera, que coincidió con ese momento en el que el arte se supone deja de ser natural para el niño, Granja descubrió que ya no quería ser médico. Deseaba dedicar toda su vida al arte y comenzó a pintar y a dibujar.

Su madre era una mujer recia, fuerte y sabia. Sostuvo durante años a sus seis hijos, a su madre anciana y a un perro, con los vestidos que diseñaba y cocía sentada al frente de una máquina de coser. Cuando su hijo menor le contó que lo que deseaba era estudiar arte en la Universidad Nacional, le negó esa oportunidad. Alberto Granja tuvo que estudiar diseño gráfico.

“Le agradezco a mi madre que no me haya permitido estudiar arte porque el ser artista tiene más que ver con una actitud que con un entrenamiento. Hay gente que al cursar una carrera en artes se hace daño, lo sesga, le quita su esencia. Desde mi ángulo no siempre es importante estudiar, es más importante simplemente querer serlo y sentirlo”, afirma.

A la sociedad le hacen falta más artistas, personas que de manera humana vean esta realidad que está enloquecida. El ser humano está en un proceso absurdo en el que los valores se definen por el dinero. Las artes están en contra de eso y dan una visión distinta a la humanidad, porque se trabaja con el corazón y busca algo más allá de lo material: lo más profundo del ser humano, la esencia del ser, según Granja.

“El arte es el espejo del ser humano y es lo que marca la pauta para direccionarlo hacia la sensibilidad, no a ser una máquina ni un ser desechable, que eso es lo que la sociedad actual demanda de las personas”, sostiene el artista.

Tanto será su amor por el arte, que se enamoró de una escultora.

Invitar a la curiosidad para regresar a la niñez

Aprendió a caminar al ritmo de las olas en la proa de la nave. Tenía no más de un año cuando viajó desde Portugal a Colombia en barco. Después de un tiempo en el país, Cristina Matías regresó a Europa y fue tras 25 años que volvió para quedarse porque el amor a un pintor y al arte le metería las manos en la tierra. 

El mar marcó su vida. La artista afirma que “visualmente no se está en mis obras, es más en el alma de cada escultura donde se encuentra esa esencia que se impregna en la arcilla cuando la estoy trabajando. En el momento de moldear, trabajo con ‘saudade’. Ese sentimiento que describe la despedida de las familias a los marineros portugueses. Un adiós que como podía traer una gran abundancia simplemente podría ser un nunca jamás”.

A la artista se le notó su inclinación por el arte desde pequeña. Su padre trabajaba con cuero en la gran casa donde vivían en Pinhel, un pequeño pueblo al norte de Portugal. Con sigilo Cristina se metía al taller y cogía herramientas con las que empezaba a crear muñecas y juguetes. “Hay que aprender ciertas técnicas para ser artista, como el manejo de algunos materiales y utensilios.  Pero todos nacemos artistas, lo que ocurre es que algunos nos quedamos con la esencia del niño y continuamos por este camino y otros no”.

Las esculturas de la artista portuguesa son representaciones de cosas que ve, que se imagina, que sueña, y tienen un objetivo en especial. Según Matías, lo que quiere con cada obra es “invitar a quien la mira a ser curioso. Que descubra formas; un camaleón, un pájaro, lo que quiera. Es llevar al espectador a la niñez. Un niño cuando encuentra algo curioso, algo que no había visto, se queda observándolo y descubriendo”.

Esa invitación a la curiosidad es muy importante para el mundo porque rompe con la cotidianidad, con el cansancio, con la agresividad, con el ritmo acelerado de la vida. El arte es un tranquilizante, un relajante porque con su colorido, su textura, su sonido, se presenta otra forma de vivir la vida. Es como cuando uno ve el mar y la vista se tranquiliza, eso es el arte.

Si desea conocer las historias de: La 33; de 1280 Almas; del grupo proveniente de Siria, Alturaz Al Andalucí; el grupo de Cantos Fúnebres Afro, Colombia Negra; el poeta Rafael del Castillo; el grupo de rap La Etnnia, entre otros. Descargue la revista Digital Semana Educación siguiendo estos pasos o comuníquese al número 6468400 Ext:4301 o 4310.