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Así va Monómeros, sometida a control de la Supersociedades

La empresa, propiedad de la oficial Petroquímica de Venezuela, está en una “situación crítica de orden financiero y económico”, según determino el organismo de control desde abril pasado en decisión conocida por Dinero.

28 de junio de 2019

Monómeros Colombo Venezolanos S.A., una de las compañías más representativas en Colombia en el sector de abonos y fertilizantes con cerca del 40% del mercado, se está convirtiendo en una papa caliente para las autoridades, al punto de que la Superintendencia de Sociedades decidió estrechar su vigilancia y someterla a control.

La medida, notificada a finales de abril pasado, no es sí misma una sanción, sino un acción preventiva para corregir una situación de crisis y proteger los intereses de los socios y de terceros. En este caso, según la Súper, en Monómeros hay “una situación crítica de orden financiero y económico”, e incluso administrativo, según la resolución del delegado para Inspección, Vigilancia y Control, a la que tuvo acceso Dinero.

Si bien su nombre no dice mucho a un ciudadano del común, las implicaciones de una crisis en Monómeros son insospechadas. Si bien hay otros proveedores, sus productos son clave para el campo colombiano, donde cuenta con tres millones de clientes, respecto de la nutrición de los cultivos y de los animales. Por otra parte, tan solo en Barranquilla, tiene 565 empleados directos y se calculan otros 1.500 puestos indirectos.

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La empresa, propiedad el gobierno venezolano a través de la empresa Petroquímica de Venezuela (Pequiven), está en una especie de limbo luego de que en febrero de 2019 el presidente Iván Duque ordenara negar la entrada al país de 200 personas adeptas al régimen de Nicolás Maduro, entre ellas la antigua cúpula de la empresa.

Ronald Alexander Martínez, a quien Caracas designó como presidente, fue inadmitido a su llegada a Colombia y no pudo asumir el cargo, por lo que en el registro mercantil aún figuraba al frente de la empresa quien estaba al manod hasta ese momento, Pedro Lugo.

El presidente de la Asamblea del vecino país y autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, nombró en marzo nuevos directivos en cabeza del designado presidente de la empresa, Jon Bilbao, quien afirmó que “uno de los objetivos que tenemos es preservar los activos de Monómeros para el pueblo de Venezuela y eso lo ha dicho el presidente Guaidó".

“No podemos dejar que se use para otros fines y que el dinero que produzca vaya a cuentas que no tienen que ver con el negocio”, añadió desde Estados Unidos tras su llamamiento.

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Ello, en una estrategia empresarial y diplomática en que el líder opositor no solo ha sido reconocido por varios países —incluida Colombia—como jefe de Estado, sino que además ha asumido el control de delegaciones diplomáticas y de otras compañías como la gasolinera Citgo, en EEUU, y de la misma estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

Situación crítica

Pese a los cambios, ello no quiere decir que las cosas vayan bien en la compañía, a decir de la resolución que le fue notificada por la Supersociedades el pasado 25 de abril. En ella la entidad de vigilancia indicó que “considera necesario someter […] al grado máximo de supervisión a la sociedad Monómeros Colombo Venezolanos S.A. […] con el fin de de proteger los intereses económicos de terceros, preservar los bienes sociales, supervisar el cumplimiento de las obligaciones que la ley le impone a la sociedad y sus administradores”.
Ello, agregó, “mientras se resuelve la situación critica de naturaleza financiera y económica en la que hoy se encuentra inmersa”.

¿A qué hace referencia la Súper? Según detalla el documento del organismo, las dificultades para Monómeros iniciaron con las restricciones impuestas en agosto del 2017 por el presidente estadounidense, Donald Trump, al gobierno venezolano, que en la práctica significó a esta empresa de capital oficial venezolano que varias entidades financieras colombianas le cerraran sus puertas y cancelaran sus productos.

