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EL ETERNO INCONFORME

De Anorí a París, donde acaba de morir, Tulio Bayer recorrió, en 30 años, un tormentoso camino marcado por la rebeldía.

2 de agosto de 1982

En su vida, la medicina y la rebeldía siempre fueron de la mano. Desmesuradamente alto, sus casi dos metros de estatura se hacían más evidentes con una ropa que siempre le quedaba corta. Nervioso, con unos saltones ojos inquietos, fumando siempre de manera convulsiva, Tulio Bayer "entregó" las armas finalmente en París. Tenía 58 años.
Las circunstancias lo fueron colocando, poco a poco, en el camino de la insurgencia. Y de la aventura. Porque fue también un aventurero. Muy pocos, tal vez, podrían determinar las verdaderas raíces de su eterno inconformismo, de su carácter contestatario. Un carácter que fue agudizándose con el paso del tiempo, a medida que las experiencias iban inclinando la balanza del lado de los inconformes.
De familia conservadora, tuvo los medios necesarios para seguir la carrera de medicina y la posibilidad de hacer una vida integrada. Pero, inevitablemente, cada nueva empresa que emprendía terminaba en conflicto. Rebelde nato, inconforme por definición, rayó siempre los linderos de la paranoia.

LOS PRIMEROS CONFLICTOS
Ejerció la medicatura rural en Anorí (Ant.), un pueblo de "calles empedradas de chismes y de brujerías" Ya se había hecho liberal, escandalizando a su familia. Salía por las noches, amparado por las sombras, para llevar medicinas a las víctimas liberales de la violencia. Allí conoció a Morelia, su primera esposa, "Bambi" como la llamaba cariñosamente y quien lo siguió hasta que no pudo más.
La violencia continuaba, los duros años 50. Como médico del ejército trabajó en el proyecto de la carretera al mar, al norte de Antioquia. "A los enfermos había que salvarlos dos veces. De las heridas y de la chusma". Bien pronto entró en conflicto, porque se negaba a certificar muertes por malaria, de campesinos asesinados a tiros por la espalda. Todo quedaría consignado en su primer libro, "Carretera al mar", escrito a mano en un tambo a orillas del Orinoco.

CONTRA LA TRIBU
Tuvo que regresar a Medellín y luego a Manizales como profesor universitario. Ejercía la profesión en el tiempo que le dejaba la cátedra y su casa se convirtió en algo así como una dependencia de la naciente Facultad de Medicina de Caldas. Era el año 54.
La investigación empezaba a tentarlo. Una nueva aventura se perfilaba: enseñar lo que no sabía, Física Médica y Farmacología. Inventó las prácticas, asesorado por los mismos estudiantes. Una tarde, en el restaurante "Vitiani" de Manizales, el gobernador de Antioquia, general Sierra Ochoa, le ofreció a quemarropa la Secretaría de Salud Pública.
Fue el comienzo de un nuevo conflicto. Tropezo con una tradición burocrática y tribal y la emprendió a patadas contra ella, denunciando irregularidades, adelantando campañas de salud pública, impugnando privilegios. Hasta que fue destituido. "Se apodero de mí la sospecha de mi desadaptación. No podia conformarme con la inmoralidad como norma suprema de la vida". Siguió con la cátedra de Farmacologia y fue destituido por un artículo, camuflado tras vocabulario médico, sobre la matanza de los estudiantes el 8 y el 9 de junio, publicado en "Microtomo", un periódico estudiantil que ayudaba a financiar y reproducido en "Intermedio" y "Diario Gráfico". Un soplón le dio el motivo a Sierra Ochoa para la destitución de Bayer.
Pero el sueño de la investigación se insinuaba. Queria, tal vez, olvidar la miseria de los tugurios, Los chanchullos oficiales. Queria olvidar la violencia. Se dedicó a estudiar inglés con una profesora norteamericana progresista. "El contrato de dos horas diarias, pasó tiempo completo, sin nuevas clausulas". Ella se aburria en la conventual Manizalez. Tulio Bayer le mostró los suburbios, los hospitales y los prostibulos. Era Claudia Lightner. A ella dedicó su primera novela.

