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Sus primeros 40 años

James Bond ya no entusiasma mucho a la generación X. Esta prefiere espías más 'punk' y desaliñados como el personaje de Vin Diesel.

13 de octubre de 2002

Hace 40 años a James Bond, el agente secreto que el mundo había conocido a través de los textos del comandante de marina y escritor británico Ian Fleming, se le vio rostro por primera vez. El 4 de octubre de 1962, después de que Albert R. Broccoli y Harry Saltzman compraran los derechos de la obra, el espía hizo su debut en la pantalla grande bajo la piel del actor escocés Sean Connery, a quien correspondió enfrentarse a El satánico Dr. No. Su misión consistía en evitar que el maleante desviara la trayectoria de los cohetes que salían de Cabo Cañaveral y el riesgo de una amenaza radiactiva.

En plena Guerra Fría el espionaje era esencial en un mundo polarizado. Por ello al agente 007 no le fue difícil encajar perfectamente en el molde, y más porque encarnaba la defensa de la civilización occidental y la lucha contra sus enemigos.

Pero lo que realmente cautivó a toda una generación fue su glamoroso estilo y el ambiente en el que se movía: impecable, de esmoquin, conduciendo su Aston Martin DB-5, rodeado de mujeres bellas que se rendían a sus pies, pero también de buenas en el juego porque nadie superaba su suerte en los casinos. Un hombre de paladar exquisito, amante del caviar y del martini con vodka, seco, "agitado pero no revuelto". Todo esto además de tener a su disposición la última tecnología y poder convertir un simple destornillador en un lanzagranadas gracias a los gadgets que el sabio Q le proporcionaba. Los hombres querían ser como él y las mujeres estar con él.

En síntesis, la masculinidad, el individualismo, el lujo y el gusto por la buena vida se posicionaron como los valores del universo Bond sin importar la cara que éste tuviera, porque fueron cinco los actores que lo interpretaron. Para la mayoría de seguidores el que mejor interpretó al agente británico fue el primero en hacerlo. En sus siete películas Connery le imprimió al 007 su sello personal: la elegancia y el cinismo.

Tanto fue así que, aunque él había decidido no ser más James Bond por miedo a encasillarse, los productores le hicieron una oferta sin precedentes en los años 70 para que se quedara: 1.250.000 dólares de salario base, más un porcentaje de los beneficios que produjera Diamantes para la eternidad. Connery aceptó asegurando que nunca más interpretaría a Bond. Pero 12 años más tarde, en 1983, volvió al esmoquin, a las chicas y los martini con Nunca digas nunca jamás.

En uno de los recesos de Connery hubo un Bond que pasó al olvido, sin pena ni gloria: el modelo australiano George Lazenby. Por ello no muchos recuerdan que en Al servicio secreto de su majestad (1969), el mujeriego decide casarse con tan mala suerte que en el mismo capítulo quedó viudo. El verdadero sucesor de Connery fue Roger Moore, a quien los productores tuvieron en la mira al comienzo de la serie . Moore no tuvo aceptación de los críticos pero sí gustó al público y también fue Bond siete veces. Le siguió Timothy Dalton, quien sólo hizo dos películas: Alta tensión (1987) y Licencia para matar (1989).

Tuvieron que pasar seis años para revivir al 007 con Pierce Brosnan en Goldeneye. Y al parecer la elección fue la correcta pues sus tres películas han sido casi tan taquilleras como sus antecesoras y han logrado una recaudación global de más de 350 millones de dólares cada una. En noviembre se estrenará Otro día para morir, la cuarta de Brosnan y la número 20 de la saga. Esta es la franquicia más longeva del cine y ha producido 3.313.200.000 dólares en todo el mundo.

Sin duda este coctel de glamour, sexo y acción ha sido la fórmula exitosa de James Bond. Pero después de cuatro décadas algunos críticos comienzan a pensar que le llegó la hora: ha perdido identidad y, peor aun, es anacrónico. Ya empieza a hablarse de que sea reemplazado por otro tipo de espía más acorde con el mundo de hoy y muchos coinciden en que el actor Vin Diesel con Triple X es el nuevo modelo de agente secreto que se impone. Xander Cage (papel que interpreta) no podía ser más diferente a Bond: con su cabeza rapada, su voz rasposa, su cuerpo lleno de tatuajes y su aspecto desaliñado, no es el prototipo del símbolo sexual. Usa la ropa de los jóvenes de hoy y se vería ridículo con un corbatín. Los casinos no van con este personaje, que prefiere las discotecas con música pesada y el rap. Le gustan los autos deportivos pero sólo para destrozarlos cuando practica deportes extremos.

A pesar de las diferencias la historia parece inspirada en la de Fleming pero traída al tiempo actual. Algunas secuencias de acción son similares y hay también un personaje que hace las veces del jefe M, que en este caso es el agente Gibbons, interpretado por Samuel L. Jackson. También aparece Q pero en una versión mucho más joven. Por esto no es arbitrario que a Diesel lo hayan catalogado el James Bond de la generación X. Su director, Rob Cohen, está seguro de haber creado "una franquicia de futuro que tendrá éxito".

La película comienza con un agente secreto que trata de infiltrarse en una discoteca punk vestido de esmoquin, por lo que se ve como mosco en leche y termina muerto. Este es el mensaje de 'Triple X': un espía impecable como Bond está peligrosamente desconectado de la realidad actual. Si bien es cierto que las películas del 007 tiene ya un público cautivo gran parte de los espectadores jóvenes lo consideran trasnochado. Estos sin duda son los fanáticos de Xander Cage o Vin Diesel, que según las encuestas son menores de 25 años en su mayoría y los responsables del éxito que ha tenido, el cual se refleja en cifras: en menos de tres meses ha recaudado en Estados Unidos 140.605.485 dólares.

Los realizadores de James Bond no son ajenos al momento y por eso tratan de que el 007 de Brosnan sea políticamente correcto. Es menos mujeriego en los tiempos del sida, no fuma y bebe poco. Sin embargo a Bond le puede estar pasando lo que padecen la mayoría de los cuarentones: le llegó la crisis de la edad madura.