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Anthony Rapp evidenció que los hombres son víctimas. Netflix tuvo que cancelar 'House of Cards'. Fotos: AFP y AP

ESCÁNDALO

Hollywood, el sexo como moneda de cambio

El escándalo Weinstein desató una avalancha de acusaciones que involucran a figuras como Kevin Spacey y Dustin Hoffman y además ya afectan a gobiernos y organizaciones mediáticas.

4 de noviembre de 2017

Esta semana, Kevin Spacey, el reconocido Frank Underwood de la serie House of Cards, se disculpó por haber acosado a un niño hace años, y como para concitar alguna simpatía, se declaró un homosexual que necesita ayuda. El hecho ahondó el problema desatado por la ola de testimonios y denuncias sobre abusos sexuales contra un productor de Hollywood, que mostraron al sexo como una moneda de cambio en la industria del entretenimiento. Esa ola ahora es un tsunami que cada semana suma voces y denuncias desde diferentes ámbitos y latitudes.

En la historia de Hollywood han estallado escándalos sexuales, como los de Roman Polanski y Woody Allen, pero su impacto se limitó siempre al gremio y al inculpado. Por eso, este fenómeno que arrastra a más y más figuras y ha tocado hasta íconos como Dustin Hoffman no tiene precedentes y, por su continuidad, podría generar un escarmiento más duradero. La resistencia contra el acoso y el abuso sexual está en pie de lucha.

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Más allá de Harvey Weinstein, con quien todo comenzó, otros miembros de la industria mucho menos poderosos, como el director James Toback, tienen más de 300 denuncias, entre ellas la de la actriz Rachel McAdams. El caso más reciente involucra al también director Brett Ratner, a quien seis mujeres denunciaron, entre ellas Olivia Munn, quien afirmó que este se masturbó frente a ella. Ratner rechazó de tajo las acusaciones, pero aun así Warner Brothers cortó toda relación con él. El efecto dominó también afectó al editor literario Leon Wieseltier y a Roy Price, el más alto ejecutivo de Amazon Studios, quien perdió su empleo por sus escándalos sexuales y por sepultar otras denuncias de acoso en su empresa. Al controvertido fotógrafo Terry Richardson, que trabajó con Beyoncé y Lady Gaga, lo acaba de vetar Condé Nast, una casa editorial que publica Vogue, Vanity Fair y GQ, y de la que era consentido incluso cuando abundaban rumores sobre cómo explotaba sexualmente a sus modelos. Marcas como Diesel y Valentino no demoraron en distanciarse del fotógrafo.

Los nuevos parias aparecen todos los días. Eso quedó claro cuando la escritora Anna Graham Hunter denunció a Dustin Hoffman. Hunter, una practicante de 17 años en 1985, coincidió con Hoffman en el rodaje de Death of a Salesman, y relató como este le hacía comentarios sexuales. Hoffman respondió pronto, se disculpó, contó que en esos años vivía una etapa de drogas y depresión que lo sacaban de sí mismo, y que esos actos no reflejan su verdadera naturaleza. Entonces surgió un nuevo testimonio de otra mujer que describió también la costumbre de lanzar frases picantes.

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Y aún si en la Casa Blanca sigue gobernando el hombre que acuñó “Grab them by the pussy” (“cógelas de la vagina”), las ramificaciones llegaron a la arena política estadounidense y británica. El expresidente George H. Bush se vio comprometido por el testimonio de tres mujeres que aseguran que, desde su silla de ruedas y en presencia de su esposa, les tocó las nalgas. Y a Michael Fallon, hasta el miércoles secretario de Defensa del Reino Unido, no le quedó más alternativa que renunciar por “comportamientos cuestionables” hace décadas con varias periodistas. El diario The Telegraph plantea que es apenas la punta del iceberg de un escándalo mucho mayor y a punto de estallar en el establecimiento político británico.

Precisamente, en el Reino Unido acaba de nacer The Second Source, una iniciativa que congrega a mujeres periodistas de todo el mundo para combatir el acoso en los medios, pertinente por los numerosos casos en el gremio. Estos les han costado el trabajo a periodistas que parecían intocables como Mark Halperin de la NBC (acusado por 12 mujeres de acoso), y también a Michael Oreskes, editor en jefe de NPR, la respetada y exitosa radio pública estadounidense.

