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CACHON Y BOCON

El príncipe Carlos le abrió su corazón a un periodista y esto acabó haciéndole más daño a la monarquía que todas las aventuras sexuales de Diana.

21 de noviembre de 1994

PRIMERO FUE la princesa anoréxica; luego, la princesa engañada; más tarde, la princesa suicida, la princesa despechada, la princesa vengadora, la princesa telefónica, la princesa llorona y hace quince días, la princesa adultera. Parecía imposible que las cosas empeoraran, pero ocurrió. El príncipe Carlos, que hasta el momento había pasado de tonto a cornudo pasaba ahora de cornudo a infidente. Le había contado a un periodista todas las intimidades de la historia de su vida. Y de todas las cosas que se le han echado en cara a la familia real británica esto último fue tal vez lo que más impactó. Que un futuro rey de Inglaterra le contara a un medio de comunicación tantas intimidades pareció rebozar la copa.
Mas allá de las consecuencias de estos recientes escandalos, lo que ha puesto a pensar a más de un británico es el futuro de su propia monarquia, por el que ya pocos apuestan. No solo por los ùltimos episodios, sino por la frecuencia con que ahora se suceden.
Desde cuando Andrew Morton publicó el libro 'Diana, su verdadera historia', destapando el infierno en que ella vivia, el escarnio público a la familia real mas ilustre de este siglo no ha parado un solo segundo: la escritora Colin Campbell, la misma autora de 'Diana en privado', llegó a donde ni los más sensacionalistas pasquines se habían atrevido. Aseguró que el príncipe Andrés no era hijo del príncipe Felipe de Edimburgo, el esposo de la reina Isabel, sino de un ex asesor de la soberana, Lord Poschester.
Luego, la prensa londinense tachó de mujeriego al duque de Edimburgo y publicó la nómina de las supuestas trece amantes suyas. Para completar, se supo que el príncipe Eduardo era un clandestino homosexual, que Sara Fergusson -la esposa de Andrés- le chupaba en una piscina el dedo gordo a su asesor financiero, que el príncipe Andrés salía con una estrella porno llamada Koo Star y hasta que la misma reina Isabel nunca pagaba impuestos.

CASADA CON UN MARCIANO
De Carlos y Diana la romeria de noticias no ha sido menos escandalosa. El libro de Andrew Morton, 'Diana, su verdadera historia', aseguró que la futura reina de los británicos padecía depresiones agudas, que se había intentado suicidar, sufría de bulimia y estaba casada con una especie de marciano que solo le hablaba a las maticas de su jardín. Y que la propia Diana, ademas, sufría una especie de paranoia de celos con Camila Parker, la exnovia de Carlos, y que la veía hasta en la sopa. Vino después el episodio de la revelación de unas cintas de casete donde Carlos le susurraba a Camila que su único sueño era "ser un'tampax' para estar dentro tuyo " . Luego, en otras cintas de una conversación telefónica, Diana le dijo a su amante, James Gilbey con todo el desparpajo del mundo, tres frases que atolondraron a la puritana Inglaterra: "te amo, te amo, te amo".
Al poco tiempo, Diana fue acusada de acosar telefónicamente a un pobre señor que le gustaba. Scotland Yard comprobó que cerca de 300 llamadas se hicieron desde el teléfono de la princesa en Kensington Palace a la casa del asustadisimo subdito, quien resultó ser el prestigioso comerciante de arte londinense Oliver Hoare. Días después, una revista alemana mostró al tímido Carlos desnudo, comprobando, de paso, que las joyas de la corona son iguales a las de los plebeyos.
Pero hace quince dias, cuando se pensaba que Carlos y Diana se iban a divorciar y que los escandalos llegarían a su fín, el profesor de equitación de la princesa, el mayor retirado James Hewitt, vendió por un plato de lentejas la historia de amor que había sostenido con su alumna y dijo que habían hecho el amor en la casa de su mamá mientras los niños de Carlos dormían una placida siesta. "Diana, por supuesto que te encuentro atractiva. Y por supuesto que me excitas. Me excitas, me excitas", le dijo Hewitt en la despedida, antes de traicionarla. Y como si esto fuera poco, no acababan de conocerse estas revelaciones, cuando un miembro de Scotland Yard, que realiza trabajos de protección a la familia real, confirmó al diario News of the World que había filmado accidentalmente a Diana, la futura reina de Inglaterra, mientras hacía el amor con el mismo Hewitt en aquel discreto jardin.
Carlos no se quedó atras y en la biografía autorizada, la que el mismo le contó al escrior Jonathan Dimbledy, confesó que cometió adulterio "sólo cuando sintió que su matrimonio con Diana no tenia remedio". Que se había casado sin estar enamorado de Diana y que su papá lo había obligado a subir al altar. "Si quieres hacer feliz a tu familia y a tu país tienes que casarte con Diana Spencer, le dijo el duque de Edimburgo, si no, termina ya esa relación como un hombre honorable". Carlos, naturalmente, tomó este consejo de su padre como una descarada presión y se casó.
Para remachar con broche de oro toda esta sarta de explosivas revelaciones, Diana le confesó a Morton, el escritor, que se sentia " la mayor prostituta de la historia ".

