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| Foto: A.F.P.

NAZISMO

SOBRE EL NAZISMO

El francés Alfred Grosser, experto en asuntos politicos, concedió entrevista exclusiva para SEMANA.

21 de marzo de 1983

Alfred Grosser, director de estudios en la Fundación Nacional de Ciencias Políticas y profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, es autor de varios libros sobre Alemania, país respecto del cual es considerado, en Europa, como uno de sus mejores especialistas. Esta entrevista fue realizada en la capital francesa por nuestro corresponsal José Hernández, con motivo del 50 aniversario del ascenso de Adolfo Hitler al poder en Alemania.

SEMANA.: ¿Hay antecedentes históricos e ideológicos que expliquen por qué surgió el nazismo en Alemania?

ALFRED GROSSER: Las ideas que dieron nacimiento al nazismo existían también en Francia y en otros países. El antisemitismo, ingrediente fundamental del nazismo, fue extremadamene importante en Francia, al fin del siglo XIX. El "affaire" Dreyfus es un ejemplo. El nazismo no fue, pues, una consecuencia necesaria de la historia ideológica alemana. Alemania hubiera podido evolucionar inspirándose en otras referencias, como el liberalismo o el Siglo de las Luces.

El nazismo se formó, más bien, con base en políticas concretas. El primer programa de Hitler, en 1920, se dirigía especialmente a las clases medias que, frente a la crisis, buscaban escapar a la proletarización, y se inspiraba en "la raza". El programa pretendía ser, ademas, "nacional", esencialmente anti-marxista y "socialista", en abierta lucha contra los trust.

S.: Además de la crisis, ¿qué otros factores intervinieron en la formación del nazismo?

A.G.: La primera comprobación es que los movimientos fascistas surgieron en los países que habían vivido 1919 como un drama: Alemania por haber perdido la guerra, Italia por no haber obtenido nada. En Alemania el Tratado de Versalles fue vivido como un verdadero diktat. El ultimátum impuesto por los países victoriosos llegó a la Asamblea Constituyente de Weimar en el momento en que se discutía la Constitución. Por eso, para muchos alemanes las palabras "república" y "democracia" pasaron a ser sinónimos de humillación internacional, de derrota y de miseria. Por otro lado, muchos militares e industriales no habían aceptado la república y aspiraban a un régimen autoritario.

Alfred Rosenberg, gran magnate de la prensa y jefe de un pequeño partido que sostuvo a Hitler hasta ser su ministro de Economía, en 1933, es un buen ejemplo.

De hecho, los socialdemócratas tampoco habían logrado "republicanizar" las dos bases del Estado: la administracion y el ejército. Los comunistas, por su lado, no adhirieron a esa república que había dejado casi intactas las estructuras sociales y económicas de la Alemania wilhelmiana En definitiva: se puede decir que la República de Weimar no contaba con muchos republicanos Otro hecho significativo es que en Alemania, más que en los otros países, se constituyeron, a partir de 1920-21, numerosos grupos paramilitares, especialmente de extrema derecha, que multiplicaron los asesinatos políticos. Alemania se acostumbró así a la violencia y a la existencia de grupos cada vez más violentos, entre los cuales se encontraban los nacional-socialistas.

S.: ¿Cómo explica usted que en las elecciones de 1930 Hitler pasara de 12 a 107 diputados?

A.G.: Hay pocas respuestas... No existen, en efecto, muchos estudios realizados ciudad por ciudad, región por región entre 1928 y 1930.

S.: ¿Quién votó por Hitler entonces?

A.G.: Hasta ahora se había acostumbrado señalar a la pequeña-burguesía y a los desempleados Estudios recientes muestran que en 1932-33 los barrios burgueses también votaron por Hitler. El voto obrero, en cambio, fue bajo, mientras que los nazis fueron masivamente apoyados por las clases medias.
La abdicación frente al nazismo fue, sin embargo, prácticamente general:los hombres políticos, los sindicatos, los intelectuales, las iglesias... La misma dimisión se produjo en Francia durante el gobierno de Vichy que, por ser apoyado desde el extranjero, había debido despertar una mayor resistencia.
Hay, en realidad, pocos países que hagan frente a un gobierno totalitario. El heroismo es para la propaganda. Con todo, es necesario señalar que en Alemania hubo una buena oposición al nazismo. En el extranjero se olvida que los primeros campos de concentración fueron creados en 1933 para los propios alemanes.

S.: ¿Como explica que no haya habido una mayor oposicion durante los nueve años que transcurrieron entre el momento que Hitler escribió "Mein Kampf" y su ascenso legal al poder?

A.G.: Porque casi nadie había leído su libro y porque los que lo habían hecho no podían imaginar que pudieran hacer lo que había escrito. Parecía inconcebible, tanto como resulta leer hoy el libro verde de Nasser que, felizmente, no puso en ejecución Tan inverosímil como las declaraciones de Khadaffi. Si nosotros en realidad, creyéramos que Khadaffi hará lo que ha declarado, la sociedad internacional debería ser diferente. Si se tomaran en serio las declaraciones de algunos dirigentes soviéticos sobre lo que debería ser "la revolución mundial", no podría haber distensión.

