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LA ABUELA

En la entrega de los controvertidos premios Simón Bolívar, hubo uno que sí convenció a todo el mundo: el que ganó Teresa Gutiérrez por una vida dedicada a la actuación.

15 de enero de 1996

NO NECESITO ESPECIALIZACIONES EN el exterior ni carreras universitarias. Tampoco competir con rasgos angelicales o curvas perfectas en el cosmético mundo de la televisión. No tuvo que inventarse un nombre exótico que la sacara del anonimato. Pero siempre estuvo en las pantallas colombianas, desde que éstas se inauguraron en unos míticos tiempos en los que no había ni color, ni vía satélite, ni edición digital. Y lo que es más importante, nunca se ha tenido que ir a pesar de la avalancha de reinas, pieles jóvenes y tecnología vanguardista de la industria televisiva durante más de 40 años de historia.
Y es que Teresa Gutiérrez, a pesar de su nombre común y corriente y de sus rasgos fuertes siempre ha sabido navegar la corriente de los tiempos con una personalidad única, una capacidad de camaleón envidiable y una manera original de abordar sus personajes .
A los seis años hizo una radionovela en la emisora Nueva Granada y cuando apenas tenía 14 años, decidió ser una voz. Así, sensual, agradable y sin rasgos conocidos, fue muy aceptada por los adictos a las emisoras Nueva Granada y Nuevo Mundo, a la que estuvo vinculada hasta hace poco. Después de los días de radio vinieron los de televisión, con el bautizo artístico del gran gurú Bernardo Romero Lozano quien la llevó por los misterios del teleteatro en un medio que apenas aprendía a hablar y a mirar. Desde entonces se convirtió en una cara tan entrañable e inseparable de la televisión como la de Pacheco o Gloria Valencia, sin las que ningún colombiano puede imaginarse la televisión. De ella se separaría en los 60 cuando viajó a Argentina siguiendo un amor. Regresaría 12 años más tarde con cuatro hijos y la decisión de volver al trabajo de su vida.
Desde entonces estuvo en los momentos más decisivos de la movida historia del dramatizado nacional. Cuando los escritores de solemnes novelas empezaron a interesarse por los prosaicos libretos, como Próspero Morales en La Perla, allí estuvo Teresa protagonizando ese nuevo experimento. Más tarde, cuando el joven Julio Jiménez decidió agregarle suspenso, casas misteriosas e historias barrocas a un género que hasta el momento sólo había conocido tramas simples y personajes rosas, allí también estuvo Teresa en el papel que tal vez todo el mundo más recuerda: el de La abuela. Luego vendrían Tuyo es mi corazón, Los Cuervos y recientemente Señora Isabel y Candela, obras en las que con sus caracterizaciones fuertes ha demostrado siempre conocer la clave del melodrama. Por eso, en la pasada entrega de premios Simón Bolívar, siempre polémicos, el reconocimiento a su vida y obra fue tal vez el único en el que todo el mundo estuvo de acuerdo, pues para los colombianos ella es la abuela indestronable de un medio que también ayudó a inventar.