Semana Sostenible

Olivio Bisbicús: la voz awá que resiste y protege la vida en Nariño

Nariño es uno de los territorios con mayor biodiversidad del mundo, pero intentar conservarlo puede poner en riesgo a quienes lo protegen. Olivio Bisbicús, líder ambiental del pueblo awá, es ejemplo de resistencia.

4 de septiembre de 2025, 7:39 p. m.
OLIVIO BUSBICUS  - Cumbre de Sostenibilidad - SEMANA Sostenible
Olivio Bisbicús, líder del pueblo Awá, en la Reserva Natural La Planada, ubicada en el resguardo Pialapí-Pueblo Viejo, Nariño. | Foto: LEÓN DARÍO PELÁEZ

Olivio Bisbicús habla pausado, sin afán, sin miedo a los silencios prolongados entre oraciones. Pero para responder a la pregunta “¿A qué suena su territorio?”, no necesita pensar. Solo basta tomar una bocanada de aire para que las palabras empiecen a salir una tras otra. La reserva natural Inkal Awá La Nutria Piman de la Unipa, un área protegida en Barbacoas, Nariño, le suena al canto de aves y ranas, al correr de ríos y cascadas, a las marimbas que evocan ancestros y honran el origen, a sus pasos sobre fango u hojarasca mientras se apoya en el bastón de mando, a las lluvias que riegan los cultivos de maíz, chiro, plátano, yuca y caña.

Este lugar de casi 360 hectáreas en el piedemonte del Pacífico, a unas dos horas de Tumaco y cuatro de Pasto, también le suena al viento que hace danzar las palmas de chonta, a awapit –la lengua de su pueblo– y a las risas infantiles en los colegios donde se enseña la cultura awá. “Aquí los árboles nos hablan”, dijo Bisbicús, quien habita el lugar junto con sus ocho hijos. “Estar acá es escuchar sonidos de los espíritus de la naturaleza que nos enseñan a vivir, que nos orientan y nos advierten”.

Olivio ha entregado su vida para que esta reserva –donde viven 500 familias awás– sea un recinto de paz, cultura y reciprocidad con la tierra. De hecho, es líder de gobernanza ambiental y defensor de derechos ambientales y territoriales desde 2006. Y hace cinco años fue uno de los nueve conservacionistas del mundo nombrados como ‘Héroes de los Hotspots’ por el Fondo de Alianzas para los Ecosistemas Críticos.

No solo ha elevado su voz por la conservación de la biodiversidad en su hogar, sino también por la de su departamento y por las de zonas habitadas por el pueblo awá: más de 20.000 miembros repartidos entre Nariño, Putumayo y el norte de la región litoral de Ecuador. La labor ha sido titánica. En especial, cuando los sonidos del territorio también han incluido los de la guerra, producto de la lucha por la tierra de grupos armados que buscan lucrarse con el cultivo de coca, la minería y la tala.

“Por el control territorial, a los actores armados no les gusta que hablemos. Siempre nos quieren callar. Por defender nuestros derechos fundamentales, la cultura y este bonito territorio, somos amenazados muchos líderes y defensores. Uno siente el riesgo, la zozobra y el temor”, explicó Bisbicús, quien ha sido intimidado como muchos activistas indígenas.

Con el paso del tiempo, dice, la situación se ha vuelto más crítica. “Y cada día se ha incrementado la violencia. A pesar de que el Gobierno sigue hablando del Acuerdo de Paz, para nosotros, paz no hay”, reflexionó. Este deterioro no es nuevo. Por décadas, ha visto a su gente afectada por enfrentamientos entre grupos armados, masacres, asesinatos selectivos, atentados y presencia de minas antipersonal.

La preocupación de Olivio es evidente. Por su pueblo y por el ecosistema que define la identidad awá. La explotación ilegal de la tierra, así como prácticas extractivistas, han contribuido a la contaminación del agua, al deterioro de los suelos, a la afectación general de fauna y flora, y mucho más. Por ejemplo, Barbacoas –donde está la reserva que él protege– ha sido uno de los municipios afectados por el oleoducto trasandino entre Putumayo y Tumaco, especialmente por los derrames –accidentales o por sabotajes de actores armados– que impactan los ríos.

“El conflicto armado, los cultivos de coca, toda esa ilegalidad, la contaminación del agua por hidrocarburos y la deforestación han traído muchas afectaciones ambientales. Acá ha habido mucha muerte de naturaleza y mucha pérdida de biodiversidad. Y eso ha traído problemas sociales y desarmonía donde practicamos nuestras prácticas culturales”, recalcó Bisbicús.

Resistir en armonía

Con todo y eso, su pueblo y su territorio siguen resistiendo. Primero, porque Nariño no deja de ser uno de los lugares más biodiversos del mundo por su gran variedad de ecosistemas: páramos, áreas volcánicas, bosques, manglares, humedales y zonas marino-costeras. Y segundo, por defensores de esta riqueza como Olivio, de 49 años.

Armado de su bastón de mando, la palabra, la armónica que toca para sintonizarse con la naturaleza, el conocimiento ancestral y la intención de conciliar entre tantos bandos opuestos, Bisbicús no pierde la esperanza en su propósito, así no reciba apoyo económico del Estado; y así arriesgue su vida al perseguirlo.

“Nariño ha sido históricamente olvidado, marginado. Pero acá no todo es problema ni guerra. Seguimos contando con el buen estado de nuestros ecosistemas. A pesar de la violencia y todas las adversidades, tenemos un departamento con mucho potencial de vida y de ser sostenible. Aún creemos que aquí podemos vivir con tranquilidad, en armonía y en paz con la naturaleza”.

En esa apuesta por la vida, Olivio insiste en la necesidad de un compromiso colectivo. “Lo más importante es que la sociedad tome mucha conciencia y aprenda de cultura ambiental, y que haya inversión social por parte de los gobiernos en temas ambientales y de turismo de naturaleza para operar como es debido”, añadió.

Prueba de que sí se puede es la reserva La Nutria, donde conviven la protección de la vida y la cultura awá con el turismo sostenible. Cualquiera puede visitar el área, dormir en sus cabañas de madera, empaparse de la cultura awá, avistar las 302 especies de aves que la habitan –desde colibríes hasta pavas y guacamayas–, contemplar sus 30 quebradas que abastecen de agua al corregimiento de El Diviso, y aprender a caminar entre bromelias y orquídeas con el permiso de la naturaleza.

“Para nosotros, el territorio es como una madre, y a la madre hay que quererla porque nos da la vida y todos los recursos naturales que nos rodean”, concluyó.