En el fondo, el problema es saber si todos los textos, todos los programas políticos son creíbles. En el caso de Hitler casi nadie creyó. Pensaron que era un loco y que un país civilizado, como Alemania, no podía convertirse en un país bárbaro. Desgraciadamente, ningún país está preservado contra el hecho de volverse bárbaro.

S.: En sus escritos usted ha hablado de los "errores de las democracias liberales". ¿Hubieran ellas podido concertar una acción entre 1933 y 1939?

A.G.: Se hubiera podido recurrir en 1936 a una acción militar. Pero ni los franceses ni los ingleses estaban de acuerdo. Y, de hecho, todo se jugó ese uño cuando Hitler ocupó la ribera izquierda del Rhin. Sin un ejército suficientemente preparado, Hitler sabía que si sus vecinos intervenían él estaba perdido. La idea de intervenir no gozaba, sin embargo, de mucha popularidad, pues muchos franceses consideraban que esa ocupación alemana era legítima.

S.: ¿Cuáles fueron las responsabilidades del Komintern (la Internacional Comunista bajo Stalin)?

A.G.: Aplastantes. A partir de 1928 Stalin pidió a los comunistas considerar a los socialdemócratas como "social fascistas". Así, entre 1928 y 1933, el Partido Comunista Alemán no cesó de denunciar a los socialdemócratas como fascistas y de hacer la apología nacionalista, compitiendo con Hitler en la denuncia de las "abdicaciones" de los partidos en el poder. Los comunistas franceses también ayudaron al chauvinismo alemán. El 15 de enero de 1933, quince días antes de que los nazis llegaran al poder, el secretario general del PCF, Maurice Thorez, hizo un gran discurso en Berlín en el cual afirmó que la Alsacia Lorena podia ser alemana...

S.: Usted ha afirmado que la noción de fascismo no explica el fenómeno nazi.

A.G.: Esa noción no basta. El fascismo es la dictadura y el llamamiento a las masas. Pero el fascismo no es Auschwitz. No hay huellas de antisemitismo en Mussolini. Si en la historia lo que cuenta es el derramamiento de sangre, no hay ninguna comparación entre los dos. Hitler, contrariamente a Mussolini, actuaba en nombre de la raza, y pensaba que el Estado era un simple medio para asegurar la dominación de ésta.

S. :: ¿ Cómo viven los alemanes, según usted, cincuenta años después del fenómeno nazi?

A.G.: "Los alemanes" no existen. Hay alemanes y alemanes. Existen alemanes que no quisieran que se hablara de ese pasado. Pero ¿qué país está dispuesto a hablar de un pasada negativo? En Francia, por ejemplo, no se habla de la guerra de Argelia, de la que se hizo en ese país en nombre de Francia. Inglaterra tampoco aprecia una parte de su pasado. Pero, en general, Alemania no ha olvidado el nazismo. El 30 de enero, aniversario del ascenso de Hitler al poder, hubo en Alemania varios centenares de manifestaciones, exposiciones, y reuniones. Yo mismo hablé ante cinco parlamentos regionales.

Alemania no olvida, pero creo que se insistió demasiado sobre la brutalidad y el terror del nazismo y poco, en cambio, sobre la seducción y la adhesión voluntaria al nazismo. No hay que olvidar que muchos no se convirtieron por la fuerza sino que fueron seducidos.

Hoy la República Federal Alemana no corre el riesgo de asistir al desarrollo de una extrema derecha o izquierda susceptible de ser comparada a lo que ocurrió bajo Weimar. La RFA corre los mismos riesgos de todas las democracias enfrentadas a la crisis económica y al desempleo.

S.: ¿El recuerdo del nazismo explica el pacífismo que preconiza hoy una parte de la juventud alemana?

A.G.: Es una razón. Muchos jóvenes no quieren ser militaristas, como Hitler lo fue

S.: ¿Europa ha superado el traumatismo nazi?

A.G.: Europa nació a causa del traumatismo nazi, en el sentido positivo de la palabra: para evitar que haya dictaduras, para evitar los sentimientos anti-alemanes y la mala conciencia entre los alemanes. La juventud alemana no es responsable de nada.

S.: ¿Qué lección extrae usted del nazismo?

A.G.: Que no hay que dejar sacrificar al vecino. Usted me preguntó por qué las grandes potencias no habían intervenido. Hoy se podría decir: ¿qué hacen los grandes países contra Nigeria que ha expulsado unas tres millones de personas, miles de las cuales fallecerán? Cuando hay racismo árabe en Francia o anti-turcos en Alemania, yo creo que no se han sacado las lecciones de 1933.