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El fin de un sueño

Laleh y Ladan, dos hermanas siamesas, querían llevar vidas separadas. Pero su ilusión terminó en fatalidad.

13 de julio de 2003

Queremos ver nuestros rostros sin necesidad del espejo", expresó Laleh y su hermana Ladan continuó: "Sí, queremos vernos la una a la otra, cara a cara". Este era el único deseo y la mayor ambición de las hermanas Bijani, las siamesas iraníes de 29 años que nacieron unidas por la cabeza.

Pero el 7 de julio su ilusión se desvaneció. Fallecieron al perder mucha sangre después de una larga intervención de 50 horas, en la que participaron alrededor de 100 enfermeras y paramédicos, 12 cirujanos (cinco neuro, seis plásticos, uno vascular) y 16 médicos (cinco radiólogos, nueve anestesiólogos e intensivistas, un internista y un siquiatra) que intentaron separarlas.

Laleh y Ladan sabían que el riesgo era enorme. Había 50 por ciento de probabilidades de que una o ambas fallecieran o que quedaran con daño cerebral irreversible. Aun así se le midieron al reto. "Estamos emocionadas y hemos esperado por este momento durante 29 años. Ambas empezamos este viaje juntas y esperamos que la operación nos lleve al final de este difícil camino y al comienzo de una nueva y maravillosa vida como dos personas separadas", fueron las palabras que escribieron en una carta publicada por el Hospital Raffles, de Singapur, donde las atendían desde hacía casi ocho meses.

Nadie duda de lo difícil que era su condición. Ladan siempre quiso estudiar derecho y lo logró, pero su hermana Laleh soñaba con ser periodista y tuvo que resignarse con las leyes. Ambas se graduaron de abogadas en la Universidad de Teherán. Mientras Laleh quería vivir en Teherán, Ladan esperaba regresar a Shiraz, la ciudad donde vivieron sus primeros años. Laleh era más calmada y Ladan la habladora, dominante y efusiva, aunque cuando llegaba la hora de realizar un examen de sangre Laleh se volvía la fuerte y se burlaba de los nervios de su hermana. Laleh quería trabajar pero su melliza prefería continuar con sus estudios. A diferencia de Ladan, a Laleh le fascinaban los rompecabezas, los juegos de computador y los animales. Por su parte Ladan prefería pasar su tiempo libre cocinando o viendo programas de noticias. Y mientras a Ladan le gustaban los colores rojo, azul y gris, Laleh prefería el blanco y el rojo. "Tenemos ideas diferentes, somos opuestas. No podemos soportar más tiempo", aseguró Laleh meses atrás.

La historia de las Bijani comenzó el 17 de enero de 1974 en Firouzabad, sur de Irán. Ellas fueron la tercera y la cuarta hijas de Dadollah Bijani y Maryam Safari. Permanecieron en un hospital de Shiraz hasta 1979, cuando el doctor Alireza Safaian, director de una clínica de caridad, las adoptó y las llevó a vivir con su familia a Teherán. "Nadie las quería, ni sus padres", asegura.

Su búsqueda por separarse empezó desde muy niñas. A los 2 años el doctor Safaian las llevó a Alemania, donde otros especialistas le advirtieron que muy probablemente una moriría. Por ello nunca estuvo de acuerdo con la intervención. Aseguró que ellas tenían vidas casi normales y mostró un video en el que aparecían montando bicicleta y conduciendo un carro. "Desde hace dos años vivían solas. Ellas fueron usadas como ratones de laboratorio. Ahora mis niñas se han ido y no puedo hacer nada", contó. Tal vez por su negativa desde hace 18 meses la familia adoptiva no estaba en contacto con ellas. Según la prensa iraní también los padres biológicos trataron de persuadirlas.

Pero siempre insistieron. En 1996 médicos alemanes se negaron a operarlas por el riesgo. Pero años más tarde decidieron ponerse en las manos del neurocirujano Keith Goh, quien en 2001 separó con éxito a dos siamesas craneópagas nepalíes. La diferencia es que sólo tenían 11 meses. A finales del año pasado viajaron a Singapur y desde noviembre se internaron en el Raffles. Y aunque los doctores trataron de persuadirlas ellas aseguraron: "Ya fue suficiente".

Sólo después de la muerte lograron cumplir su deseo de estar separadas: sus cuerpos fueron llevados en dos ataúdes hasta Irán.