SIN APOYO POPULAR Las consecuencias de todo este largo y tortuoso camino de vicisitudes para la familia real británica no se han hecho esperar. Aunque en ocasiones anteriores las denuncias habían sido tomadas como afanes sensacionalistas de la prensa londinense, ávida de lectores, de dinero y de entre meterse en la vida íntima del palacio de Buckinghan, la gravedad, la contundencia y la seriedad de los últimos episodios conocidos, tienen a punto e darle jaque mate a una monarquía que tiene más de l.000 años y que se inició en 1066 con Guillermo el conquistador.
De acuerdo con dos encuestas publicadas la semana pasada por a prensa britanica, el apoyo popular a la familia real esta disminuyendo drásticamente y ya se esta cuestionando el futuro de la institución. The Daily Mirror - periódico prolaborista- publicó un sondeo cuyos resultados no dejan lugar a dudas: tres decada cuatro personas consultadas opinan que la monarquía debería desaparecer cuando muera la actual soberana, o sea, la reina Isabel. Pero las vicisitudes para los Windsor -que es el apellido de la monarquía- no acaban aqui. Otra encuesta ofrecida por The Sun -periódico de corte popular- publicó que un 68 por ciento cree que Carlos ya no debería ser rey y constata que la princesa Diana sigue teniendo mayor simpatía en el pueblo, a pesar incluso de su último escandalo con el militar James Hewitt.
Segun The Sun, el apoyo hacia Diana es total, y cada uno de dos ingleses cree que la princesa se habría visto abocada a la infidelidad como reacción al romance del príncipe Carlos con Camila Parker Bowles. Pero aqui no acaban las desgracias. Dos tercios de los encuestados, de un total de 13.000, señala ahora tener menos respeto por la Corona que hace dos años, cuando se desencadenaron los primeros escandalos. Por lo que atane a Lady Di, un 54 por ciento cree que no debe retirarse de la vida publica.
Detrás de esta subita animadversión real, también se esconde el pesado gasto que les corresponde a los británicos por mantener un monarquía que si es ejemplo de algo, es de malas costumbres. La cifra asciende a lo bicocada de 180 millones de dólares anuales. La suerte de los Windsor puede estar, ahora más que nunca -pendiendo de un hilo. Sin ir mas lejos, la semana pasada, el autor del anuario de la nobleza británica, Harold BrooksBaker, aventuró en un arrebato de sinceridad que, si las cosas siguen como van y van muy mal- "el final de la casa de los Windsor esta proximo."

NI SIMBOLO NI EJEMPLO
La pregunta que todos los entendidos se estan formulando ahora es, ¿cuantas revelaciones más puede aguantar la reina Isabel y la misma monarquia? Los últimos episodios han hecho una mella tan profunda en el respeto a la familia real que no faltan los que ya la tachan de una partida de locos y chiflados. ¿Qué tanto la ha afectado? Eso, por ahora, es difícil de determinar.
Empero, editorialistas, columnistas de prensa londinenses y algunos politicos, han empezado a poner en duda su legitimidad como simbolo de unión en Gran Bretaña. Por que si para algo servían las casas reales en un mundo antimonárquico, republicáno y democrático, era para unir a los cientos de pueblos europeos que se agruparon bajo los estados nacionales en el siglo XV. Pero no sólo de simbolo de unidad sino de ejemplo de conducta moral, etica y súmmum de todos los valores de su civilización. Y la casa Windsor dista de ser el inmaculado parangón que todos creían que representaba.
El consenso es que el príncipe Carlos juzgó mal las habilidades del público por brindar simpatía y cometió un error en oir la perorata de sus asesores, incluido su secretario privado, Richard Aylard, quien le aconsejó una política de apertura hacia el pueblo.
Infortunadamente, la realeza Británica no lo supo entender ni supo evaluar un viejo precepto del ensayista Walter Bagehot, quien a fines del siglo pasado había dicho que la llave de la realeza era la reverencia y que no se podía dejar que entrara la luz del día a la cueva donde estaba guardada esa mágia, porque esta podía desaparecer. Lo que ocurre es que la luz del día ya entró hace mucho tiempo y vino acompañada de papparazzis, revistas sensacionalistas y reporteros indiscretos. Y no solo resultaron indiscretos ellos mismos sino el propio heredero a la corona, al abrirle su corazón al periodísta. Un rey puede ser un santo cachón, pero no un santo bocón. Dios salve a la reina! -