Pero el caso más sonado involucra a Bill O’Reilly, el rey del rating en Fox News hasta su despido hace meses. Se reveló que le pagó 32 millones de dólares a una de sus víctimas para hacerla firmar un acuerdo de confidencialidad, una cifra estratosférica que llevó a muchos a preguntarse qué pudo haber hecho. Estos acuerdos, que históricamente han blindado de consecuencias legales a perpetradores acaudalados (como Bill Cosby), quedaron tambaleando tras el caso Weinstein, pues dos mujeres que firmaron acuerdos de confidencialidad con él los rompieron para contar sus historias. Una de ellas, Zelda Perkins, aseguró a Forbes que a menos que alguien lo hiciera, “no podría darse el debate sobre lo atroces que son estos acuerdos y la presión que significan para la víctima. Pensé que la ley estaba para proteger a quienes la seguían, pero esto no tiene nada que ver con el bien y el mal, y todo que ver con el dinero y el poder”.

#MenToo

La semana pasada, el relato de Anthony Rapp amplió el foco de la problemática al evidenciar que los hombres también son víctimas. El actor puso en el ojo del huracán a Spacey, ganador del premio Óscar por American Beauty y estrella de House of Cards, por un episodio de 1986. Rapp contó que, cuando él tenía 14 años y Spacey, 26, hacían parte del elenco de una obra de teatro. Rapp asistió a una fiesta en el departamento de Spacey y fue a un cuarto a ver televisión. Spacey entró, lo tomó, lo acostó y se le arrojó encima.

Como si hubiera previsto la tormenta, Spacey respondió automáticamente. En un comunicado expresó que no recordaba lo ocurrido, pero que se disculpaba por un episodio de borrachera. Además, aprovechó la coyuntura para contarle al mundo que hoy era un hombre homosexual. La comunidad gay estalló en ira. Matt Lawson, de Vanity Fair, entre muchas otras voces, condenó el que Spacey mezclara su ‘salida del clóset’ con la disculpa por su acoso, pues la sola asociación de ambas circunstancias es dañina e injusta. Netflix emitió un comunicado tibio que decía que House of Cards, la serie bandera de su proceso de consolidación, llegaría hasta la sexta temporada. Pero tres hombres acusaron a Spacey de tocar sus genitales y sorprenderlos en la cama, por lo cual el servicio de streaming anunció que cancelaba la producción hasta nuevo aviso. Como Weinstein en su momento, Spacey anunció el jueves a través de su representante que buscará tratamiento. Ese mismo día llovieron nuevos testimonios. Un hombre aseguró que cuando tenía 14 años y Spacey, 24, este lo sedujo y luego trató de violarlo. “Hoy le diría a su cara depredador sexual y un pedófilo”. Por otro lado, 8 integrantes del equipo de producción de House of Cards denunciaron sus acosos.

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El caso de Spacey ha desterrado otro gran escándalo que puede estallar y ha sido secreto a voces por años. En 2015, el documental An Open Secret exploró las redes de pedofilia en Hollywood, que involucran a varios directores, productores y mánager, pero no encontró ni ofertas ni distribución por los callos que levantaría en la industria. Ahora, vuelve a la superficie. Además, Corey Feldman (Goonies) ha venido amenazando con revelar los nombres de quienes abusaron de él, y recauda fondos para narrar en detalle los sucesos.

Así pues, en todo el mundo, la peor pesadilla de Woody Allen parece hacerse realidad. El director, polémico, perseguido por su propio hijo Ronan (argumenta que violó a su hermana mayor), advirtió que el torbellino de denuncias se podía convertir en una cacería de brujas. Hay una cacería, pero queda por determinar sus límites, su naturaleza y su impacto en las dinámicas de la sociedad.

En Francia, dos mujeres denunciaron al conocido experto en el islam Faryk Ramadán en el marco de una marcha de la campaña #meToo y, en Argentina, el presentador de radio Ari Paluch sufre el escarnio público. Una periodista radial aseguró en su cuenta de Twitter: “En Colombia tenemos más de un Harvicito acosador sexual... si habláramos las mujeres”.