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Alejandro Nieto pertenece a todo un clan familiar vinculado a los medios. Su papá es recordado como uno de los más influyentes hombres de radio: Julio Nieto Bernal.

Crónica

El capitán de la radio

Dinero acompañó en un día de trabajo al colombiano que manda en la radio española: Alejandro Nieto Molina, director de la cadena SER. Esta es su estrategia para sacarla a flote, en medio de la peor crisis económica de España.

6 de febrero de 2013

Gran Vía, el alma de Madrid. Nueve de la mañana, Alejandro Nieto Molina camina por esa calle centenaria por la que ha corrido mucho más que sol y agua. De hecho, el edificio al que va a entrar ahora, en el número 32, fue hecho a imagen y semejanza de las galerías Lafayette de París y se convirtió luego en uno de los objetivos de la aviación rebelde, el bando de Franco, contra el gobierno de La República durante la Guerra Civil (1936-1939).? Arriba, en la novena planta, le espera una batalla. Es el día del corte final de año con sus directores regionales, los de la Cadena SER (Sociedad Española de Radiodifusión), ese buque insignia de la radio española que Alejo, como le dicen algunos de sus compañeros, aceptó echarse al hombro hace dos años y que ha sabido mantener no solo a flote sino con rumbo fijo y estable en España, un país con el agua al cuello.

Su oficina, amplia en la más austera expresión del término, ahora resulta estrecha. Siete personas se juntan en una mesa rectangular, mientras todos los asuntos pasan por la aprobación de este colombiano de 44 años que no solo ha seguido los pasos periodísticos de su padre, el inolvidable Julio Nieto Bernal –silencioso patriarca del oficio radial en Colombia– sino que siguió de largo hasta dar con la cabina de mando de la SER, un monstruo que forman más de 500 emisoras de la Península, entre propias y asociadas.

Para entrar allí, en donde está a punto de ponerse en la balanza la gestión, –léase el futuro– de cada uno de los jefes regionales, hay que pasar primero por la alcabala de Marisol, su asistente personal, la mujer bala que no para en el intento de estirar las horas para que a Nieto le alcance el tiempo, igual, para sacarles bocados a todas las cifras que a diario miden sintonías y balances, como a eso otro que el hombre se niega a olvidar, así ahora tenga que conformarse con verlos de lejos: los micrófonos.

Quizá, y en parte para matar esa nostalgia, es que a diario camina los pasos que lo separan de la redacción para oler el agite diario. Ahí, entre el ‘run run’ de los periodistas, se mete a pulsar opiniones sobre cuánto soplan los aires independentistas en Cataluña o si es cierto que a Cristiano Ronaldo ya le tomaron las medidas para ponerse la siete del Paris Saint-Germain. Es hincha del Madrid (ya no dice Real Madrid) y suele vérsele en el palco del Santiago Bernabéu desde donde, por estos días, el presidente ‘merengue’, Florentino Pérez, la pasa tan mal como su equipo en la cancha.

Y así como la gente que ahora lo flanquea en la audioconferencia es definitiva para tomar decisiones trascendentales en el área comercial, Alejandro Nieto tiene en Iñaki Gabilondo un polo a tierra sobre los asuntos trascendentales de la vida española. Gabilondo es un jefe de la tribu al que sus colegas periodistas miran, más que con respeto, con devoción. Aunque él mismo, Gabilondo, sabe que desde otras orillas, informativas e ideológicas, no dudarían en mandarlo al tribunal de la Santa Inquisición, así tuvieran que desenterrarlo y ponerlo en acción.

Pero las cosas en esta mañana andan más bien en aquello que para los mortales son las pérdidas y las ganancias. La SER, la cadena SER, ha tenido un año que no puede calificarse de bueno, pero lo más importante es que tampoco se le puede tildar de malo. Y cualquier gerente en España mataría por estar en los zapatos de quien preside esta reunión. El primer indicador, en realidad el determinante, es ese fantasma que asusta y que se hace llamar EGM (Estudio General de Medios). Casi todos los que pasan al tablero sacan pecho. Si no son primeros en número de oyentes, están en la pelea por serlo. Con sus excepciones, esas para las que no vale eufemismo de quien intente solapar el peso de la realidad.

Nieto los llama por su nombre (nadie interpone el apellido) y rompe el hielo con algún gracejo. Un hombre llama desde Navarra, al norte del país, donde el frío acaba de hacerse notar para quedarse a vivir largos meses. “Soy un muñeco de nieve”, acota. De inmediato, Alejandro tira del cordel y lo pone en turno: “¿Y cómo te sientes con lo que dice el último EGM, muñeco de nieve ”. Hay una sonrisa en el ambiente, pero al interlocutor no le queda otra: pasar de la broma a los resultados.

Igual, en donde las cosas andan muy bien no faltan los “espectacular”, “formidable” y “fenomenal” con los que va, y ellos lo saben, más que una palmadita en la espalda. Algunos de ellos son más que sus aliados. No desconocen que están allí porque él les dio la oportunidad y no la dejaron pasar. Algunos de quienes están a su lado cobran su aporte: “¿Recuerdas que te dije que ese tío era el hombre”.

