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Meghan Markle está a punto de cumplir el sueño imposible de millones de niñas al rededor del mundo. Cuando Lady Di murió, se conmovió con la imagen por televisión de Harry en el funeral de su madre. No imaginaba que su fantasía se haría realidad.

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Boda real: el lado frío de Meghan

El sábado 19 la actriz estadounidense Meghan Markle le dará el sí al príncipe Harry, y luego de una ceremonia vista en todo el mundo entrará a la historia. Biógrafos y reporteros revelan por qué, a pesar de su buen ángel, muchos de los conocidos se resisten al matrimonio y no asistirán.

12 de mayo de 2018

Aunque todavía recibe ataques por los millones de libras que les cuesta a los británicos, la Corona vive días alegres, y la familia real se siente más cercana a la gente que de costumbre. Series como The Crown humanizaron a la eterna reina Isabel II, que recientemente cumplió 92 años, a su marido –Felipe– y a su hijo Carlos, mientras la nueva generación proyecta una imagen fresca y progresista. Los duques de Cambridge, William y Kate, príncipe y plebeya, han tenido tres adorables retoños en cuatro años, y el sábado 19 los reflectores se posarán sobre otra pareja de televisión en su episodio cumbre: el príncipe Harry, segundo hijo de Carlos y Lady Di, contraerá nupcias con Meghan Markle, una actriz afroamericana a quien conoció en una cita a ciegas y cuya familia parece generarle más dolores de cabeza que amor. Será un gran capítulo cuando llegue a la televisión. Mostrará cómo, en cuestión de pocos años, el Reino Unido pasó de la depresión colectiva cuando ganó el sí al brexit y la monarquía salió a rescatarlo con su cuento de hadas.

La fecha está encima, la boda tiene lugar el sábado 19 y faltan pocos detalles por revelar. Se sabe que la celebración costará 45 millones de dólares, que van a descorchar 1.700 botellas de champaña, que el vestido Ralph & Russo que Meghan llevará cuesta 100.000 libras y sale del bolsillo de la familia real. Y claro, se sabe quién clasificó a la ilustre lista de 600 invitados. Por fuera se quedaron Barack Obama –el amigo del príncipe– y el polémico Donald Trump. Sí clasificó la madre de la novia –Doria Ragland– y, según el diario The New York Times, gracias a la insistencia de su hija asumirá un rol atípico en la ceremonia. Como nunca antes en matrimonios reales, acompañará a la prometida en el recorrido hasta la capilla de St. George’s. En ese punto, su padre –Tom Markle Sr.–, cuya participación alcanzó a estar en duda, entrará en escena para tomarla del brazo, caminar con ella hasta el altar y entregarla a su marido. Antes del compromiso, Markle Sr. y Ragland conocerán a la reina, a Carlos y Camilla, a William y Kate. (Actualización: tras un escándalo de fotos que arregló y que vendió, el señor Markle probablemente no asista a la boda).

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No deja de sorprender la ausencia de los dos medios hermanos de Markle, aunque se entiende. No la quieren y el sentimiento es mutuo. Desde que sonaron rumores sobre su relación con Harry, Samantha Grant, discapacitada de 53 años, se presentó ante la prensa. Primero atacó a su media hermana menor porque considera que esta olvidó cruelmente a su padre. Luego trató de congraciarse con ella y, acto seguido, anunció que publicaría The Diary of Princess Pushy’s Sister (El diario de la hermana de la princesa mandona). Y cuando se confirmó que no estaba invitada al matrimonio, atacó de nuevo. Lanzó una seguidilla de trinos en los que dejó claro que “su media hermana la había preferido por encima de 600 nadies”, y en los que también le pidió a Harry actuar como un varón, y no permitir que “Meg ignore a los Markle”.

Su medio hermano, Tom Jr., no se quedó atrás. Luego de un silencio prolongado sacó la cabeza para advertirle a Harry que todavía está a tiempo de arrepentirse. En la revista In Touch le mandó a decir que Meghan, con quien no habla hace siete años, es “una actriz peor que el promedio”, que claramente no es una mujer para él, que se trata del peor error en la historia real y que todavía puede cancelar la boda. Como su hermana Samantha, hizo hincapié en que ‘Meg’ es una malagradecida, pues su padre había arriesgado todo su capital por darle alas a su carrera artística, y ella apenas lo volteaba a mirar. Cerró la carta escrita a mano preguntándose, “No invita a su familia a la ceremonia y sí a un montón de extraños, ¿quién se porta así?”. Algo de contexto puede responder a la pregunta.

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Diana 2.0

En 1992 el biógrafo Andrew Morton publicó Diana: Her True Story, un libro sobre Lady Di que dio mucho de qué hablar y lo graduó como cronista creíble del entretelón real. Por eso, no sorprende que haya asumido el relato de Markle, una mujer que, asegura, quiere ser como Diana, pues se sintió fuertemente inspirada por ella. En Meghan: A Hollywood Princess, cuenta la historia de una mujer que surgió de un hogar mestizo y disfuncional, y con un poco de estrategia, suerte y cabeza fría, llegó a una esfera inalcanzable para la mayoría de mortales. Una mujer que sabe de cámaras y ángulos, y probablemente tiene un lado más frío del que deja ver.

