Edgar Morin, filósofo francés, llegó a Colombia el 31 de agosto. | Foto: Daniel Reina

CULTURA

“Socialismo del siglo XXI son palabras vacías”: Morin

En entrevista con Semana.com el influyente pensador contemporáneo Edgar Morin opina sobre el diálogo con las guerrillas, un nuevo modelo económico, ecología y su visión del futuro.

Nathan Jaccard, periodista de Verdad Abierta especial para Semana.com
24 de septiembre de 2009

Con más de 60 publicaciones a su haber, Edgar Morin es considerado como uno de los pensadores franceses contemporáneos más influyentes. Sociólogo, filósofo, antropólogo, cineasta o escritor, Morin nunca se ha dejado clasificar.
 
El filósofo llegó a Colombia el 31 de agosto pasado para una gira de homenajes en la Universidad Tecnológica de Bolívar y en el Instituto para el Desarrollo de Antioquia, que culminó con la entrega de una Cruz de Boyacá el 23 de septiembre. 

Morin nació en París en 1921 en una familia judía sefardí con raíces en Italia, Turquía y Marruecos. A los 21 años, cuando los alemanes invadieron Francia, Morin ingresó a la resistencia. Como judío y comunista, vivió en la clandestinidad hasta 1945.

En 1946 hace parte de las tropas francesas de ocupación en Alemania y escribe su primer libro, “El año cero de Alemania”. La experiencia produjo en Morin una profunda pregunta sobre cómo no culpar a todo un pueblo por el régimen al que estuvo sometido sin dejar de denunciar la nefasta y horrenda cicatriz dejada por el nazismo.

En esas paradojas, el joven Morin afincó las primeras bases de su pensamiento: la comprensión de los fenómenos del mundo pasa por entender siempre las dos caras de la moneda.

Consecuente con su pensamiento heterodoxo, múltiple y discrepante, Morin se alejó poco a poco del dogma estalinista que regía el comunismo y en 1951 fue expulsado del partido.

En su libro "El hombre y la muerte” de 1951, plantea un enfoque que transciende las disciplinas en el que conjuga historia de las ideas, filosofía, geografía social y etnografía. En 1968 sustituye al sociólogo Henri Lefébvre en la Universidad de Nanterre, la cuna del movimiento de Mayo del 68, que Morin siguió de cerca.

En los años 70, en el centro de Estudios Científicos de la Jolla California, Morin comprendió que para entender la realidad se necesitaba un pensamiento complejo que fuera capaz de hablar de los fenómenos del mundo tanto desde la filosofía, la poesía o el arte, como desde la física, la química o la cibernética.

Así, Morin se convirtió en una corriente de pensamiento que, con seguidores en todo el mundo, ve en sus tesis la posibilidad de acercarse al conocimiento desde un lugar menos cerrado, más humano, y que aboga por una ética del hombre capaz de autoexaminarse y sumergirse en la educación de una manera mucho más placentera, según las búsquedas y las intuiciones propias.


SEMANA: Usted siempre ha insistido sobre la importancia del diálogo. ¿Para Colombia, sociedad que sufre una violencia sin fin, cómo volver al diálogo?

Edgar Morin: Hay condiciones para el diálogo que necesitan un mínimo de simetría y de comprensión. Lo que hace imposible el diálogo es considerar que el otro ni siquiera merece este diálogo. Así el diálogo es un punto de partida pero también de llegada. La gente es tolerante porque trata de comprender al otro. El terrorismo, los extremismos pueden ser entendidos por razones históricas, sociales, psicológicas, culturales. Pero el extremista no concibe que otra persona no sea como él y tampoco comprende que los otros lo entiendan.

SEMANA: ¿Y cómo podemos dialogar en Colombia cuando nadie parece tener la intención de hacerlo?

E.M.: En América Latina hubo muchas guerrillas revolucionarias. Empezaron a dialogar cuando perdieron la fe en el modelo maoísta o soviético. Se necesita una pérdida de la fe y de la esperanza para que haya un proceso de integración de los armados. Si se pasa ese momento la situación se pudre. Para las Farc ya no hay esperanza revolucionaria, están en una situación sicológica difícil de salir. Hay que abrir esta posibilidad ofreciéndoles una salida política.

SEMANA: ¿Es el narcotráfico una interferencia para ese diálogo?