Los conoce mejor que cualquiera de quienes ahora lo acompañan en la tarea de evaluación. Alejandro Nieto se precia de haber estado en casi todos los puntos marcados en rojo sobre el mapa de España que tiene exactamente en frente a su puesto de trabajo, son las emisoras que tienen el sello de la SER. Y para hacerlo no suele escaparse de ese horario de lunes a viernes en que transcurre su vida laboral y que cualquier madrileño no dudaría en llamar espartano: llega antes de las nueve de la mañana, cumple con el rito de los almuerzos de trabajo; que siempre abundan, y en las noches se marcha entre las ocho y las nueve, a casa, si es que no hay una ceremonia que obligue a su participación como cabeza visible de la cadena de emisoras.

Entonces, ¿cómo ha hecho para que directores y gerentes sientan su presencia y escuchen sus clamores, en esta tierra tan larga como ancha? Fácil. Arma plan familiar los fines de semana, coge su carro (a veces se le escapa el “coche” de los españoles, o viceversa) y se va a trazar esas relaciones sin que su esposa, Marcela Sarmiento (periodista obligada al retiro temporal “no puede trabajar aquí y mucho menos en la competencia, así que por ahora es mi jefe de relaciones públicas”, se defiende Nieto), ni sus hijas Florencia (10) y Paola (4), tengan queja de no disfrutar de parajes diversos, pero ante todo, únicos.

Ellas, las niñas, acompañan sus primeras horas. Desayuna en su compañía, mira los diarios y, mientras esté en Madrid, las despacha al colegio. Vive no lejos de la oficina, así que, si el día está claro, camina hasta Gran Vía.

La jornada de esta mañana se extiende por casi cinco horas, sin pausa. El café, alguna fruta y mucha agua sirven para recargar energías. Nieto es un hombre que respeta el sagrado mandamiento colombiano de la madrugada diaria, pero ni se le nota cansado ni pierde el sentido del humor. O al menos no parece. En algún momento de la charla con quienes son, ante todo, sus compañeros, tiene que tomar cartas en el asunto: uno de ellos ha dejado a merced del bravo oleaje de la crisis a un recién promovido. Con tres palabras lo pone en su sitio: “es tu obligación”.

Lleva corbata por un compromiso que sigue en la tarde: ni más ni menos la presentación de los presupuestos de Prisa, algo así como una cumbre de generales en tiempos de guerra. Pero 24 horas antes podría pasar, con un suéter lila y una camisa deportiva, por uno de los locos que agita el ambiente en el timón de Los 40 principales.

Claro está, detrás de esa aparente calma, hay un alto voltaje y mucha exigencia. La SER no es ajena a la crisis, aunque, dice Nieto, a la radio le va menos mal en la actual tormenta: “es que mientras la disminución del modelo de negocio afecta los impresos, que están camino a lo digital, la radio es un medio estable que no muere, que complementa. Además, hoy es la primera red social, gratuita y una compañía igual en el coche o mientras uno corre por el campo”. Y si le ponemos de cara a la televisión, Alejandro hace un paralelo: “la televisión es el avión y la radio, el tren”. No necesita aclarar que un tren de las proporciones del AVE, ese de alta velocidad que en España derrotó hace mucho a las aerolíneas.

Aun así, los recortes ya han golpeado a la puerta. Hoy son 2.100 las personas que trabajan para la SER (1.500 de ellas como empleados de planta) y 350 las despedidas, “que es lo más doloroso, pero en este negocio no hay de dónde más recortar”, asegura. No menos ha tenido que hacer la competencia, Onda Cero, en donde la integración de diversos medios, como corresponde a los grandes grupos, ha generado una poderosa multimedia (Antena 3 y La Razón), a la que ahora SER, junto a El País y Canal Plus tienen que hacer frente, en una lucha donde no se puede perder, para ponerlo en términos generales, un solo espectador.

Para una empresa como la SER, lograr en un año sacar libres entre 50 y 60 millones de euros –tras descontar entre 120 y 130 millones de gastos– el futuro pinta menos oscuro que en otros sectores. Aunque el desafío está ahí, en cada estación y en cada emisión. Se necesitan nuevas ideas a cada segundo, siempre, parodiando un viejo dicho de un comentarista deportivo, con el corazón en el oyente. “La gente, dice Alejandro Nieto, tiene una relación directa con este medio y no perdona que se le dé la espalda, como no se lo perdonaría a un amigo. Hace unos años se tomó la decisión de salir de una población que había sufrido los terribles efectos de un fenómeno natural. No sabe usted cuánto nos ha costado volver a ganar esa confianza”.

A las dos en punto de la tarde, Alejandro Nieto vuelve al bullicio de la Gran Vía. Tiene una cita para comer algo rápido (quizás un bocadito y una Coca Cola). Enseguida lo esperan los tiburones en Prisa. Y, en la noche, comida, cine o teatro. “Me fascina esta ciudad”, dice mientras se pierde entre la gente, a lo mejor preguntándose, ¿qué estarán diciendo a esta misma hora 219 emisoras propias, 47 radiohabladas (esas que muelen música y variedades) y 216 asociadas? Porque lo suyo es SER o sí SER, no hay de otra.