PAGO CON PREAVISO
Con el inglés vivencial aprendido al lado de Claudia. Bayer llegó a Harvard a estudiar farmacología. Allí, en el mismo invierno en que murió Humphrey Bogart, viendo caer la nieve por primera vez en su vida, Bayer supo que no sería un aséptico investigador, que debia volver a Colombia.
Y regresó; fue a parar a las selvas amazónicas. presionado por las circunstancias. Hizo su "curso de sur" y se casó, en otro acto de agresión contra la tribu, con una prostituta, Josefina Butler, la unión no duró mucho tiempo.
Más tarde, un marconigrama lo sacó de Puerto Leguizamo y lo colocó en unos laboratorios de Bogotá. El porvenir que entonces vio despejarse terminó también en conflicto. Entre probetas, tubos de ensayo, balanzas y matraces, inició un control de las drogas que allí se fabricaban y denuncio adulteraciones deliberadas. Lo despidieron un lunes, pagándole el preaviso.
Acudió a sus amigos de El Automático, el café de periodistas, poetas y pintores, a donde iba algunas veces. De allí salió una entrevista que publicaron en "Sucesos". Comenzó entonces un corto peregrinar por pensiones de "medio pelo". "Mi hambre de de esos días en Bogotá estaba todavía llena de perjuicios burgueses. Fue un poco vergonzante, tenía algo de angustia, algo de rebelión, algo de confusión".

CURSO DE INDOCUMENTADO
Un puesto de médico rural que le consiguió ASMEDAS lo llevó a Puerto Carreño en el Vichada. Comenzó, entonces, una nueva etapá de su vida.
En un sofocante Puesto de Socorro, entre murciélagos y mosquitos, recibía a los enfermos de paludismo, sin recibir un peso. Su labor duró tres meses, hasta que un colega pobre con una familia numerosa llegó a reemplazarlo. Desguindó la hamaca y le pidió a una mujer franca y amable, doña Luisa, que le dejara una casa al pie del cerro. Escribió entonces su "Carretera al mar". Viajó a Bogotá y unas tias bondadosas financiaron su publicación.
Pero este hombre, desubicado siempre, siempre en conflicto, no terminaria aqui sus aventuras, ni su rebelión. Regresó a Puerto Carreño en donde trató de establecerse independientemente. Pero la vida resultaba dificil. Pasaba la frontera para curar enfermos.
Bayer hizo completo el curso de inmigrante colombiano. Empezo trabajando en el hospital de Puerto Ayacucho por la comida y el techo. Con frecuencia visitaba las tribus indigenas, curaba a los braceros colombianos, defendia a los agricultores perjudicados por arbitrarios cierres de frontera, le gustaba el trabajo y comenzó a hacerse la ilusión, una vez más, de que podría asentarse, de que terminaria su errancia. Poco a poco, las raices de su rebeldia se fueron multiplicando porque no se examinaba a los pacientes, ni se les suministraban las drogas adecuadas. Además, se hacian operaciones falsas. El hospital era una cueva de ladrones.
Una noche,que seguramente había esperado muchas veces, un policía le pidió el pasaporte que no llevaba en el bolsillo. Cruzó el Orinoco y en Cazuario, un caserío de chozas pobladas por traficantes colombianos, guindó otra vez su hamaca.
Quería estar cerca de una aliada que tenía en Puerto Ayacucho, la mujer que lo acompañaria hasta la muerte y a quien le bautizó con nombre de guerra: tanque."Pasaba a Venezuela a charlar con ella todos los días", clandestinamente, eludiendo a los funcionarios de extranjeria. Hasta que un día "el hombre de botas embarrdas de jipi-japa", el venezolano Pablo J. Anduze, lo encontro es una de sus entradas cladestina.