Morton se remonta al origen. Relata el romance entre Tom Markle Sr. y Doria, y cuenta que sus hijos Samantha y Tom Jr., a quien Markle traía de un matrimonio anterior, tratan muy mal a su madrastra. La mayor, que se sentía desplazada de los afectos de su padre, la llamaba “la empleada de servicio”. Un año después del matrimonio, en 1981, nació Rachel Meghan Markle, la pequeña que se volvió la luz de los ojos de Tom. Si bien quería a su marido, la situación no era cómoda para Ragland, pues en un barrio blanco le preguntaban por la madre de la bebé que paseaba. Cansada de esta situación, y de enfrentarla sola, pues su marido trabajaba horas muy largas, decidió dejarlo. Meghan vivía con ella, pero Tom compartía la custodia. Y como les suele suceder a los niños de padres separados, a Meghan le tocó crecer lidiando situaciones difíciles, tratando de no escoger bando entre sus padres.

En el colegio Meghan era aplicada y se destacó en las presentaciones anuales para los padres. Morton narra que en una producción de How the Grinch Stole Christmas se vio obligada a asumir los dos papeles principales, pero los sacó adelante. “Nadie pensó en decirle algo a otra niña rubia llamada Scarlett Johansson que entonces hacía parte del coro”, añade Morton. Su padre trabajaba en series mediocres como Casados con hijos, que para bien o para mal la expusieron a sets de grabación y al camino que la daría a conocer en el mundo entero.

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Pero en su adolescencia vivió un detalle clave. Cuando Lady Di murió, Meghan y una amiga siguieron el sepelio por televisión. La joven derramó muchas lágrimas por una mujer que la había inspirado a impulsar trabajo caritativo en su propia escuela. También presenció el devastador plano de Harry que sostenía en su mano una nota –‘for Mummy’– para su difunta madre. Su amiga Ninaki Priddy no dudó en decir que, desde entonces, Meghan “quedó fascinada por la familia real. Y quería ser Diana 2.0”.

En el colegio nunca temió participar en debates, ganó notoriedad en el grupo de teatro y cerró su participación como solista en la obra Annie. Se arregló los dientes y, con más confianza, comenzó a frecuentar audiciones. Popular, inteligente, rendidora, Markle se graduó en 1998 e ingresó a la Universidad de Northwestern, en Chicago, a cursar Relaciones Internacionales y Teatro. Lejos del control de su madre, vivió la vida loca de fraternidades estudiantiles, pero sacó buenas notas. Nunca dejó de lado las audiciones, y cargaba en un bolso varias vestimentas para los papeles que le pedían más a menudo, de latina, de mujer negra, de vecina común...

Luego de una experiencia extraña en Buenos Aires, donde hizo una práctica de Estudios Internacionales en la embajada de su país, regresó a Los Ángeles decidida a triunfar en la actuación. Lidió con los fracasos con “buena actitud”, y su primera oportunidad llegó en 2006, en un programa concurso. En 2009 ya entraba en el radar de medios como The Hollywood Reporter, que la hizo parte de su lista de talentos emergentes. Saltó a pequeños papeles y conoció a Trevor Engelson, un productor y actor por el cual sintió algo y se organizó. En serio.

Paradójicamente, en 2011, cuando se materializaba su matrimonio también llegó el momento crucial de su carrera. Se casó con Engelson en Jamaica, en una hermosa ceremonia, y a la vez consiguió un rol en la serie Suits. Esto le implicaba a la pareja vivir separada por largos periodos. Con el paso del tiempo, el Skype no fue suficiente y aparecieron los defectos. Según Morton, varios amigos aseguran que también se volvió cada vez más difícil hacer planes con ella, que parecía absorbida por su fama y distante de sus raíces.

En 2013, Suits se había convertido en un programa muy exitoso, en el que incluso grabó escenas calientes que en el pasado hubieran arruinado sus posibilidades con la realeza. Pero su estrella crecía, y ya compartía eventos con estrellas como Serena Williams, asumía vocería de las Naciones Unidas y asistía a reuniones del Banco Mundial y la Fundación Clinton. Trevor Engelson se sentía un estorbo, por lo cual no le sorprendió que Markle le pidiera el divorcio –que decidió unilateralmente– y le devolviera el anillo por correo. Ante las preguntas que ha recibido sobre su exmujer, Engelson ha expresado: “Tengo cero qué decir .”.

Determinada, Meghan hizo valer su peso también en su show. Peleó con los productores y logró que dejaran de escribir escenas innecesarias de su personaje saliendo de la ducha. Corría 2016 cuando sus fantasías comenzaron a tomar forma gracias a una cita a ciegas en la que Violet von Westenholz, una relacionista pública de Ralph Lauren, amiga de los príncipes, la emparejó con Harry Windsor. No les tomó mucho tiempo saber que querían un futuro juntos.

Casi dos años después de consolidar su noviazgo fuera de cámaras en un safari fotográfico en África, que terminaron de sellar en eventos pro causas humanitarias, Harry y Meghan anunciaron su compromiso a finales de 2017. Ya en ese punto la familia real había aprobado el paso y Harry había pedido a Tom Sr. la mano de su hija.

En siete días, ante 600 invitados, 2.640 ciudadanos comunes y corrientes escogidos por lotería para entrar y presenciar la procesión en el castillo de Windsor y millones de telespectadores alrededor del mundo, Markle dará un paso histórico. Dejará en la prehistoria los episodios amargos de Wallis Simpson en su romance con Eduardo VIII en los años treinta, e incluso los recientes momentos alegres asociados a Kate Middleton y el príncipe William. La primera afroamericana salida de la televisión entrará a la realeza. No importa que haya olvidado a uno que otro amigo en el camino. La reina Isabel II confía en sus nietos, y en ellos ve el futuro. n