E.M.: En Colombia hay tres guerras. La de los paramilitares, la de la guerrilla y la del narcotráfico. Creo que la guerra contra el narcotráfico no tiene salida, a los capos les interesa la ilegalidad. La única solución es la legalización mundial de las drogas, sólo quedarían los adictos, ya no es un problema de policía sino de tratamiento. Colombia debería militar para la legalización pues hay mucha gente en el mundo que sabe que es el único camino.

SEMANA: ¿Cómo comunista y estudioso de los movimientos de izquierda, cree que existe el socialismo del siglo XXI de Chávez?

E.M.: Si hablamos de socialismo del siglo XXI es porque el del siglo XX se agotó, ya sea por el estancamiento del modelo socialdemócrata o por la corrupción interna de China y de la Unión Soviética. Que usemos o no la palabra socialismo, ese no es el problema. El problema es saber cuál es el contenido del socialismo del siglo XXI. Hasta ahora no hay ninguno, el socialismo del siglo XXI son sólo palabras vacías.

SEMANA: A raíz de la crisis económica mundial, mucha gente, incluidos reconocidos economistas, anunciaron que el capitalismo salvaje estaba agrietado y necesariamente tendríamos que pensar en otro modelo....

E.M.: Es evidente que hay que buscar salidas después del tsunami neoliberal. Como no hay modelos, lo que me encanta, la única es la economía plural, con cooperativas, asociaciones, pequeñas explotaciones agrícolas, agricultura biológica, artesanos. El capitalismo tiene que dejar de ser el único sistema que ocupa la economía.

SEMANA: Publicó hace dos años un libro sobre la primera era ecológica. ¿Qué es?

E.M.: Hay un problema obvio de degradación de la biosfera, algo que ya la mayoría de la gente sabe. Pero la conciencia ecológica no sólo tiene que ser sobre ahorrar energía eléctrica o reemplazar los combustibles fósiles. Lo más importante es cambiar nuestra relación con la naturaleza, la civilización occidental se construyó en oposición con la naturaleza, como si fuéramos supernaturales. El hombre no está hecho para conquistar la naturaleza sino para cooperar con ella.

SEMANA: ¿Y cómo adaptarse a esa nueva realidad?

E.M.: La poesía de la vida tiene que volverse un objetivo político. La expresión le da risa a mucha gente pero la idea de vivir poéticamente es poderse expresar, vivir en armonía. Hasta ahora la política sólo se ha limitado a hacer sobrevivir a la gente.

SEMANA: Usted combatió los nazis en la Segunda Guerra Mundial desde la guerrilla francesa, la Resistencia. ¿Cuándo es legitimo y cuando se vuelve absurdo alzarse en armas?

E.M.: La Segunda Guerra Mundial es una guerra donde toda la humanidad estaba implicada. Teníamos la impresión de que no sólo peleábamos contra los nazis que ocupaban nuestra Patria pero también luchábamos para un mundo nuevo, un mundo mejor. Esa ilusión de pelear por un mundo mejor ya no existe en las guerrillas de hoy.
 
SEMANA: Uno de sus últimos libros, “Hacia el abismo”, prevé un futuro bastante oscuro. ¿Qué esperanza nos queda?

E.M.: Las tendencias probables son muy malas, catastróficas incluso, pero en la historia existe la improbabilidad. Viví históricamente dos veces la victoria del improbable. Primero la derrota del nazismo, cuando en 1941 la victoria alemana en Europa era probable, y el derrumbamiento del comunismo en 1989-90. Lo peor nunca es seguro y las crisis más profundas también pueden traer soluciones. En el seno mismo de periodos oscuros, semillas de esperanza pueden surgir. Aprender a pensar así, ése es el espíritu de la complejidad.

SEMANA: Hay decenas de páginas de Internet sobre sus teorías, tiene muchos fanáticos en el mundo. ¿Se considera como una suerte de estrella del pensamiento?

E.M.: Si me considerase como una estrella tendría una imagen muy pequeña de mí mismo. Algunas veces la gente me pide fotos o autógrafos. Aunque me guste hasta cierto punto, lo que me interesa es que ideas que creo vitales entren en el espíritu de la gente. Acá en Colombia me han recibido muy bien, pero mis amigos no me ven como una estrella sino como alguien que lleva a cabo un combate vital para la humanidad.