ENTREVISTA BORRASCOSA
Le presto plata para que viajara a Bogotá a poner sus papeles en regla. Bayer, el indocumentado, volvería a Puerto Ayacucho en calidad de Cónsul ad-honorem. Documentó a muchos colombianos, hizo abrir la frontera y trabajaba también para la Clínica Indigenista a la que tanto empeño le ponía su amigo Anuze. entonces Gobernador del Territorio.
Un día se encontró con la noticia de que el entonces ministro de gobierno. Augusto Ramirez Moreno visitaría el Vichada. "Lo esperé en Cazuario, al lado de unos niñitos parasitados y sin escuela, con sus mejores vestiditos". La cañonera de la Armada Nacional que trasportaba al Ministro pasó de largo. Bayer, indignado, prendió el motor fuera de borda de una "voladora" y lo alcanzó. La entrevista, borrascosa, insolente, terminó en una manifestación con vivas al partido liberal abajos al ministro de gobierno. Y a la oligarquía. Fue la semilla de lo que más tarde se llamó la "Campaña del Vichada".
No fue destituido esta vez. Renunció meses más tarde y se incorporó a la guerrilla. Había hecho contacto con Rosendo Colmenares. "Minuto", que tenía un grupo guerrillero en Santa Rita. Allí se puso a escribir una novela en sus ratos libres. "En esa tienda de campaña en ese retazo de selva oscura y húmeda", comenzo a diferenciar a los montoneros liberales de los guerrilleros revolucionarios.
Vino entonces una operación sin violencia. Colmenares decidió poner preso al teniente Morales, acantonado con 17 soldados más en Santa Rita. Bayer solicitó por radio un avión para recoger a los prisionesros. Una ráfaga de ametralladora frustraria después una entrevista con el general Valencia Tovar. Tomaron el camino de la selva y cayeron en manos del ejercito.


FIN DE UN ITINERARIO
Trasladado a la Modelo. Bayer pasó allí dos largos años que lo radicalizaron aún más. Salió más paranoico que nunca, hasta el punto de que, cuentan, llegó a dispararle a su propia sombra.
Empezaron a circular rumores que lo empujaron a pedir asilo en la Embajada de México. Se asiló, y, luego en Ciudad de México, logró trabajar con visa de residente. Es la época de la Revolución Cubana. Viajó a La Habana y logró una entrevista con el Ché y con Fidel. Pidió financiación para la revolución colombiana. Volvió a entrar en conflicto, porque denunció que en Cuba se despilfarraban antibióticos. Lo expulsaron.
Esta vida tormentosa acabaria en París, refugio de todos los místicos, exiliados, locos, profetas e iluminados de este mundo. Allí vivia en un revuelto apartamento. Lleno de libros pero sin muebles, en un edificio multifamiliar de la Avenida de Choisy. Desde las ventanas se veia el brumoso panorama de la ciudad. Bayer, más allá de los cincuenta años, seguia pareciendo un niño grande y rebelde. Del mentón y de las mejillas le llovian unos cuantos pelos largos, que pretendian en vano configurar una barba. Descuidado, con los ojos siempre saltones, fumando una pipa que se apagaba a cada instante (un periodista llegó a contar hasta 125 fósforos quemados en una hora), pobre, olvidado totalmente por su país, acompañado siempre por una robusta mestiza que un día encontrata a orillas del Orinoco, su imagen era - y con ella moriría- la del eterno y amargo e irremediable inconforme.

EL MILITAR Y EL GUERRILLA
La contrainsurgencia guerrillera del Vichada estaba comandada por el entonces coronel Alvaro Valencia Tovar. El Batallón Colombia, bajo su mando, capturó a Tulio Bayer. El hoy general retirado, hace una semblanza del guerrillero recientemente fallecido en el exilio.
"Cuando él se metió en la guerrilla del Vichada era uno de los principales inspiradores e ideólogos del movimiento. Los demás compañeros suyos venían de la violencia. El, en cambio, estaba bastante entusiasmado con la revolución cubana. Se le capturó porque quedó rezagado, y esto me dio oportunidad de conocerlo. Hablamos largamente, y conversamos mucho de nuestras diferentes opiniones políticas. Lo que más le impresionó cuando fue capturado, fue que no tratáramos de matarlo, quedó asombrado de las garantías del ejército, y del tratamiento que le dimos respetando su condición. Nos volvimos a ver cuando estuvo en la cárcel de Villavicencio, y algunas veces cuando estuvo en la Modelo. Cuando partió a Francia, nos cruzamos bastantes cartas. La última me llegó hace unos tres años. Tulio Bayer era un idealista, inestable, un poco rebelde sin causa. En todas partes peleó con sus superiores.
El salió profundamente desencantado de la lucha guerrillera. Pensaba en la salvación del país por la lucha guerrillera, un absurdo. 'Uisheda', la-novela que escribí, tenía un personaje basado en él. Le gustó mucho, se sintió personificado, y estuvo tratando de que la convirtieran en cine. La última carta que me envió era contándome sus proyectos de la película. Otra vez me escribió diciéndome que el único voto de su vida era para su antiguo enemigo".