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Ello implicó que la firma “no puede ejecutar operaciones comerciales en el mercado internacional a través del mercado cambiario en Colombia”. Hubo bancos que mantuvieron sus negocios con Monómeros, pero solamente en materia de cunetas de ahorros y corrientes.

Para el mes siguiente, la firma se estaba quedando sin aire: si bien el 73% de su producción se consume en Colombia, el resto lo exporta a República Dominicana, Costa Rica, Trinidad y Tobago, Barbados, Panamá, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia, lo que representa divisas que no puede traer de vuelta, además de un aumento de las cuentas por cobrar y por pagar.

Pero eso no es lo más grave. El 88% de la materia prima (nitrógeno, fósforo y potasio) que usa Monómeros es importado. Ello le significó a Monómeros un cambio en su modelo de negocio y tener que negociar la compra de sus insumos con su principal competidor en Colombia, la noruega Yara (entre las dos compañías comparten, por mitad, el 80% del mercado nacional de abonos y fertilizantes) con los correspondientes sobrecostos. Además debió constituir una sociedad en Panamá para poder hacer compras y ventas.

A inicios de junio, cuando se reportaba cerca de un 50% menos de producción en sus plantas de Barranquilla y de Buenaventura, la empresa recibió una buena noticia: el gobierno estadounidense retiró las restricciones sobre Monómeros, lo que le permitirá restablecer sus operaciones financieras y comerciales. Sin embargo, la situación no es sencilla.

Números rojos

“En el evento de que la sociedad cesara sus operaciones o presentara una situación de insolvencia, la economía colombiana […] se vería seriamente afectada”, afirmó el ente de vigilancia.

Y es que los estados financieros de Monómeros sufrieron. Según la Supersociedades, “se evidenció un deterioro de la situación financiera” dado que al cierre de 2018 el patrimonio de la sociedad se redujo en 20% frente al de 2017.

Ello que se refleja “en la disminución de reservas y resultados acumulados, como consecuencia de la distribución de utilidades (con destino a Pequiven) aprobadas en octubre de 2018, por valor de $60.626 millones y en la disminución del resultado del ejercicio, al pasar de una utilidad de $24.245 millones en el año 2017, a una pérdida de $62.785 millones”.

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Otro indicador que alertó a la Súper es que, a fin de 2018, Monómeros tenía obligaciones vencidas por $400.859 millones, que representaban entonces el 50,98% de sus pasivos (783.402 millones). “Así mismo, las obligaciones vencidas por más de 90 días ascienden a la suma de $266.575 millones, que presentan el 34% de las obligaciones vencidas, configurándose la cesación de pagos”.

Los indicadores financieros a 31 de diciembre de 2018 frente a la misma fecha de 2017 también sufrieron. El endeudamiento pasó del 48% al 62%. En razón de ello, “los indicadores de liquidez, solvencia y capital de trabajo, se han deteriorado. Este último pasó de $247.348 millones a $82.205 millones.

Por si no fuera poco, la empresa también tenía inconvenientes administrativos. El 22 de marzo de 2019, la superintendencia pidió a Monómeros la confirmación de la veracidad del cambio de la cúpula de la empresa, encabezada por Job Bilbao.

La compañía respondió que si bien “esta situación fue de público conocimiento nacional e internacional, configurándose a todas luces, un hecho notorio”, no obstante “la designación antes mencionada no surte efectos jurídicos en Colombia”.

Para la entidad, dichas dificultades administrativas, “que no son de recibo” tienen “un impacto en la continuidad y la estabilidad de la administración de la sociedad”. Según un certificado de cámara y comercio de inicios de junio de 2019, la supervisión se mantiene por parte de la Súper.

La compleja situación política y económica en Venezuela sigue estable, aunada a los bloqueos que Washington sostiene contra el gobierno del vecino país. Ello de una manera u otra incidirá en el futuro de Monómeros, pero la problemática actual de la empresa puede resolverse y dependerá de la gestión de la nueva administración y de la supervisión de la Supersociedades que a esta atormentada empresa, clave para el país, llegue la calma.